
El destino, o las decisiones empresariales del estudio, ha querido que la nueva versión de Salem’s Lot, la novela de vampiros de Stephen King publicada en 1975, se estrene igualmente en televisión. En los 70, la celebrada adaptación de Tobe Hooper en forma de miniserie televisiva (que en España sí se mostró en cines) se saldó con icónicos resultados. Y el largometraje aquí presente, ideado para su estreno en salas pero guardado en un cajón durante dos años (quizá pesó el miedo tras el fracaso de Doctor Sueño, otra adaptación de King para Warner) aspira a repetirlos reformando su estética y narrativa para los postulados de la nueva New Line marcada por los éxitos de It y la saga Expediente Warren.
Dirigida por el guionista de las citadas, El misterio de Salem’s Lot resulta, tras muchos dimes y diretes, en un buen ejercicio de terror amable. Amable porque, tras una larga y eficaz presentación de personajes, en donde Dauberman trata de dejar respirar y hacer a los personajes recreándose en la atmósfera otoñal de la América rural de los 70, evidentes recortes en la edición y duración del filme restan impacto a la peripecia. El film llega, al fin y al cabo, detrás de la serie televisiva Misa de Medianoche, de Mike Flanagan, que en su infinita crudeza y oscuridad ya servía de adaptación bastarda de la novela citada.
El impacto de la fábula en la que un vampiro llega a una pequeña localidad rural de Maine queda por ello atemperado, necesitado de -precisamente- esos pequeños momentos traumáticos a lo Mike Flanagan. Si en la novela, King logró restaurar un argumento gótico para la nueva normalidad de los 70 y la serie hizo lo propio para la televisión del momento, la película de 2024 es una suficiente adaptación a los postulados de cine en salas del siglo XXI… pero voluntariamente frenada para, quizá, buscar un público más cercano a simulacros familiares como Stranger Things.
Entretenida como es, El misterio de Salem’s Lot deja una sensación de ligera decepción. Los hallazgos y cambios respecto a la novela, como ese desenlace en un autocine sabiamente preparado por Dauberman, nos anunciaban un filme con conocimiento de lo que está haciendo y, desde luego, con un carácter más épico, como precisamente esa adaptación de It con la que Warner Bros logró dar en la diana. El director traza paralelismos entre la Biblia y un cómic que bien podría ser La Tumba de Drácula de Gene Colan como depositarios de la mitología adecuada para combatir el vampiro en una sociedad que ha olvidado. Y la transformación del medio de transporte americano en ataúdes en su desenlace es una idea brillante bien aprovechada por Dauberman.
Afortunadamente e inevitablemente, el film sí logra trasladar esa sustancia intrínseca a la novela, y válida para cualquier década, en la que el Mal solo necesita de la pasividad y la desgana para triunfar. El vampiro Barlow apenas parece encontrar resistencia en la desbordada comunidad de Salem’s Lot y solo un puñado de creyentes opondrán resistencia. El resultado es un film bien hecho cuya capacidad de impacto ha sido lamentablemente suavizada en decisiones de postproducción ajenas a sus propios creadores.

