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¡Cine español!

Ya sabemos, o mejor, los sabihondos de la Academia, de cualquier tocho académico, nos dirán que la alegría no figura en el catálogo de las virtudes aristotélicas.

Cine Paz, Madrid, calle Fuencarral, martes, 11 de noviembre, 19.30 h., sesión de pre-estreno.

He quedado media hora antes con Garci a las puertas del cine. Se retrasa. No llega. Imposible saber qué le pasa. No tiene teléfono móvil, aunque a veces utiliza el de los allegados, si la cosa es necesaria. Algo serio le habrá sucedido al bueno de Garci para faltar a la cita, o quizá yo no lo vi, entre la multitud que hacíamos cola para ver la película de Antonio Cuadri: Te protegerán mis alas. Al entrar en la sala me preguntaron el nombre de mi acompañante y el mío. Y respondí al instante: "Él es Luis Buñuel y yo José Luis Garci." Mi amigo Pedro, de natural muy tímido, no sabía dónde meterse y la señora portera soltó una carcajada, mientras nos abría el paso. Hasta yo mismo me reí de mi trola. Y es que la alegría siempre debe tener la puerta abierta para que entre en nuestras pobres y, a veces, aburridas existencias.

¡Alegría! Sí, alegría, y si es desconocida, aún mejor, porque todo lo bueno, todo lo que vale la pena, nace, y en eso no le falta tino al amigo que nos dejó plantado en la puerta del cine Paz, en medio de una desconocida alegría. Exactamente eso es lo que transmite la película de Cuadri: alegría en un entorno lleno de miseria social y pobreza moral, de brujería y pillaje, de corrupción política y bandidaje policial. Sí, la alegría puede considerarse una virtud, especialmente cuando se entiende como un hábito o actitud interior permanente, que se diferencia de la simple emoción transitoria o superficial. Se cultiva mediante la repetición de actos de bondad y optimismo, y no depende de las circunstancias externas. Se cultiva saliendo de uno mismo ("salir de sí", diría el filósofo Fernando Muñoz). Se fomenta al vivir el amor, la bondad y el servicio a los demás, lo que genera paz interior y alegría duradera. He ahí el retrato que hace Cuadri de una comunidad religiosa, especialmente el del protagonista, que da su vida por hacer de la alegría la gran virtud de los humanos…

Ya sabemos, o mejor, los sabihondos de la Academia, de cualquier tocho académico, nos dirán que la alegría no figura en el catálogo de las virtudes aristotélicas. No es moderada, equilibrada y prudente. No obedece al término medio que exige Aristóteles. Insistirán como martillos pilones en que la fortaleza, la templanza, la justicia, la liberalidad (virtudes morales), y la prudencia, la sabiduría, la ciencia y la técnica y la inteligencia (virtudes intelectuales o dianoéticas) no tienen porqué ser alegres. Ay, amigos, el rigor de este personal sólo puede ser calificado, como diría nuestro amigo ausente en el pre-estreno de esta gran película, de"rigor mortis". Quizá la alegría no sea una virtud, pero sin ella las "serias" virtudes pueden fácilmente quedar reducidas a meras abstracciones, o peor, a una plúmbea retórica de cómo alcanzar la felicidad.

No desprecio las ventajas de elegir el término medio. ¡Quién soy yo para criticar la virtud de la moderación! Pero, por la misma razón, nadie debería ser cuestionado o execrado por caer en el extremismo. ¿O acaso no es una exageración intentar crear una ciudad para muchachos abandonados por la brujería y la miseria en uno de los países más miserables de África? ¡Quién es el guapo que no ha transgredido en alguna ocasión la regla aristotélica del término medio! ¡Quién cree en Dios sin dudas! ¡Quién es el listo que puede sobrevivir en este valle de lágrimas sin el sentimiento clave de todos los grandes sentimientos: la alegría! Pues eso, querido Garci, ráscate el bolsillo y vete a ver Te protegerán mis alas, o sea, una del sentimiento de la alegría. Es más que cine español. Es una peli universal.

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