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Juan Manuel González

Crítica: 'Power Rangers' (2017)

¿Y si les digo que la película no está tan mal?

¿Era necesaria una reinvencion de los Power Rangers? ¿Estamos ante un mito a la altura de -por ejemplo- Batman, Superman o Capitán América; eventos catódicos como Misión Imposible; o franquicias jugueteras como Transformers, con la que la pelicula de Dean Israelite guarda más de un punto en común? Las respuestas las deducirán ustedes -espero- del texto que se despliega abajo, pero el arruinar o ensalzar una película en base a un supuesto concepto de obligatoriedad/necesidad es algo que prefiero dejar a otro tipo de comentarista.

Dicho de otro modo, si hacía falta una nueva película de los Power Rangers al margen de la más o menos legítima ambición comercial del producto, o de si es bueno o malo o regular alimentar la nostalgia millenial que planea por el cine y la televisión popular USA desde hace unos años, es algo que les dejo a ustedes, por mucho que uno pueda objetar cosas a la nueva moda en curso, consistente en dar alimento nostálgico al fanboy y rentabilizar la experiencia. Algo que tan bien domina Disney con Star Wars, sus remakes en imagen real y otras cuantas más franquicias (y tan mal por otros muchos experimentos fallidos de la industria).

Pero lo cierto es que un servidor, que ciertamente no esperaba nada del reboot de la serie tokusatsu de los noventa, (que fue readquirida en el 2010 por su propietario original, Haim Sabam, productor del nuevo evento) y desde luego no era en absoluto fan de la misma, se divirtió más de lo que creía con la película de Israelite, primo de uno de los obreros favoritos de Michael Bay, Jonathan Liebesman (Ninja Turtles, Matanza de Texas: el Origen) y director él mismo de otra producción de la casa del director de Transformers, la reciente Project Almanac.

¿Significa eso que la nueva Power Rangers es una buena película? En absoluto, pero también es cierto que hace gala de una honestidad importante, tanto con su espectador (tanto el treintañero que disfrutó de la serie como del nuevo adolescente consumidor de Marvel) como con los propios personajes juveniles que protagonizan este "coming on age" superheroico, todos ellos arquetipos mejor capturados y reflejados que en otras cintas destinadas a la misma audiencia. Es precisamente en sus escenas de rebeldía juvenil, o cuando la película de Israelite se mueve en coordenadas similares al del cine de John Hughes, que sus Power Rangers funcionan razonablemente bien. Su manera de reflejar de forma ligera pero digna los conflictos familiares y de identidad adolescentes funcionan como una válida recreación de la comedia escolar que instituyó Hughes en los 80, enriqueciendo un guiño nostálgico, el de la serie de televisión, con otra actualización de una moda precedente. Una capa inesperada que enriquece una aventura que el director presenta turboalimentada con el estilo visual hipercinético de Michael Bay, preñando de estímulos y movimiento continuo cada estampa visual, diseminando notas de humor grueso en la fantasía kitsch, rodando con muchos, muchos planos holandeses.

Digo esto porque Power Rangers, al margen de algunas escenas de doble lectura (se me ocurre la diabólica aparición de Rita Repulsa en el dormitorio de Trini: ver cuando la villana le sugiere a la joven, lesbiana para más señas, cómo "esta conversación podría ser muy distinta") no hay tema aparte de la fantasía de poder adolescente, de la legítima reivindicación de este puñado de desheredados como héroes elegidos del mundo. Pero en esa primera mitad del filme, cuando todo permanece atado a cierta realidad, que el filme resulta particularmente desprejuiciado, dinámico y delicioso. Será en la segunda hora, precisamente la sección "Power Ranger" del conjunto, cuando toca representar la mitología kitsch de la serie en clave de película Marvel, cuando el invento se viene abajo hasta cierto punto. No hay una particular reordenación o reinterpretación de los elementos (quizá esta vez no era posible, no había donde rascar), por mucho que el espectáculo digital cumpla sin más. Menos mal que Israelite sabe darle un sabor a modesta serie B al filme, y que todavía entonces todavía nos queda una excelente Elisabeth Banks pasándoselo como nunca para animar el desenlace.

Pero pese a ello Power Rangers sigue resultando una película decente. Ojo, los héroes trajeados no aparecen hasta el tercer acto del largometraje, y cuando lo hacen no brillan a la altura esperada. Pero el filme cumple con lo estipulado y resulta incluso agradable en su espectacular modestia. Israelite, quizá consciente de que la mitología que debe respetar quizá juegue en su contra, se recrea en una dinámica presentación de los personajes y la puesta en escena, y demuestra talento cuando miniaturiza, simplifica el espectáculo. La planificación del asalto de Rita Repulsa a la joyería, resulta en tres planos tremendamente expresivos, remite al aliento fantástico del Sam Raimi más primigenio. Y aquella en la que los protagonistas descubren la nave alienígena (y la referencia que esconde a Alicia en el País de las Maravillas) gozan de un "sense of wonder" inusitado. Son destellos de genio en un filme que finalmente se consagra al espectáculo digital y que no oculta su naturaleza derivativa de la saga Transformers y el cine Marvel, pero que se consume con superior agrado al esperado.

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