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Crítica: 'Guardianes de la Galaxia: Volumen 3 de Marvel Studios

Los Guardianes de la Galaxia llegan a su final en la tercera entrega de la saga.

Los Guardianes de la Galaxia llegan a su final en la tercera entrega de la saga.
Guardianes de la Galaxia 3. | Disney

Despedida y cierre de los Guardianes de la Galaxia, al menos tal y como se les conocía hasta ahora, esta tercera entrega supone en realidad el adiós del universo Marvel del director y guionista James Gunn, responsable de la traslación cinematográfica de los personajes y establecido ya como líder de la distinguida competencia en DC/Warner. Si la primera película se presentó como, a su manera, una suerte de paréntesis o ampliación con relativa independencia de la construcción del Universo Marvel, con Gunn ensayando modos y maneras de la serie B, la nostalgia y la ciencia ficción en ese momento nuevos en la franquicia (han pasado casi diez años, señores) este relativo desenlace sigue en esa brecha, pero sin la limpieza argumental de aquella primera entrega.

Algo que no empaña totalmente los resultados de una película que, de nuevo, es demasiado larga por mucho que certifique la capacidad de Gunn para introducir elementos controvertidos, sórdidos, emotivos y rebeldes en un universo acomodado y cada vez menos dado a ellos. Pero también que no parece haber invertido mucho esfuerzo en volcarlo en una narrativa cohesionada, orgánica y con una adecuada continuidad, en ocasiones de una autocomplacencia crepuscular un tanto impostada para su autor.

Afortunadamente Guardianes de la Galaxia Vol. 3 anda lejos de la insoportable autoconsciencia de otros directores de total confianza del estudio como Taika Waititi (Thor: Love and Thunder) o la total impersonalidad y virtual inexistencia de otros como Peyton Reed (Quantumania). Gunn hace por introducir elementos típicos de su imaginación viscosa y sórdida proveniente de la Troma (ahí está el cameo de Lloyd Kaufman, y por supuesto de toda su pandilla de fetiches) pero sus esfuerzos por resultar un friqui devenido adulto maduro, de aportar una reflexión emocional e incluso, en este caso, ofrecer un tratamiento de dignidad trágica a las bondadosas criaturas que pueblan un segmento del largometraje (el de los flashbacks de Rocket Raccoon) no están siempre bien integradas en el relato.

Gunn está un tanto ahogado por la sobreabundancia, de medios, personajes, obligaciones contractuales y con sus propios compromisos artísticos, y pese a que su conocimiento del medio es francamente superior al de los directores nombrados, no puede evitar que la narrativa se resienta. Existen elementos de puesta en escena interesantes, aunque uno no sabe si son suyos o de sus expertos colaboradores técnicos. Y aunque hay que decir que los efectos visuales tan criticados en las últimas películas de la factoría están aquí perfectamente ejecutados, todos y cada uno de ellos, pero donde la película sufre en el aspecto de la pura ejecución de guion. Gunn no puede evitar que sus personajes campen un tanto desconectados de una historia (la nueva incorporación, Adam Warlock, cuyas apariciones resultan erráticas a más no poder, y el caso de Rocket es representativo a más no poder). Ésta en ocasiones resulta inconsistente y si la desproveemos de sus adornos, resulta simplemente pobre, pero pese a que estos fallos puedan resultar terribles sobre el papel, criticar esos adornos sería profundamente injusto. La película se guarda poderosos ases en la manga.

Quizá a modo de rechazo de la fórmula Disney, Gunn evita en todo momento la orgía de cameos en los que se ha convertido el show y opta por ir, si bien de manera imperfecta, a lo suyo y solo a lo suyo. Fiel y cariñoso con sus personajes, Gunn prefiere centrarse en ellos y trata de llevarse la fiesta a la ciencia ficción y la comedia negra, si bien con segmentos ciertamente distintos a los habituales. La sección en la Contratierra en una especie de Star Trek 4 en una Tierra alternativa con ecos del Dr. Moreau y un villano quizá pobre en sí mismo, pero que mejora cuando pensamos en sus implicaciones morales. Que su fábula Marvel aterrorice al personal abordando el maltrato de los bichos por causas mayores es un tremendo acierto temático, proporciona instantes de pura pesadilla e impulsa automáticamente su película a territorios emocionales complicados, en tanto el director se muestra tajante como pocas veces lo ha hecho un realizador Marvel.

Perjudicada por la introducción de los flahsbacks de Rocket, por otro lado necesarios para el invento, y por otros momentos que no logran la implicación emocional pretendida (pero al menos la buscan), Guardianes de la Galaxia Vol. 3 pasa por ser la mejor película de la factoría en años recientes y quizá la última de lo que hemos entendido hasta ahora como "película Marvel". Un ejemplo de cine profundamente comercial y a la vez hondamente personal, fuera de agenda en aquello que quiere y sincero en sus propios términos.

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