
Una salida muy sencilla tiene este horror sanchista. "Protesta y sobrevive para mantener la dignidad. Quien no lo haga, ya sabe lo que le espera. Sánchez es poca cosa, pero los españoles en su conjunto están a su nivel. Cobardes y miserables. Aguantan lo que no está en los escritos. Bien. Ya nos hemos desahogado con un par de frases de mala literatura. ¿Y ahora qué podemos esperar? Todo es posible. ¡Cualquiera no se apunta al "posibilismo"! Negarlo sería una contradicción. Sería tan paradójico como escribir sobre la creatividad política sin creer en ella. Creo a pies juntillas en la política. Soy "posibilista", perdón por hablar en primera persona, pero aquí lo considero necesario. Dejo el rollo de la "ética de la convicción" para los cobardes y los malandrines. Es el único argumento que tienen las almas bellas para vencer a la realidad. Yo soy realista. Más política y menos moralismo.
Por lo tanto, agarrémonos a la política. Pregonemos lo obvio: hay múltiples salidas para este rollo del régimen del 78, bipartidista, bifronte y cabrón, como todo lo que está montado sobre convenciones y normas dudosas para un pueblo tan mal educado como panoli. De la ley a la ley, repiten los más "gilis" del periodismo, cuando debería decir: perversiones a ciento creó la Transición. Ahora las estamos pagando con una vida política de perros. Denunciemos las fundamentales fallas de aquella Transición para salvar algunas de sus virtudes. Es obvio que la "partitocracia" fue una de las más funestas. De ahí deriva la principal falla del sistema.
Repitamos, pues, a gritos: las salidas políticas son múltiples y diversas, pero todas pasan por sacar del palacio de la Moncloa al fulano que perdió las elecciones hace dos años. Este tipo perdió (sic) las elecciones y, lo que es más grave, no puede pisar la calle. Pocos se privan de sumarse al grito más repetido en fiestas, estadios de fútbol y plazas de toros que le recuerdan al presidente a su madre…, es la cólera del español sentado que no halla alojamiento en los otros partidos políticos. Cólera sin canalizar políticamente es gasolina para el déspota de la Moncloa, que más pronto que tarde se volverá contra los relamidos del PP, ojalá los sabihondos de VOX consigan atemperarla en su beneficio.
Perdió Sánchez, en efecto, unas elecciones raras, tan raras que se celebraron en pleno verano cuando todo Dios estaba de vacaciones; pero, desde entonces, gobierna por un pacto con sus afines de corte comunista, separatista y ex-etarras. Conformó un gobierno, nada más y nada menos, de 22 ministerios que no han conseguido otra cosa que deslegitimarlo aún más de lo que estaba antes de perder las elecciones. Gobierna sin Ley de Presupuestos. Ha sacado leyes, como la de Amnistía, sin otra legitimidad que la que le concede la santa arbitrariedad de su poder. Es toda ella ilegal. El llamado Poder Judicial no ha dejado en los dos últimos años de mostrarle sus carencias constitucionales, aunque a veces lo ha salvado de algún incendio serio. Así es la "Justicia" en España y en el mundo. El derecho es siempre el del más fuerte. La corrupción de su entorno inmediato y mediato le persigue. Miembros de su familia y su partido están procesados y uno de ellos está en prisión, etcétera, etcétera, pero él se mantiene en el poder y amenaza con acabar la legislatura. ¡Y no pasa nada! Pues sí, esto, España es, hoy, un gobierno a la deriva y un gentío incapaz de hacer otra cosa que acordarse de la madre de Sánchez.
¿Qué decir de los partidos políticos de la Oposición? Pues, otra vez, hemos de repetir lo obvio. Sánchez cuenta con la jindama del PP que no saca a su gente a la calle y no lleva a cabo alguna otra iniciativa, por ejemplo, una moción de censura, para sacarlo del poder. También cuenta con la torpeza de VOX que no ha conformado con el PP mesogobiernos fuertes y aguerridos contra Sánchez en comunidades autónomas, ayuntamientos y diputaciones que hubieran conseguido equipararse a los gobiernos secesionistas de Cataluña y País Vasco; al contrario, esos gobiernos regionales se han jibarizado hasta el punto de entrar en debates sin sentido contra los secesionistas y exterroristas. Han perdido la oportunidad de hacer del grito delenda est tiranus una gran política para todos los españoles; en vez de eso, en vez de enfrentarse con inteligencia al totalitarismo sanchista, tenemos por ahí a gente, como Moreno Bonilla, pidiendo un pacto con el PSOE bueno. ¡De Juzgado de Guardia!
Sin embargo, muy por encima de las torpezas de la Oposición, situaría a los medios de comunicación como el sector fundamental de la sociedad española que respaldan a Sánchez. En España no existe periodismo crítico. Los grandes medios viven de las subvenciones de Sánchez. Y él amenaza con más represión a quienes insinúen resistirse a sus dicterios criminales. No todos los medios, naturalmente, son afectos a la tiranía sanchista, pero la mayoría en su conjunto ocultan las miserias de la realidad de la política gubernamental. La ideología ha sustituido por completo los hechos y los acontecimientos reales. La Constitución es violentada permanentemente y las convenciones más elementales para sostener un proyecto democrático son trituradas. Ha desaparecido por completo la primera de todas las convenciones para darle continuidad a un proyecto democrático: la autolimitación en el ejercicio del poder. Un individuo que reconoce que sus más estrechos colaboradores son corruptos, e incluso que se equivocó al nombrarlos, pero que él no dimite…, no, eso no tiene un pase.
Pero es aún más grave que ese terrible relato de Sánchez, sí, de ser el causante de la corrupción, no sea suficiente para que la propia justicia, o los partidos de la Oposición, lleven a ese individuo ante los tribunales de justicia. El primer cómplice de la corrupción no es ni siquiera imputado… Por aquí, el silencio de las asociaciones de la prensa, la mayoría de las televisiones y radios públicas y privadas se convierte en el principal apoyo del sanchismo. Silencio y más silencio para ocultar la corrupción sanchista es la nota dominante de la mayoría de los medios de comunicación.
Pero no desesperemos. Nos quedan, sin embargo, muchas salidas a los ciudadanos. La primera y principal protestar a todas horas y en todas partes. No dejarse abatir por la indolencia de quienes dicen que "esto no tiene salida". El mantenerse erguido y con la cabeza alta frente a la miseria de la casta política es ya una salida. La ciudadanía no es sólo ir un día a votar cada cuatro años, sino fundamentalmente acordarse todos los días de la madre que parió a una casta política sin oficio ni beneficio. La crítica, sí, es la base del sistema democrático. O sea, cuestionar permanentemente a los malos "profesionales" de la política, que solo piensan en robar la soberanía del pueblo, es la primera acción política del ciudadano formado en los más altos ideales de la democracia.
Tampoco deberíamos desesperar por el secuestro de la ciudadanía por los poderes de la casta política. Eso también puede revertirse…, todo puede revertirse, empezando, por una Constitución que parece haber colapsado, empezando por su famoso Título VIII, ¿por qué tenemos que tragar con el rollo de las Autonomías? Aprovechemos el desastre totalitario que ha traído la corrupción sanchista, en efecto, para denunciar los grandes defectos de la democracia española. Y es que la denuncia del rollo del sistema autonómico es la primera clave para entender el fracaso de nuestra democracia. Los españoles no son iguales y libres en toda España, precisamente, por un sistema de mesogobiernos regionales especialmente arbitrario. Todo en las Autonomías está malamente concebido, sí, desde la delimitación del territorio de cada Autonomía hasta la conformación de su sus "parlamentos" - por llamarle algo- es falso, o peor, susceptibles de medias verdades. O sea mentiras como catedrales. Las instituciones autonómicas son la primeras generadoras de las desigualdades entre los españoles.
La llamada sociedad civil, o sea todos y cada uno de los ciudadanos españoles, tiene el deber moral y, sobre todo, la obligación política de denunciar los vicios, los terribles vicios, de un sistema partitocrático que nos tiene detenidos. Bloqueados. Porque la partitocracia no es capaz de acabar con un régimen corrupto, nuestro primer trabajo es denunciarlo. Todas las instituciones tomadas por el sanchismo, desde el Consejo de Estado hasta el Tribunal Constitucional, pasando por el Congreso de los Diputados, tiene que ser cuestionadas por los ciudadanos. La sociedad civil, ese magma caótico y crítico, está en efecto absolutamente legitimada por la inoperancia de unos partidos políticos para cuestionar todo, empezando, sí, por la partitocracia. En efecto, los partidos políticos son secundarios frente a la soberanía de la ciudadanía. ¡La soberanía popular!
O reivindicamos la soberanía de la ciudadanía por encima de la partitocracia, es decir, o levantamos acta a todas horas de un sistema totalitario, o nos retiramos a "lo privado". Quien opte por esta segunda opción, ya sabe lo que le espera: vivir como un esclavo, porque el sanchismo se ha metido hasta en el último rincón de nuestra casa para perseguirnos con la saña del corrupto. O política, o sea democracia, o totalitarismo.
