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'The Studio' (Apple TV+) es la gran serie que 2025 necesitaba

The Studio, que va a episodio semanal en Apple TV+, es una de las series más interesantes de la actualidad.

The Studio, que va a episodio semanal en Apple TV+, es una de las series más interesantes de la actualidad.
The Studio | Apple TV

Las series de streaming, con su brutal cadencia de estrenos y (supuesta) variedad de estilos, han difuminado un tanto esa etiqueta de "premium TV" que prometieron hace ya algunos años. Hay una, la comedia The Studio de Apple TV+, que sin embargo podría ganarse esa cada vez más disputada consideración gracias a un equilibrio entre fondo, forma y puro divertimento (quizá para muy cafeteros o interesados en el devenir de la industria cinematográfica) que a muchas se les escapa.

The Studio narra las vicisitudes de Matt Remick (Seth Rogen), un novato jefe de estudio que junto a su equipo de ejecutivos en traje trata de sacara delante el abanico de películas que teóricamente debería salvar al estudio que regenta. En un tiempo de streaming, blockbusters basados en propiedades y nombres hechos, y en definitiva negocio contra arte, Remick va a sufrir lo suyo para tratar de preservar la poca dignidad que le pueda quedar al negocio.

Claro que la serie creada por el propio Rogen y su colaborador habitual Evan Goldberg, habituales en las comedias gamberras de las dos últimas décadas como Juerga hasta el fin, se las arregla para que la incuestionable sátira empresarial que es la serie se compagine con una faceta romántica pura, auténtica: The Studio respira amor al entretenimiento en todas sus facetas, tanto las grandes películas de autor de Martin Scorsese como, incluso, a los taquillazos basados en bebidas de sabores como Kool-Aid, marca a la que Remick debe dedicar todos sus esfuerzos para lograr la "four quadrant movie" o película para todos los públicos que supere a la competenca, centralizada en la mega –y meta– franquicia: Barbie.

Al final, lo más grande de The Studio, lo que cautiva, no es el desfile infinito de cameos de grandes figuras de Hollywood (ninguno gratuito, todos insertos de manera necesaria en el argumento), el evidente codazo-guiño a muchas personalidades que se verán reflejadas tras las cámaras o el conocimiento desde dentro del sector y la consecuente parodia del mismo. El personaje de Rogen, cinéfilo romántico pero deseoso de complacer, es un sujeto que lucha por compaginar sus propios intereses con los del entorno, algo que repercute no solo en el retrato íntimo del sujeto sino en el eterno debate de arte y/o negocio, lo que –sumado a la habitual ingenuidad de la que es capaz el intérprete– hace que no pueda resultar antipático pese a su evidente mezquindad.

En qué medida las presiones de la realidad y si lo subjetivo y objetivo, esto último el mundo del dinero tangible, pueden ser compañeros de viaje en este 2025 post-pandémico es un conflicto con el que casi todos pueden verse razonablemente identificados. Quizá la mejor escena en este sentido es la preciosa conversación que Rogen y la imprescindible Catherine O’Hara (¿quizá un trasunto de la ejecutiva de Sony Amy Pascal?) mantienen con el horizonte de Los Angeles al fondo.

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Rogen y O'Hara en The Studio | Apple TV+

Aunque, evidentemente, The Studio gana y mucho si el espectador sabe en que contexto se maneja Remick y su equipo de ejecutivos chiflados, si conoce la identidad pública de un director mítico como Ron Howard (de nuevo interpretándose a sí mismo, y no no una figura deífica sino un amenazante "cabrón rencoroso"), el cachondeo de Rogen a costa de su colega Nicholas Stoller, a quien menosprecia abiertamente, o la ironía de putear sin fin a un adorable Martin Scorsese a punto de dirigir su última película.

Donde la serie remata la jugada es con una espléndida puesta en escena que, sin grandes excesos –y cuando se producen, caso del "capítulo en plano secuencia", es en pos de un comentario mayor– navega bien por encima de la media televisiva, en todos los aspectos de la puesta en escena. La combinación de guiones de comedia de situación con una estructura en ocasiones más digna de un largometraje, donde las relaciones entre los personajes están sometidas a la acción y no al revés, resulta un adecuado híbrido entre esa televisión de prestigio que señalábamos y la dinámica de una película de cine.

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