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Observaciones de un jubilado, el último libro de Richard Ford

A sus 71 años, Richard Ford es uno de los narradores norteamericanos más consagrados. Acaba de publicar su último libro, Francamente, Frank.

A sus 71 años, Richard Ford es uno de los narradores norteamericanos más consagrados. Acaba de publicar su último libro, Francamente, Frank.
El escritor Richard Ford en 1989 | Cordon Press

A sus 71 años, Richard Ford es uno de los narradores norteamericanos más consagrados. En su momento recomendé el testimonio autobiográfico Mi madre y la novela Canadá. Aparece ahora la traducción española de su último libro, Francamente, Frank, que prolonga su trilogía de mayor éxito: El periodista deportivo, El día de la Independencia y Acción de gracias.

El protagonista de las cuatro es Frank Bascombe, de 68 años, que fue periodista deportivo (como su autor) y vendedor inmobiliario, vive con su segunda mujer, perdió a un hijo, ha sufrido de cáncer... Y un dato básico: está jubilado. Desde esa altura, observa el mundo: no entiende muchas cosas y otras, no le agradan; se preocupa por las caídas, por levantar los pies y lavarse mucho para no oler a viejo; no le gusta verse en el espejo... Y siente necesidad de consuelo (pero eso no es exclusiva de los jubilados).

Los cuatro relatos del volumen podrían ser, en realidad, las cuatro partes de una sola novela: están unidos por su protagonista, su ambiente, su visión del mundo. Y, al final de cada uno, una frase anuncia el título del siguiente.

En el primero, Frank contempla la desolación que ha producido un huracán (un claro símbolo) y siente la distancia que ya le separa de un viejo conocido. En el segundo, recibe la visita de alguien que vivió una gran tragedia, en su propia casa. En los dos últimos, visita a su ex-mujer, enferma de Alzheimer, y a un amigo moribundo.

Para el título en castellano, se ha elegido un juego fónico que también está en el original inglés: Let Me Be Frank With You. Podría haberse quedado en esa sugerencia: Déjeme ser Frank con usted.

En las novelas anteriores, decía Ford que su protagonista era, simplemente, alguien que intenta ser más feliz. (¿Quién no responde a esa descripción?). Ahora, le ha invadido el implacable humor negro: ya no se hace ilusiones, ni siquiera con su equipo favorito; quiere prescindir de amigos, renunciar a las "palabras contaminadas" y a los autoengaños:

"A veces, se cuela alguna esperanza, cuando estoy distraído" (p. 100).

Como su amigo,

"está ocupado esperando la muerte" (p. 189),

con soledad y patetismo.

A la vez, Frank es un implacable testigo de los cambios que ha sufrido la sociedad norteamericana (y que, en seguida, nos llegan a Europa): antes,

"las personas aún hacían cosas y utilizaban máquinas, en vez de lo contrario" (p. 127). "Todo el mundo lo sabe todo pero nadie sabe qué hacer con ello" (p. 180).

Su mujer es "consejera de aflicción" (una parodia evidente de los psicólogos). Los ancianos que han perdido el rumbo pero tienen dinero se refugian en absurdas residencias geriátricas...

No es alegre, no, la visión de Richard Ford. Su personaje se refugia en un patético culto a Obama y en pequeñas cosas: una vez por semana, lee para los ciegos y va a recibir a los soldados que vuelven del frente. Los años le han enseñado a ver claro lo que quiere: sobre todo,

"No hacer lo que no quiero" (p. 190).

Pero lo sigue haciendo...

Algunos relacionan a Richard Ford con el "realismo sucio" de Carver, su amigo. Me gusta más situarlo en la línea de Chejov: un minucioso, inteligente e irónico observador de las pequeñas cosas de la vida cotidiana y de sus inesperadas consecuencias...

Richard Ford: Francamente, Frank, Barcelona, ed. Anagrama, noviembre 2015, 229 págs,18’90 euros.ISBN: 978-84-339-7938-4.

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