
Ciencia ficción y comedia canalizados a través del absurdo son, de nuevo, los elementos sobre los que el francés Quentin Dupieux construye su nueva (y, de nuevo, sucinta: 75 minutos) fábula surrealista, Daaaaaalí!. La excéntrica carrera del director de Rubber o Increíble pero cierto parecía hecha para dialogar con la del genio español Salvador Dalí, del que, de nuevo, los franceses aprovechan a reinvindicar para sí ante la habitual inopia española en una película en la que no uno ni dos, sino ¡cinco! actores distintos interpretan al pintor.
Pero nacionalismos aparte, en Daaaaaalí! -que toma como punto de partida una entrevista al artista solo para después volverse loca a base de paradojas- el surrealismo pasa por la vía la vía de la caricatura disparatada, provocando hilarantes secuencias dignas de los inspiradísimos Zucker-Abraham-Zucker de Aterriza como puedas (caso de la primera aparición de Dalí en el pasillo) y una caracterización del artista que linda con el dibujo animado.
Eso provoca que la comedia sea para muy cafeteros, tanto de Dalí como sobre todo de Dupieux, aunque también reporta momentos brillantísimos como el citado y otros tantos como la lluvia de perros (y esa económica secuencia de la venta del cuadro, donde Dupieux fulmina todo el sistema del arte contemporáneo). La buñueliana idea de desgajar en cinco actores a Salvador Dalí multiplica el efecto absurdo de la película, que depende exclusivamente de que el aspectador trague con la caracterización narcisista y ególatra de Dalí.
Servidor la encontró divertidísima, de modo que adelante con ello. Puede que Daaaaaalí! no pase a la historia por absolutamente nada, pero al menos desenreda una larguísima secuencia, la del sueño del sacerdote, que sirve a Dupieux para preñar de lecciones narrativas (por su libertad y anarquía) el filme de ciencia ficción más revirado. En él, el gag se erige como columna vertebral narrativa prolongándose durante minutos y minutos en un filme que se vanagloria del absurdo con toda justicia.

