Cuando Instagram aún estaba en pañales en nuestro país, una joven madrileña se abrió paso de forma apabullante. Tenía un blog donde recomendaba looks y mostraba las últimas tendencias en moda. Lo que decía era seguido al dedillo por una legión de seguidores y se convirtió en lo que se conoce en el mundillo como una it girl. A los 21, era una de las influencers con más proyección a nivel internacional y se mudó a Londres para trabajar en el departamento de Marketing de Ralph Lauren. Estaba en primera fila cuando Instagram despegó. Pero la ansiedad del like, la falta de privacidad y el exceso de artificialidad, la empujaron a tomar un decisión drástica. Tras superar la barrera de los 95.000 seguidores, optó por el destierro digital y cerró su perfil. Hoy, ni tiene Instagram ni Whatsapp ni Twitter. ¿Facebook? Qué va.
Berta Bernad (Madrid, 1988) ha volcado su experiencia en su primera novela: Mi nombre es Greta Godoy (Planeta), un libro que nació como ensayo y que terminó por convertirse en ficción. "Pensé que no iba a ser capaz de contar toda la verdad y preferí optar por la novela. Está escrita como un diario personal, recordando mis experiencias. He tenido una experiencia muy fuerte como influencer de casi siete años, dedicada a fotografiar mis mundos, y al final lo que quería es lanzar el mensaje de que hay que aprender a vivir con las redes sociales. Debes ver de qué manera te afectan y tratar de vivir con ellas de una manera sana, saludable y equilibrada", explica Berta Bernad a Libertad Digital.
Berta Bernad desgrana las luces y sombras de su experiencia vital, la dependencia y la ansiedad que generan las redes, las falsas apariencias, la falta de comunicación personal o la búsqueda del verdadero yo. "He necesitado muchas terapias y mis psicólogos han sido fundamentales. Necesitaba tener un plan porque la aplicación había condicionado la manera en la que vivía. He recurrido a profesionales para que me ayudaran a orientarme de nuevo y sin ningún tipo de miedo. Ramiro Calle, que es un pensador que me gusta mucho, dice que puedes tener el mejor caballo del mundo pero que si lo llevas siempre a galope, va a morir. Yo tenía esa sensación. Iba todo el tiempo al galope y necesitaba tirar de las riendas, pensar hacia dónde iba. Necesité parar y ver en perspectiva lo que estaba pasando".
"Cuando cerré Instagram, los primeros días sentía una falta de acompañamiento", explica. "Todos esos likes y esos comentarios te hacen sentir acompañada. Fui a cenar con unos amigos, tenía el móvil encima pero tenía la sensación de que me lo había dejado en casa porque no había ruido. Estuve unos días confundida, era una nueva manera de vivir".
La privacidad es uno de los derechos a los que hay que renunciar para ser influencers: "Instagram se va a convertir en un supermercado de vidas y de marcas. Cada vez va a ser más difícil llevar una estrategia de influencers a largo plazo porque puedes contar tu vida durante un tiempo, pero esto va pegado a ti. De repente tendrás unos hijos y ¿contarás la vida de tus hijos? ¿Y de tu marido? ¿Meterías a la gente en el salón de tu casa? Hay que preguntarse hasta qué punto estás dispuesto a compartir toda tu intimidad con tus seguidores".
Una plaza de pueblo
"Creo que vivimos obsesionados con conocer la vida de los demás, el ser humano es cotilla por naturaleza. Instagram es como el banco de la plaza de un pueblo pero en el que conoces una historia distinta cada diez segundos. Esa intensidad es negativa. En tu vida real no te daría tiempo a saber tantas historias como en tu vida virtual. Vas por la calle y el de al lado no te cuenta que lo acaba de dejar con su mujer, la vecina no te dice que se ha comido una tostada con aguacate y el de enfrente no te comenta que se va a ir a Marruecos. En Instagram sí, es muy fuerte. Eso no es ni real ni sano".
Otro de los motivos por los que decidió dejarlo fue por la sensación de ser juzgada continuamente. "Tú cometes un error y cuando llegas a casa se lo cuentas a tu familia y lo saben diez personas, pero cometes una falta de ortografía en Instagram y lo sabe un millón de personas. ¿Sabes la presión que es eso? Si trasladas eso a todos los días, a tres o cuatro fotos al día, el tiempo que te quita y la energía que te consume es enorme".
Bernad es consciente de que con este libro vuelve a estar expuesta a las críticas. "Este tema lo traté también con psicólogos", dice con una sonrisa. "Está escrito para ayudar a la gente. ¿Podría estar mejor escrito? Pues a lo mejor. ¿Podría haber usado mejores adjetivos? Pues quizás. Pero el mensaje no podría ser más necesario y más actual", añade.
De hecho, ha escrito este libro pensando en dos tipos de lectores. "Creo que los adolescentes van a encontrar mucho consuelo en la novela porque se van a sentir súper identificados con una chica que empieza de cero. Realmente refleja todos los problemas y todos los acontecimientos que hay alrededor de la vida de una influencer. Van a conocer el fenómeno desde dentro. Y por otra parte, les va a interesar a los padres. A través de esta historia van a entender qué hacen sus hijos cuando no les contestan porque están con el móvil", explica la autora.
Instagram necesita un cambio
Vivió el boom de la aplicación desde dentro, así que tiene una visión completa del fenómeno. "Instagram se va a volver tan irreal que a nadie le va a gustar. Sus algoritmos están haciendo que no controlemos lo que vemos ni sepamos por qué lo vemos. Dentro de poco se va a ver al que más pague. Mark Zuckerberg quiere sacar dinero de todo el tiempo que invertimos en esta aplicación", desvela.
A pesar de todo esto, dignifica la profesión. "Las influencers merecen un respeto increíble. Están inventándose una profesión a tiempo real, con todo lo que eso conlleva. El problema es que todavía no están tipificadas y se considera influencer a cualquier persona que tenga muchos followers y no es así. El denominador común de una influencer es una persona muy currante, que domina perfectamente el marketing digital y que sería un gran fichaje para cualquier empresa moderna. Ahora mismo atraviesa un boom pero se estabilizará".
Hoy en día, hay muchos adolescentes que sueñan con triunfar en las redes sociales. "Yo he tenido muchísima suerte, pero porque he sabido muy bien ver las oportunidades importantes. Todo el mundo es libre de pensar que va a llegar lo más lejos. Cuando llegué a Londres, siempre tuve la sensación de que iba hacer algo grande y eso es imparable. Si lo tienes, lo tienes. Lo que no te puedes es frustrar si no lo consigues".
Berta Bernad se siente inmensamente agradecida a su familia, que le mantuvo los pies en la tierra y le mostró una admiración increíble. "Mi padre no sabía decir a qué se dedicaba su hija", bromea. "Siempre se sintieron muy orgullosos".
Su vida ha seguido ligada a este mundillo, pues montó su propia agencia de generación de contenidos para redes sociales, Mindlike, donde elabora estrategias digitales para marcas de lujo.
Berta Bernad. Mi nombre es Greta Godoy. Planeta, 2019. 384 páginas. PVP: 18,50€