Menú

Premio Nobel de la Libertad

El Nobel de la Paz para María Corina Machado reconoce lo que en gran parte de Occidente se pretende olvidar: que la libertad no se mendiga, se defiende.

El Nobel de la Paz para María Corina Machado reconoce lo que en gran parte de Occidente se pretende olvidar: que la libertad no se mendiga, se defiende.
Cordon Press

Algo tienen en común el Premio Nobel de Literatura (el húngaro László Krasznahorkai), el de la Paz (la venezolana María Corina Machado) y el de Física (el británico John Clarke, el francés Michel Devoret y el estadounidense John Martinis): la simbiosis de todos ellos en lo que sería el Premio Nobel de la Libertad. En la adaptación cinematográfica, Sátántangó, que Béla Tarr hizo de Tango satánico, la más famosa obra de Krasznahorkai, también guionista, uno de los personajes, el capitán que se enfrenta a los dos vagos protagonistas, dice algo que no está en la novela, permítanme la extensa cita:

"Mantener el orden parece ser asunto de las autoridades. Pero es asunto de todos. Orden. La libertad, sin embargo, no es humana. Es algo divino porque nuestras vidas son demasiado cortas para saberlo de verdad. Si están buscando una conexión, piensen en Pericles, que dijo: la libertad y el orden están vinculados por la pasión. Debemos creer en ambas cosas, ambas las sufrimos, el orden y la libertad. La vida humana es significativa, rica, bella y sucia. Lo une todo. Pero abusamos de la libertad, desechándola como si fuera un desperdicio. A la gente no le gusta la libertad, la temen. Lo extraño es que no hay motivo para temerla. El orden, por otra parte, con frecuencia puede ser espantoso."

Esa reflexión, que Krasznahorkai-Tarr ponen en boca de un hombre lúcido, contiene una verdad que ni los filósofos de facultad ni los políticos de partido parecen querer entender: el orden sin libertad degenera en tiranía, pero la libertad sin orden se disuelve en ruido. Y sin embargo —y aquí la física cuántica se cruza con la metafísica— el universo mismo no es una máquina de orden perfecto. Roger Penrose lo explicó en La nueva mente del emperador: aunque la naturaleza sea determinista, no es computable. Hay un margen, un pliegue, una grieta en la que se cuela la conciencia. Si el cosmos fuera una máquina de Turing, no habría tragedia, ni belleza, ni responsabilidad. Pero hay error, hay sorpresa: hay no-computabilidad, hay Gödel, hay indeterminación cuántica, hay libertad.

Por eso no es casualidad que este año los tres Nobel más simbólicos confluyan en torno a esa idea. El Nobel de Literatura para Krasznahorkai, ese escritor y guionista de cine húngaro que escribe como si cada frase, cada diálogo, fuera una espiral autorrefutable, confirma que el lenguaje todavía es un acto de resistencia contra el algoritmo. Su prosa es imprevisible, caótica, no lineal y, sin embargo, ofrece sentido, esperanza y salvación. Como la mecánica cuántica. El Nobel de la Paz para María Corina Machado reconoce lo que en gran parte de Occidente se pretende olvidar: que la libertad no se mendiga, se defiende. Pero aquí, en el cómodo socialismo de salón, la izquierda española prefiere mirar hacia otro lado. Pablo Iglesias la calumnia, Pedro Sánchez calla, y las feministas institucionales —la banda de las Montero— siguen fabricando consignas subvencionadas mientras una mujer valiente se juega la vida frente a un tirano. Desde el PSOE fundacional hasta ETA, pasando por el chavismo al que ahora blanquean, la preferencia por las balas sobre los votos ha sido la constante de su "memoria democrática". Incluso Orbán, ese populista iliberal, ha tenido la decencia de felicitar a Krasznahorkai, un feroz crítico del poder. Pero ni Maduro ni Sánchez han abierto la boca para reconocer el coraje de Machado. Hasta entre los populistas hay grados de infamia.

premio-nobel-fisica.jpeg
Fallo del Premio Nobel de Física

El Nobel de Física —con su reconocimiento a quienes exploran la frontera de lo cuántico— nos recuerda que el universo, a pesar de sus leyes, es más libre de lo que creen los ingenieros sociales y los programadores de conciencia. La materia no obedece siempre. Ni las partículas ni las personas son totalmente predecibles. En un mundo obsesionado con medirlo, calcularlo y controlarlo todo —desde los algoritmos electorales hasta los estados de ánimo—, estos tres premios son una anomalía luminosa. Literatura, Paz y Física: palabra, acción y conocimiento unidos en una misma rebelión contra el determinismo y a favor de la Libertad, que no es solo un concepto moral, sino una condición ontológica. Ni el universo, ni el arte, ni la dignidad humana son computables.

Temas

En Cultura

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal