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Póster Si fuera fácil

Judd Apatow, director y guionista de Si fuera fácil, ha sido el principal artífice de la renovación de la moderna comedia americana, y por mucho que se trate de una categoría esquiva, también es un autor con todas las letras. Dejando de lado juicios valorativos sobre su filmografía, que abarca títulos como Lío embarazoso o Virgen los 40, Apatow ha conseguido crear tanto con su labor televisiva como cinematográfica, ya sea como productor o en su faceta de director, un universo propio poblado siempre por actores cercanos a su concepción del humor y en el que traslada los arquetipos de la comedia gamberra a un territorio personal, definido por una serie de constantes tanto en cuanto estilo como a temática.

Quizá como reflejo de ese universo, o de esa evidente marca de fábrica, los protagonistas de Si fuera fácil son el matrimonio formado por Pete y Debbie, a quienes conocimos ya en la exitosa Lío embarazoso, todavía hoy el gran hit cómico de Apatow. Si en aquella éste analizaba la llegada a la treintena de un par de elementos a quienes la paternidad les pillaba con el paso cambiado, Si fuera fácil es la continuación real de ésta, en tanto –y pese al cambio de protagonistas, ya que estamos ante lo que llamaríamos un spin-off- Apatow se interna en la farragosa lucha de un matrimonio con dos hijas que acaba de entrar en la década posterior, la de la cuarentena, y que por eso mismo tiene que enfrentarse a las deudas, el desgaste y otras problemáticas familiares típicas de esa edad.

Y todo esto Apatow lo hace totalmente fiel a su estilo. Si fuera fácil es, de nuevo, el máximo exponente del cine de su autor, con casi todos sus defectos y virtudes: pese a que en esta ocasión se muestra muchísimo más certero en el retrato de su protagonista femenina, de nuevo nos encontramos ante una película abierta, que funciona por acumulación y no por progresión, en tanto el cineasta parece limitarse a acumular anédotas y gags sin que parezca existir una línea argumental o un final definido. Apatow cae también en otro de sus defectos habituales, sin es que lo anterior se trata de un verdadero defecto, que lo dudo: la duración. Si fuera fácil dura más de dos horas, probablemente unos cuantos minutos más de los que debería, y como consecuencia de lo anterior, bastantes de ellos son pura y dura reiteración argumental.

Pero todo esto lo hace con conocimiento de causa: pese a sus desajustes, que parecen fruto de la improvisación con la que Apatow afronta los guiones y los rodajes, Si fuera fácil está marcada en el fondo por certero análisis psicológico de una pareja de Peter Panes elaborado de una forma tan cordial como compleja, con tanto gusto por el humor cafre y el diálogo escrito salido de la aspiración de marihuana, como marcado por la atención meticulosa y sádica a las mínimas contradicciones de sus protagonistas. Si fuera fácil es, podría decirse así, una película europea metida dentro de una comedia USA, cuyo motivo de ser no es contar una historia con un conflicto claro (Apatow tarda casi hora y media en exponer con claridad las deudas del matrimonio) sino el relajado y distendido retrato de dos risueños y acomodados californianos en perpetua crisis de identidad, una crisis que -no me cabe ninguna duda- es la de todos. Cuando acaba la película, el fan de Apatow sale con la impresión de conocer de verdad a éste y sobre todo a Pete y Debbie, interpretados de nuevo por esos prodigios de naturalidad llamados Paul Rudd y por Leslie Mann, a la sazón esposa en la vida real del propio director (con todo lo que ello acarrea).

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