
Eduardo Arroyo ha sido uno de los artistas e intelectuales de más calado de las últimas décadas en España. Atrevido, divertido, de arrolladora personalidad. Cómo se divertía con antiguos correligionarios como Jorge Semprún o Ricardo Muñoz Suay, antiguos comunistas, descreídos en los 80, ¡cuando el PSOE recuperaba a la intelectualidad! Nada hubo en él de lo poIíticamente correcto. Le gustaron los toros, ilustró Sangre y Arena y la reedición de su libro sobre Panamá Al Brown, el boxeador más increíble de la historia, fue la razón de que concediera una de sus últimas entrevistas a esRadio en la que el ánimo y la pasión se sobrepusieron a su voz mermada.
Con el mundo del arte, tan corrompido, no tuvo recato en meterlo en una lata de sardinas en aceite. De modo que fue tan admirado como temido. Siempre ha tenido grandes defensores que se movían en todos los ámbitos del espectro ideológico. Simplemente, tenían que ser defensores de la libertad, de la anarquía o de la pintura.

Pintura con un fondo literario. Sus obras más francesas, ligadas a la figuración narrativa, con ese grupo de italianos, suecos y franceses que se inventaron el pop crítico, nos remiten a la novela negra y, cómo no, a un antifranquismo que, en España, practicó el Equipo Crónica. Pronto, en el Reina Sofía, se recordará aquella Bienal de Venecia de 1976 en la que se juntaron todos los artistas español es enemigos del régimen en la que tuvo un papel definitivo.
Creo que ha habido pocos pintores en el que lo español se evidenciara tanto. Era madrileño, y ejercía; en Valencia, con sus amigos artistas, como Monjalés, se sentía en casa; León era su patria; en Bilbao con Zugaza como director del Museo de Bellas Artes, tuvo su última gran exposición; no se cortó a la hora de criticar la deriva catalana y honró a artistas e intelectuales en sus cuadros como Ganivet.
Es difícil encontrar artistas y escritores como Eduardo Arroyo y, probablemente, aunque ha dejado su semilla, su figura es irrepetible, tan cómodo con un rey tomando una copa en el Cock.
Descanse en paz.