Falsifican pinturas rupestres en una cueva de Álava

El Tribunal Supremo ha ordenado devolver al "descubridor" de las pinturas de la cueva de Zubialde (Alava), que resultaron ser falsas, los doce millones y medio de pesetas que le entregó la Diputación Foral de Alava, junto a los intereses y las costas del procedimiento judicial. Esta sentencia surge tras confirmarse que las pinturas, calificadas en principio como "Capilla Sixtina del arte rupestre", habían sido realizadas en los últimos años por un falsificador.

Estas pinturas fueron descubiertas en las estribaciones del monte Gorbea, a 20 kilómetros de Vitoria, en abril de 1990, por Serafín Ruiz Selfa, un estudiante de Historia. Tras el hallazgo, la Diputación de Alava acordó comprarle por 12,5 millones de pesetas todos los derechos que pudieran corresponderle. Una vez realizado el pago, se descubrió la falsedad y la manipulación reciente de las pinturas.

El Supremo establece que el contrato entre el descubridor de la cueva y la Diputación de Alava quedó invalidado cuando se determinó la falsedad , ya que estaba condicionado a la autenticidad de dicho hallazgo, por lo que debe devolver esta cantidad que le fue abonada. Además, rechaza el argumento del recurso de que este contrato era administrativo y por tanto tenían que resolverlo otro tribunal.

La Audiencia declaró probado que se acreditó que las pinturas habían sido pintadas en fecha coetánea a su descubrimiento, pues fueron manipuladas entre el 4 de abril de 1990, fecha del hallazgo, y el 21 de noviembre de 1995, fecha en que se comunicó a la diputación. Además, determinó que algunas de las diapositivas aportadas por Ruiz Selfa para acreditar su descubrimiento fueron manipuladas.

La sentencia también estimó que la diputación fue sorprendida en su buena fe y que se precipitó al pagar a Ruiz Selfa la citada cantidad sin analizar detalladamente un primer informe, que no certificaba que las pinturas fueran auténticas, sino que no se advertían indicios de una intervención reciente.

Las pinturas de Zubialde se suponían pertenecientes al período Magdaleniense (alrededor de trece mil años de antigüedad) y fueron calificadas por expertos como una de las mejores falsificaciones de la historia. El segundo informe que certificó la falsificación de las pinturas, en el que participaron tres expertos vascos los laboratorios del museo del Louvre y miembros del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, estimó que el falsificador poseía un gran conocimiento del arte prehistórico. Los expertos destacaron, sin embargo, que se habían detectado incrustados en las pinturas restos, como patas de araña o de insectos, que no se pueden conservar miles de años.