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¿Qué podemos hacer con Isabel Coixet?

Los ritos amorosos y matrimoniales de los franceses hijos de Sade están más allá, sospecho, de la comprensión de una hipster socialdemócrata catalana.

Los ritos amorosos y matrimoniales de los franceses hijos de Sade están más allá, sospecho, de la comprensión de una hipster socialdemócrata catalana.
Isabel Coixet. | SEMINCI

La directora de cine española Isabel Coixet ha leído un libro de una actriz que trabajó con Robert Bresson y en el que relata cómo el cineasta la cortejó durante el rodaje de Al azar, Baltasar. El libro no es autobiográfico, sino que es una novela del ese género híbrido que es la autoficción. Y la ficción, sea auto o hetero, disuelve cualquier atisbo de verdad como sangre de Alien. Pero compremos la visión inquisidora de Coixet sobre Bresson a partir de la experiencia envuelta en el celofán de la invención literaria de Anne Wiazemsky, que así se llama la inolvidable actriz de la película protagonizada por un burro.

Robert tenía 64 años y Anne, 17. Corrían los contraculturales y subversivos años 60 que eclosionarían, libertinos y poliamorosos, en la arena incendiada de pasión bajo los adoquines racionalistas de París. Por poner en perspectiva, cuando el actual presidente de Francia fue seducido por su profesora de Literatura, con la que sigue felizmente casado (que sepamos), él tenía quince años y ella, cuarenta. Los ritos amorosos y matrimoniales de los franceses hijos de Sade y Laclos están más allá, sospecho, de la comprensión de una hipster socialdemócrata catalana.

Robert invita a Anne al cine, donde le acaricia el brazo. La lleva a las terrazas de los cafés donde la invita a ídem. Le compra ropa (¿Chanel, Balenciaga?) y hace que se la pruebe delante de él. La llama por la mañana, por la tarde, por la noche. Robert es tierno en los cines, pero Bresson es un tirano en los platós. Hay unas cuantas películas, francesas claro, sobre esto del amor intempestivo: Rohmer, Sautet, Ozon. Coixet cuenta como si fuese una tortura que Bresson le haga repetir una secuencia treinta veces, a pesar de que la directora sabe que repetir una secuencia varias veces es algo más que normal, sobre todo con una actriz primeriza como era Wiazemsky.

No cuenta Coixet que Wiazemsky tiene otra autoficción en la que relata su relación con otro director a la altura cinematográfica de Bresson, Godard. En Un año ajetreado narra cómo ahora es ella la que acosa, por seguir la descripción de Coixet, al director. No le conoce apenas, pero le confiesa que le ha gustado mucho su última película, Masculino/Femenino, y que además lo ama como hombre. Esto también es propio de los usos y costumbres de las francesas: ven una película y declaran su amor al hombre que la hizo. Estas cosas no creo que le pasan a Santiago Segura, pero en el país galo es la norma. La propia Wiazemsky reconoce que había actuado sin calibrar el alcance de sus palabras. Vuelvo a insistir: son franceses, son sus costumbres y hay que respetarlas (dicho en modo irónico, que todo hay explicarlo en esta era de analfabetismo funcional y puritanas estreñidas).

Jean-Luc tiene 36 y Anne, 19. No sé si esa diferencia de edad es tolerada ahora por el Ministerio de Igualdad y la Policía de las Buenas Costumbres. El caso es que Anne, tras un par de copas de champagne en fiestas literarias, asalta a hombres que no conoce de nada y les pide cosas como que le den clases de Filosofía. No lo digo yo, sino que lo cuenta ella misma en la mencionada Un año ajetreado. Y tan ajetreado. El tipo al que le pide que le imparta unas lecciones de Filosofía es Francis Jeanson, un amigo de Sartre y Beauvoir que estaba involucrado en actividades terroristas en Argelia. Fue el sicario intelectual que usó Sartre para la crítica desfavorable de El hombre rebelde de Camus. Dios cría a estos advenedizos del terror y adictos a las ideologías estupefacientes y ellos se juntan. Al salir de la fiesta, un amigo de su edad le espeta a Anne: "¡Va a ser cierto que solo te gustan los viejos!". No pretendo juzgar a la joven Anne al estilo de lo que hace Coixet con el viejo Robert. Simplemente amplío el foco de visión. ¿Qué es lo que lleva a un viejo, sea de 60 o de 40, a querer estar con una jovencita? Anne lo explica: cuando estaban con ella, rejuvenecían. Ella es joven y bonita; ellos, poderosos e inteligentes. Jean-Luc le regala discos de Mozart y habla y habla sin parar de cine. Intercambian juventud por sabiduría, por decirlo de una manera galante.

Nos besábamos en los portales, y cuando aparecía alguien nos escabullíamos. Nos lo pasábamos de maravilla, con él me sentía como con mis amigos de infancia. En aquellos momentos, él tenía mi edad, lo cual había dejado de sorprenderme. Me venía a la memoria una frase que había oído no sabía dónde: ‘Las personas a las que quiero tienen mi edad’. Era exactamente eso.

Se pregunta Coixet que qué hacemos con las obras del afamado y consagrado Bresson si compramos su relato de que era un viejo verde asaltacunas, a medio camino entre el marqués de Sade y Harvey Weinstein. "¿Seguimos viendo sus películas como si tal cosa?". Siguiendo su lógica, por llamar de algún modo a su forma de argumentar, tras Bresson también caerían Kubrick, al que menciona explícitamente, Murnau, Buñuel, Ford, Hitchcock, Bergman, Rossellini, Stroheim, Wilder... Por restringirnos solo al cine, porque como ampliemos el perímetro artístico caerían desde Sófocles a Shakespeare, de Caravaggio a Picasso.

Si les digo la verdad, nunca me cayó bien Bresson, el habitual narcisista paranoide que se cree que encarna la pureza cinematográfica y mira por encima del hombro al resto de los mortales. Vincent Minnelli puso en su sitio a estos enfaticalistas pagados de sí mismos en la maravillosa Una cara con ángel. No participo de la idolatría que lleva a los groupies a adorar a sus ídolos artísticos. Tampoco me caen bien, por diversos motivos de sus vidas personales, ni Hitchcock, ni Buñuel, ni Godard, ni Ford, ni Tarantino, a los que, por otra parte, admiro incondicionalmente como cineastas. Otros grandes directores sí que eran grandes personas (aunque no santos, por lo que tampoco satisfarán el alto estándar moral de la beata Coixet) al estilo de Truffaut, Berlanga, Pasolini, Tarkovski y Capra. El arte no es una ONG, no salva almas ni nos hace mejores personas. Sus valores no son los de la ética, ni las de la política, sino los de la estética.

Pero ya sean mis despreciados en lo personal Bresson y Hitchcock o mis admirados como seres de carne y hueso Berlanga y Lynch, lo que jamás caeré es en la confusión estética y ética entre lo cortés y lo valiente, la denuncia de su comportamiento rastrero con el cancelamiento de una obra inmortal. Parafraseando al doctor House, ¿qué prefiere, estimado cinéfilo, a una directora de cine empática e inclusiva que le mata de aburrimiento o a un cineasta que forma parte de la historia universal de la infamia mientras le hace vivir una aventura artística sin parangón? O, dicho de otro modo, ¿en serio alguien tiene alguna duda sobre preferir una sola secuencia del infame Robert Bresson, asumamos el relato políticamente correcto, a la filmografía entera de la muy superior moralmente Isabel Coixet?

La censura ad hominem que pide Coixet para Bresson, entre lo moralista y lo puritano, tiene un reverso todavía más tenebroso en esta era de simulacro woke. En la última encuesta de la revista Sight and Sound sobre las mejores películas de la historia ha aparecido en primer lugar una película de la cineasta Chantal Akerman. La encuesta de Sight and Sound se realiza cada diez años y muestra los cambios de paradigma. Si al principio dominaba el cine europeo con Ladrón de bicicletas, luego lo hicieron Ciudadano Kane y Vértigo. En cualquier caso, tanto las películas de Vittorio De Sica como de Welles y Hitchcock podrían estar por derecho propio artístico en lo más alto de la clasificación, del mismo modo que podrían estar cien películas de esa lista y otras cien que no están. Pero lo que es indudable es que la película de Akerman no está por derecho propio, sino porque, signo de los tiempos, había que poner una película de una mujer que tratase sobre una mujer y que, además, tuviese un mensaje social que transmitir sobre una mujer alienada por el heteropatriarcado. Akerman tenía todas las papeletas. Leni Riefenstahl hizo mejores películas, pero eran sobre nazis, así que ni mencionarla. Varda reúne más requisitos, pero Cleó de 5 a 7 rebosa amor a la vida y brillante frivolidad dentro de la profundidad de su tema. Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles, la película de Akerman, es todo lo que puede desear un aspirante a crítico cinematográfico sesudo de izquierdas: aburrida, conceptual, activista, crítica. Una obra maestra del cine que antes se llamaba de "arte y ensayo" (no quiero decir que sea mala, al revés, me encanta el cine artie aburrido, véase Satántangó de Bela Tarr).

Con criterios como los de Coixet tendríamos que quitar de la lista de Sight and Sound no solo a Bresson sino también a Godard, John Ford, etc. Entonces, me temo, nos quedaríamos solo con quien pudiese acreditar un perfil irreprochable. Es decir, gente como Chantal Akerman y, qué casualidad, Isabel Coixet. Si en lugar de criterios estrictamente estéticos, racionales y objetivos pasamos a estándares políticos correctos, sensibleros y subjetivos sería el definitivo triunfo del paradigma posmoderno sobre el ilustrado. Pero, ¿en serio queremos vivir en un mundo donde La vida secreta de las palabras y Un amor está por encima de Pickpocket o Un condenado a muerte se ha escapado? Es verdad que, por citar a alguien que admira las películas de la catalana, Coixet hace un cine de "pura ternura que te gustará si amas un buen drama romántico y esas películas tristes para llorar sin parar", mientras que con Bresson las lágrimas están tan prohibidas como la gestualidad de sus actores. Pero si se trata de elegir entre pura ternura y puta inteligencia, al menos yo lo tengo claro.

No descartemos, sin embargo, que Coixet haya elegido una estrategia de psicología social inversa, de manera que al pedir el cancelamiento moral de Bresson esté en la práctica incitando a ver sus películas a aquellos espoleados por el morbo de lo políticamente incorrecto y lo moralmente subversivo. Si es el caso, aquí les dejo un enlace a las películas del maestro francés en Filmin. Que les aproveche.

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