
El euro-thriller o versión europea de este género tradicional, querido y aceptado en todas las cinematografías, ha encontrado en el actual boom de la novela negra más comercial todo un argumentario del que beber. Pero beber por beber es tontería, y La huella del mal, protagonizada por Blanca Suárez, desaprovecha bastantes elementos estilísticos para, en el fondo, proponer un cómodo paseo más propio de una película de streaming más o menos bien resuelta que, por ejemplo, un thriller más contundente y extremo (y también en un enclave natural notable) como la francesa Los ríos de color púrpura.
Una referencia un tanto aleatoria, lo sabemos, pero que da la medida de las virtudes y defectos del film. Adaptación de la novela La huella del mal a cargo de su propio autor, Manuel Ríos San Martín (Ed. Planeta), la película sigue la investigación policial de una pareja de detectives más bien mal avenidos en plena oleada de asesinatos en el yacimiento arqueológico de Atapuerca.
La huella del mal, sin embargo, confunde la caracterización de los personajes con la plantación de una serie de conflictos sentimentales más propios de un relato adolescente que de un procedimental policial. Buscando la empatía con los personajes, Ríos San Martín desaprovecha el aire de horror folk que podría recorrer el relato en pos de una investigación sota-caballo-rey que no profundiza en la arcana simbología y derivas psicológicas de criminales y perseguidores.
Hasta ahora el debe, pero en el haber de la película, una puesta en escena pulcra y cuidada que sabe aprovechar muy bien el privilegiado paisaje rural de Atapuerca, que refleja adecuadamente los escenarios naturales e incluso orquesta alguna secuencia de persecución reseñable dentro de esos enclaves. Para el recuerdo, también, un par de secuencias climáticas de sexo donde La huella del mal sí hace por imbuirse de ese clima malsano, enfermo, una vez desembarazados por fin de los diálogos que en ocasiones deben recitar los actores y entregados a imágenes perturbadoras.
Con una vena "exploit" latente (la originalidad ya no es el punto a favor de estas novelas de éxito) pero nunca aprovechada, La huella del mal podría haberse convertido en un divertido y menos impostado ejercicio de suspense policial. Al final, lo que queda es una película cómoda de esas que podrían verse en cualquier pantalla doméstica.