
Si la energía no se destruye, solo se transforma, el cine de acción podría haber hecho lo mismo en la figura de Gerard Butler. El actor de 300 ha conseguido convertirse en un defensor casi incorrupto del thriller de acción clásico en todas sus variantes en extinción (robos, espías, secuestros, catástrofes…) mientras la industria se pierde en multiversos superheroicos y corporativos. La cita anual de 2023, o la primera de ellas, es esta Operación Kandahar donde el británico se pone de nuevo a las órdenes de Ric Roman Waugh, uno de sus sospechosos habituales pero siempre honesto director (y uno que aquí podría firmar su mejor película).
Butler, que recientemente se apuntó un tanto comercial con la muy correcta El Piloto, es aquí un operativo de la CIA cuya labor se ve comprometida por una filtración de uno de esos -ya saben- periódicos demócratas de Washington. Comienza entonces una contrarreloj para salir de Afganistán en la que el espía y su intérprete se ven perseguidos por, literalmente, todo el mundo con un arma disponible. Y eso en Kandahar equivale a decir mucha gente.
Basándose en la acción física y sin filigranas, Operación Kandahar muestra a un Ric Roman Waugh, antaño doble de acción, como un competente artesano del thriller "a lo Paul Greengrass" oscilando algo más a la derecha. Con un estilo de cámara realista pero sin afectaciones, se maneja en la sencilla ramificación política con un pulso notable hasta que empieza la acción. Y la que ofrece la película es realmente buena, bien escalada y a la postre, variada. La aparición de un helicóptero en medio de la noche y la resolución del momento, así como el agónico desenlace del film, demuestran que Waugh (que dirigirá la secuela de la mítica Máximo Riesgo con Stallone) es ya un artesano capaz de insuflar una nueva vida, aunque sea temporal, al thriller de la Guerra Fría.
Operación Kandahar se guarda en todo caso otro as adicional en la manga, y es la dignidad que concede a personajes secundarios que perfectamente podrían no tenerla. Sin tampoco presumir de drama humano, la relación entre Harris y Mohamed resulta entrañable e incluso el retrato de sus perseguidores afganos ofrece matices más allá del clásico enfrentamiento de buenos contra malos.
