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Amando de Miguel

El filósofo bueno

Era de ver cómo rebatía los argumentos de un hipotético adversario. Uno gozaba de sus soliloquios.

Era de ver cómo rebatía los argumentos de un hipotético adversario. Uno gozaba de sus soliloquios.
Gustavo Bueno | Europa Press

Se cumple el ideal de los clásicos: la confluencia entre la belleza y la bondad. Gustavo Bueno (senior) ha unido la belleza de su estilo vital con la bondad natural, que tanto honraba a su apellido.

Coincidí con él en la Fundación para la Defensa de la Nación Española, la original creación de Santiago Abascal. Me asombró entonces su lucidez de octogenario lleno de curiosidad. Lo suyo fue siempre polemizar, con Manolo Sacristán o con el Lucero del Alba. Creo que llegó a discutir consigo mismo. Era de ver cómo rebatía los argumentos de un hipotético adversario. Uno gozaba de sus soliloquios.

No pertenezco al gremio filosófico, pero admiro el talante de los buscadores de la verdad. Gustavo Bueno era su más eximio representante. Nos unió especialmente la dialéctica contra los nacionalistas, la peor plaga ideológica de esta España nuestra, y la crítica a la izquierda establecida. Nuestro filósofo, como Sócrates, no tenía pelos en la lengua y arremetía contra los dogmas políticos todos. Se diría que gozaba con derribar los lugares comunes de la llamada corrección política.

Las obras de Gustavo Bueno difícilmente encajan en las clasificaciones temáticas de las bibliotecas. Por lo menos las últimas se alojan más bien en la nutrida sección de España como problema o los problemas de España. Equivale a una revisión de su historia y a la búsqueda de su identidad como nación. Es más, nuestro filósofo sostiene que España lo fue antes de ser una nación política. Arduo debate.

No es fácil determinar contra quién polemiza nuestro hombre. Habría que concluir: contra todos, contra mundum. Se trata de un buen ejemplo de la traída y llevada cuestión de la misión de los intelectuales. Los cuales se definen por ser radicalmente independientes de todo poder. Parece una tarea imposible, pero a veces se logra, como en este caso del profesor de Oviedo.

Es el momento de lamentar el último viaje de un gran pensador. Ojalá sirva para que se cultive más la formación generalista de nuestros escritores, incluidos filósofos e historiadores. O también para que se acabe el complejo de la izquierda de referirse a España, una entidad con nombre propio, que se resiste a ser considerada de forma minúscula, como “este país”.

Se debe decir que no pocos colaboradores de Libertad Digital comulgan con las tesis y sobre todo con el talante intelectual de Gustavo Bueno. Pocos medios en España podrán decir otro tanto. De ahí que este personal obituario debería plegarse a lo que digan otras firmas de este digital.

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