
La sagacidad de Santiago Segura está fuera de toda duda. Agotada, al menos de momento, la saga torrentiana, el actor y director se ha reciclado en silencio pero a la vista de todos en un consumado director de cine familiar. Una cabriola inconcebible hace unos años que, sin embargo, le sigue reportando éxito a tenor de la llegada casi consecutiva de tres comedias blancas (Padre no hay más que uno, su secuela y la aquí presente, A todo tren) que coinciden en adaptar éxitos extranjeros y, de paso, quizá evitarse la consabida polémica en una sociedad que necesita cada vez de más coartadas para tolerar el esperpento o el humor gamberro.
Y eso que de todo hay un rato en A todo tren: Destino Asturias, una película donde Segura apunta más alto y además lo hace con seguridad y ganas. La comedia está confeccionada con más ambición que sus dos anteriores aventuras veraniego-familiares, tanto en fondo como en forma, y apela también a un público más amplio y adulto de la mano de la imposible y cuñada relación "road-movie" entre Segura y Leo Harlem, este último el abuelo de dos de los niños que hay que "escoltar" hasta el campamento de verano. Disney, Hughes, slapstick y otras variantes se dan cita en una película en la que intenciones y resultados se dan la mano de una manera natural y engrasada.
A todo tren remite tanto a las comedias vacacionales USA de los ochenta (Dos cuñados desenfrenados, Las locas vacaciones de una chiflada familia americana) como a otras fórmulas pintorescas europeas y sí, tipos nacionales picarescos y berlanguianos, con interludios infantiles comandados por un Florentino Fernández que entiende a las mil maravillas el villano de opereta que le ha tocado en carnes. El resultado es una película con algún bajón de ritmo pero una inapelable fortuna cómica, reforzada por una serie de cameos más funcionales que en otras ocasiones y que por eso mismo contribuyen a una dosis razonable de vitriolo que no elude, ni siquiera, una nada velada autoconsciencia crítica. Lo cierto es que, entre una cosa y otra, Segura, que se sirve de dos grandes subtramas para aligerar, acierta de pleno con una película que hace honor a su intención de entretenimiento hogareño pero con una peligrosa, y afortunada, vena psicótica.
Licenciado en Historia del Arte y Comunicación Audiovisual en la UCM de Madrid. Colaborador en esRadio. Crítico de cine y series en Libertad Digital. Una de las voces del podcast Par-Impar.
