
Uno puede afrontar Cuckoo, producción de terror de la productora Neon (Longlegs, Inmaculada) estrenada en SkyShowtime en España, desde al menos dos perspectivas. Por una, alabar la voluntad de estilo de su realizador, el alemán Tilman Singer, y sus evidentes ganas de crear un clima extraño y propio. Por otro, criticar cómo esas mismas ansias de erigirse en algo propio, diferente, visible en la elección de la actriz trans Hunter Schafer (Euphoria), distancian al espectador del drama psicológico y las relaciones familiares que fundamentan el relato (y que otros films más adocenados clavan con más fortuna).
No obstante, es la presencia de Schafer, realmente entregada al retrato de una adolescente disfuncional en una familia todavía más disfuncional, y sobre todo la de Dan Stevens haciendo de… Dan Stevens, lo que da un aire a Cuckoo que la cuidada puesta en escena de Singer no acaba de rematar, quizá porque lo misterioso de la propuesta y la locura de su desenlace no acaban de crear una amalgama clara.
La película, que juega con teorías adaptativas de la fauna, y en particular sobre la reproducción del cuco, para trazar una metáfora con la identidad de la chica protagonista y el misterio de sus relaciones familiares, resulta artificiosa y simbólicamente rebuscada. Pero es eso mismo, junto a un diseño de producción que mezcla elementos retro y otros contemporáneos (todo el mundo en Cuckoo parece vivir en los ochenta, aunque recurren a teléfonos móviles para comunicarse) otorga al film un aura de atracción innegable favorecido por, precisamente, una falta de explicaciones bien gestionada en su primera mitad.
Dan Stevens, actor de carrera imprevisible, parece consciente de ello y paladea todas y cada una de sus sílabas y minutos en pantalla. Y es su carismática presencia, junto a secuencias tan logradas como la primera aparición en bicicleta (en la que Singer juega con las sombras y los silencios) o el cuidado diseño de sonido lo que salva la funcion de los típicos vicios de las producciones A24 o Neon, tan conscientes de su etiqueta que se olvidan de sus raíces. Cuckoo es, en conjunto, un horror freudiano que navega entre el absurdo, un buen sentido del misterio y la atracción de su cuidada estética, pero que quizá no resista un segundo visionado una vez despojada de su aura "guay" y sus cartas están sobre la mesa.