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Sorolla iluminó liberalmente a España exhibiéndola como nación real

A muchos les molestó que cobrara y mucho por sus cuadros, pero, ¿de qué otro modo se puede ser independiente de gusto y de juicio?

A muchos les molestó que cobrara y mucho por sus cuadros, pero, ¿de qué otro modo se puede ser independiente de gusto y de juicio?
Sorolla pintando en la playa | Archivo

Si se quiere, pinceladas a granel de una paleta que ha sido reconocida como muy pocas en España y fuera de España. Joaquín Sorolla tuvo la gran suerte de ser artista y no pasar hambre. De talante liberal, valoraba su propio mérito y su capacidad y lo hacía estimar a todos los demás. A muchos les molestó que cobrara, y mucho, por sus cuadros, pero, ¿de qué otro modo se puede ser independiente de gusto y de juicio si se supedita a otros para comer y vivir?

Algunos han denigrado a Sorolla porque cobraba bien su trabajo. No hacen lo mismo con Picasso, que cobró hasta el Guernica, con Dalí, con Velázquez, con Murillo, con Goya ni con otros, que cobraron bastante. Pero no es por eso. Francisco Calvo Serraller lo vio claro:

"No arremetían contra él, sino, a pesar de él, contra otra cosa". El ataque a Sorolla y a su pintura parece provenir de la caverna donde lo español y lo liberal son objeto de odio. Pues por hacer ahora 100 años de su muerte el 10 de agosto de 1923, cantamos: "¡Sorolla ha muerto! ¡Viva Sorolla!"[I]

Sorolla iluminó liberalmente a España exhibiéndola como nación real, como una unidad emanada de la diversidad provincial y regional y como una colección de escenas lúdicas o sociales y morales (recuérdese que en Museo del Prado está su cuadro ¡Aún dicen que el pescado es caro! en el que un pescador yace muerto en la bodega de un barco, escena narrada por su amigo Blasco Ibáñez) que entusiasmaron a muchos, que no a Pío Baroja que lo consideraba "reflexión de cocinera". Qué se le va a hacer si el gusto es libre.

Precisamente se anota, con justeza, cómo la imponente colección de estampas españolas que pintó para la más que generosa Hispanic Society of América [II], desolló su salud hasta el hueso muriendo poco después. El paisaje, recordaba Jon Juaristi, fue el gran tema de la imaginación del nacionalismo español del 98, el único prohibido ahora mientras campean a sus anchas sus parientes regionales menores, catetos y violentos. Un "ser viviente" dijo Laín Entralgo que parecía el paisaje español en Sorolla.

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Fotografía propiedad del Museo Sorolla

Entre 1911 y 1919, compuso Castilla. La fiesta del pan (1912-13), Andalucía. El encierro (1914), Sevilla. Los nazarenos (1914), Aragón. La jota (1914), Navarra. El Concejo del Roncal (1914), Guipúzcoa. Los bolos (1914), Sevilla. El baile (1915), Sevilla. Los toreros (1915), Galicia. La romería (1915), Cataluña. El pescado (1915), Valencia. Las grupas (1916), Extremadura. El mercado (1917), Elche. El palmeral (1918-1919) y Ayamonte. La pesca del atún (1919). No están todas, pero casi. Y en el resto de su obra, lo están. Por ejemplo, más Galicia, el Guadarrama, la playa del Sardinero, Asturias, Sierra Nevada y Granada…España en pleno. Incluso Portugal.

Más de 2.000 cuadros y bocetos

No se olvide tampoco que una parte importante de su ingente obra –más de 2.000 cuadros, dibujos y bocetos, incluso ilustraciones de abanicos, unas 45 realizaciones por año, casi uno por semana–, estuvo dedicada a los retratos y en ellos se nota muy claramente su inclinación por las personalidades españolas de la Edad de Plata, de la generación del 98 e incluso de la de 1915, que se correspondían con las aspiraciones liberales de su tiempo.

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'Retrato de Galdós', de Sorolla

Desde el maduro Menéndez Pelayo (a quien se lo pide el pintor en una carta) al joven Ortega y Gasset (que prefería a Ignacio Zuloaga), desde Benito Pérez Galdós a Emilia Pardo Bazán pasando por Blasco Ibáñez, Unamuno, , Jacinto Benavente, Juan Ramón Jiménez y su esposa, Zenobia Camprubí, Azorín, incluso Antonio Machado en sus primeros tiempos, a Manuel Bartolomé Cossío (que no le gustó a Machado, a Raquel Meller o su amigo, Francisco Giner de los Ríos, y a Ramón Menéndez Pidal, cabe ver en su pintura un homenaje al pensamiento nutritivo riguroso y tolerante de esa España deseosa de convivir para bien que nunca llegó a ser y ya veremos si puede serlo algún día.

Se dirá que hay otros, como los de Alfonso XIII (que le dijo a Sorolla que se sentía liberal) y su esposa Victoria Eugenia. Sí, y otros por encargo bien pagado hasta el punto de que disponer de un "Sorolla" fue considerado algo excelso por quien podía exhibirlo. Hasta el socialista largocaballerista Luis Araquistaín tenía un boceto de Sorolla entre sus enseres, contó Javier Rubio. En Los gozos y las sombras de Torrente Ballester, había un Sorolla, y en muchas otras novelas.

Máximo representante del impresionismo español

Desde el punto de vista artístico, en la historia de la pintura nacional se considera que es el máximo representante del impresionismo español empeñado en generar luz en el lienzo a partir de pinceladas ardientes, atrapando al sol, sol bravo diría Manuel Halcón, en sus reflejos sobre los cuerpos, el agua o la tierra. Es el gran cazador de la energía solar en el instante en el que quedaba presa de sus técnicos y precisos trazos (de "admirable técnico", le "des" o calificó Rubén Darío).

En realidad lo que cabreaba de Sorolla era su "facilismo", diagnosticó Ramon Gaya. Lo hacía muy bien y en muy poco tiempo y eso cabreaba a los mediocres y a los que escondían sus verdaderos motivos. Calvo Serraller llega a decir con precisión que "en realidad, el problema de Sorolla es que se puede gozar sin explicaciones y hasta a pesar de ellas."

No todos piensan lo mismo. Hay quien opuso su España "blanca" a la España "tenebro-negra" del ya mencionado Zuloaga, Darío de Regoyos o Gutiérrez Solana, que yo encuentro razonablemente complementarias. En una nación como la nuestra tiene que caber todo lo que es propio como lo son las dualidades profundas de la vida real.

El caso es que Sorolla fue internacionalmente reconocido, de Nueva York a Chile o a Cuba, de Lisboa a París o Londres. Hay quienes persisten en creer que sólo Picasso y Dalí, después de los clásicos, fueron los pintores reconocidos por la crítica mundial. Pues deben especificar dónde no fue reconocido Sorolla.

Por ejemplo, Valeriano Bozal, al que no gustaban sus cuadros "típico-tópicos" falsamente caracterizados como impresionismo siendo más que otra cosa "luministas", dice, prefería sus cuadros, de carácter social, a los niños en la playa valenciana de Cabanyal donde este año ha vuelto su monumento (tiene más en otras ciudades, Sevilla, por ejemplo) o sus escenas familiares, como su hija "María convaleciente"

Sea como sea, lo cierto es que los "ojos normales" de Sorolla (Ramiro de Maeztu) miran a España aún hoy, más si cabe, porque la crítica los está recuperando tras la borrachera feroz de las vanguardias, que no consiguieron aislarlos de la modernidad real cosmopolita y española (dice José María Marco en su Historia Patriótica de España).

Un hombre bien relacionado

La trascendencia de Sorolla, además de en la pintura, se refleja en las relaciones que estableció con los mejores hombres y mujeres de su tiempo, la mayoría de ellos liberales. Pocos escritores hay que no se hayan referido en algún momento de sus obras a Sorolla. Hay algunas relaciones que han sido soterradas, como la que le unió a su gran amigo, Francisco Giner de los Ríos y a la Institución Libre de Enseñanza. Hagamos un breve recorrido sobre algunos momentos en los que coincidió con estas destacadas personalidades españolas.

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Sorolla muestra su taller a sus amigos | Museo Sorolla

La Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones científicas impulsadas por Giner de los Ríos fue favorecida por un gobierno liberal en 1904 y en su patronato, motejado como "voluminoso cuerpo decorativo", estaban nada menos que Ramón y Cajal, el doctor Simarro, Menéndez Pidal, Azcárate, José Echegaray, Joaquín Costa, Menéndez Pelayo, y…Sorolla. A pesar de la evidencia, apenas hay estudios sobre la relación de Sorolla con los liberales españoles.[III]

"Blasco Ibáñez—había dicho Sorolla—es el novelista que más se parece a un pintor." Muy cierto, dice el gran regeneracionista español Rafael Altamira, que también fue pintado por el genio valenciano. Parece que Blasco en La maja desnuda, retrata al pintor de su invención Mariano Renovales, asiduo visitante del Museo del Prado, como Sorolla, en quien se cree que se inspiró. Lo creyó Clotilde, la mujer del artista, su "ministro de Hacienda", que interpretó que unos amoríos tratados por el novelista se referían a su esposo. Gran drama desmentido por el pintor. La buena relación de los tres no se resintió del todo por aquello.

También fue amigo y birretratista del liberal Ramon Pérez de Ayala, del trío fundador de la Agrupación al Servicio de la República con Ortega y Marañón, ambos retratados asimismo por el artista valenciano. Todos ellos terminaron aceptando o apoyando al bando nacional frente a la incivilización republicana [IV]. Fue a la esposa del primero, Mabel Rick, a la que estaba pintando Sorolla cuando sufrió el ictus – hoy lo diríamos así -, que lo condenó a la hemiplejia y lo terminaría matando.

Acusaban a Sorolla de haber dicho: "El sol existe para que yo lo pinte". Y lo defendía Pérez de Ayala exclamando: "No acierto a discernir jactancia ni alarde en la frase. Reputo tan natural que a Sorolla le parezca que el sol existe para que él lo pinte como que a Diógenes le pareciese que el sol existía para que le rehogase la tripa." Bueno, Manuel Vicent acaba de decir que para ver cuadros de Sorolla hay que llevar bañador y toalla.

Manuel Azaña, que no fue su amigo ni su admirador, aceptó inclinarse ante su genio para presidir en 1932 la inauguración de su Casa Museo en Madrid en un lugar del que no se acordaba, vaya hombre. Y luego se retrató a sí mismo: " Se ha inaugurado la casa de Sorolla, que es un museo de cuadros de este pintor, instalado en la casa que se construyó en el paseo que no sé ahora cómo se llama. Bastante gente, mucha de ella del otro bando. Yo presidí la ceremonia."

Unamuno, tan indómito como siempre, se resistió a ser retratado por Sorolla aunque, tras la observación del benefactor de la Hispanic Society of America, Archer Milton Huntington, de que seria expuesto en Nueva York, el filósofo accedió y se reunió con Sorolla en un hotel de lujo de Salamanca. Con muy mala uva, el pensador dijo que el pintor era un exigente que se indignó porque el papel higiénico de su habitación consistiera en subdesarrolladas páginas de periódico. No sabemos si, en pago, el pintor no terminó el retrato.

Desconfiaba el vasco de que Sorolla fuera capaz de sentir su espíritu. "La España vista y sentida por Sorolla, v. gr., no es la vista y sentida por Zuloaga, como la España que mejor ha visto Blasco Ibáñez no es la de Baroja o la mía." Creía que el artista sabía del alma valenciana, eso sí, pero que de la España religiosa, no pagana ni vitalista, era otra cosa.

En su libro sobre la cocina tradicional española, Emilia Pardo Bazán alude a que probó el "arroz a vanda" en casa de Sorolla en un ágape con los americanos que lo patrocinaban y trataban. "Lo he comido en casa del gran pintor Sorolla, y los norteamericanos hispanófilos en cuyo honor se daba la fiesta, lo encontraron exquisito; pero no estoy segura de que sea la misma esta receta", que daba a continuación.

Contó la famosa Colombine, la periodista Carmen de Burgos, pareja de Ramón Gómez de la Serna durante años a pesar de que éste prefería la pintura de José Gutiérrez Solana, que, cuando entró en el estudio de Sorolla, "con el mismo respeto que un musulmán siente al acercarse a la tumba del Profeta", pasó un gran rato "antes de desaturdirte" en esa doble casa y museo donde "Sorolla trabaja con fe de sacerdote y un entusiasmo siempre creciente". Ella no dudaba de su gloria merecida.

Los hermanos Álvarez Quintero, en su ingeniosa Revista Cómica de la Exposición de las Bellas Artes de Madrid de 1897, en una de sus muchas salas a derecha e izquierda, se toparon con los cuadros de Sorolla Trata de blancas, retratos de tres niños, el de María Guerrero y los de dos señoras muy bellas, una marina, una gitana, etc. etc. y versificaron con gracia:

Incansable paladín
del arte contemporáneo…
¡Nada!, ¡que me quito el cráneo
delante de don Joaquín!

Contó Salvador de Madariaga, que fuera presidente de la Internacional Liberal en el exilio y patriarca moral de la Unión Europea, que cuando en 1928 visitaba el museo de pintura de la Hispanic Society of America, "iba recorriendo los salones y contemplando los cuadros en que Sorolla pinta las regiones españolas. Al llegar al de Galicia sentí, de repente, un golpe en la boca del estómago." Raíces gallegas, origen español y destino europeo. Pero, fíjense, a Antonio Muñoz Molina alude a la obra de Sorolla como "bisutería del romanticismo folklórico pintada a destajo". Hay gente pa tó.

El más longevo de la generación del 27, Pepín Bello, le confesaba a José Antonio Martín Otín, "Petón", que "Salvador Dalí es pintor de envergadura, puede que el más grande de los últimos españoles; aunque anteriores a él, pero dentro del mismo siglo, Sorolla me parece un artista largo, excepcional, el primero de la época entre los clásicos. Hasta Borges y Bioy Casares lo citan en sus Nuevos Cuentos de Busto Domecq, no muy amablemente. Incluso entre las líneas del cubano Lezama Lima navegan sus barcazas levantinas.

El pasado mes de febrero, el programa de Dieter Brandau en es.Radio Los Catedráticos, se anticipó sobre Sorolla teniendo como primeros espadas a José Luis Garci y a Agapito Maestre, que lo tuvo presente en su estancia mexicana como "prodigio" de la luz valenciana – "Levante español esplendoroso" que definió Rosa Chacel de su pintura -, que hizo ver mejor, incluso a Azorín. No conmovió a José Gaos, al que dejaba inmutable todo el Museo del Prado. En fin.

Si lo expuesto no es suficiente para honrar la memoria de un hombre y un pintor como Sorolla, no se qué podemos hacer más. A los cien años de su inesperada muerte, bien podemos exigir una reconsideración de su figura y su posición en el mundo de la pintura. No me parece pedir demasiado. Podemos aportar más testigos de su relevancia, además de la contundencia de su obra misma, pero, ¿cambiará el prejuicio que se ha sembrado sobre él? Ojalá. Así quizá podamos aprender Cómo cambiar nuestra vida con Sorolla, reciente propuesta de César Suárez, una buena manera de acercarse a su figura.


[I] Este ha sido el lema general de la Exposición que con motivo de su centenario puede visitarse en su Casa Museo Sorolla de Madrid que descubre los últimos años de su vida sin pintar debido a su enfermedad y desvela la gran repercusión de su muerte.

[II] Ver el artículo de Patricia Fernández Lorenzo en la revista Ars Magazine, número 47, sobre el tema.

[III] Uno explícito es el de Ibiza Melián que examina algunas relaciones de Sorolla con los liberales de su época.

[IV] Cita Jesús Lainz textualmente a Pérez de Ayala y su decepción republicana: "No tardé en desengañarme. Lo que nunca pude concebir es que hubiesen sido capaces de tanto crimen, cobardía y bajeza. Hago una excepción. Me figuré un tiempo que Azaña era de diferente textura y tejido más noble. No podía contar yo con que la ausencia de la hormona testicular estragase hasta tal punto una buena inteligencia natural. En octubre del 34 tuve la primera premonición de lo que verdaderamente era Azaña."

En Cultura

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