
En Estados Unidos gustan mucho de esos espectaculares regresos, "comeback" dicen ellos, tras periodos de descanso. El actor Channing Tatum, parado desde hace unos años tras un frustado proyecto de superhéroe Marvel, ha llegado esta primavera por partida doble con La ciudad perdida y la aquí presente Dog. Un viaje salvaje, marcándose uno de esos "comeback" en toda regla con dos películas que comparten un ADN más propio del entretenimiento de décadas pasadas y, en el caso de la road-movie perruna, una notable marca personal.
En efecto, Dog está dirigida por el propio Tatum y su colaborador Reid Carolin, y es más americana que la hamburguesa, por lo que su existencia solo puede deberse a la iniciativa de su estrella. La película toma forma de road-movie sobre la relación de un ex-soldado que trata por todos los medios de regresar al frente y el perro de su compañero Ranger, fallecido en circunstancias que se sugerirán solo bien avanzado el metraje. Ambos, hombre y perra, son de especies distintas pero comparten pasado y trauma, y el viaje hasta el entierro del mejor amigo de ambos sellará una relación donde comedia, drama e incluso cine de acción se entremezclan de manera amena.
Dog. Un viaje salvaje es una película tan amena y humilde que solo puede caer bien. Aborda el menosprecio a los soldados tras volver del frente y las múltiples consecuencias físicas y psicológicas de la guerra, también trata la camaradería entre soldados con un sentido de la ética que no veíamos desde los filmes patrióticos de la factoría Bruckheimer. Tatum y Carolin también adornan el relato con notas de humor a costa de las generaciones "woke" y su repugnante corrección política que resulta sorprendente en tiempos que corren. En conjunto Dog es, más que una película de un perro, un relato sobre dos seres que abordan un trauma similar y en la que el animal ayuda a la persona a despertar a una nueva vida.
Todo ello rodado sin excesos pero muy bien por el cinematógrafo Newton Thomas Sigel, capaz de explotar los paisajes del interior norteamericano mientras Channing Tatum en calidad de actor demuestra una vez más que su gran virtud en pantalla no es su físico, sino su gran naturalidad. Dog. Un viaje salvaje es, por eso, una película menor, pero también una que logra absolutamente todo lo que se propone. Y si, como defiende la película, a veces un perro es más que un perro, también una sencilla película puede ser más que eso.
Licenciado en Historia del Arte y Comunicación Audiovisual en la UCM de Madrid. Colaborador en esRadio. Crítico de cine y series en Libertad Digital. Una de las voces del podcast Par-Impar.
