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Quico Rivas, poeta

De la mano de su hija Eva, de Pablo Sycet y José Luis Gallero acaba de editarse El poeta sordo. 55 jaiqús.

De la mano de su hija Eva, de Pablo Sycet y José Luis Gallero acaba de editarse El poeta sordo. 55 jaiqús.
Quico Rivas retratado por Carlos García-Alix (2005) | Huera y Fierro Editores

Hace ya más de 11 años que Quico Rivas murió en Ronda y sigue muy vivo. El bohemio Conde de la Salceda, artista y crítico de arte precoz en Sevilla, activista, editor, lector incansable, investigador de vidas extraordinarias, cárceles y personajes raros, fundador de bares como Cinco rosas y La Mala Fama en el Madrid de la Movida, único escribiendo de arte "sin que se note", también era poeta.

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Presentación del libro en Madrid

De la mano de su hija Eva, de Pablo Sycet y José Luis Gallero acaba de editarse El poeta sordo. 55 jaiqús. Un precioso libro que reúne composiciones poéticas escritas entre 1995 y 2004 acompañadas de otros tantos tributos gráficos de artistas y amigos que lo quisieron y admiraron. Es la penúltima resurrección de Q y, como no podía ser menos, tan heterodoxa y exquisita como él. Los jaiqús no tienen la métrica del haiku según Basho, y la grafía es un guiño juanramoniano. Los poemas, junto a sus correspondientes ilustraciones, dibujan un mapa de amores, temores y paisajes que poblaron la peripecia de su vida. Quico era un campeón dominando los territorios. Cuando se instalaba en un lugar: Sevilla, Madrid, Formentor, Valencia, Gerona, La Palma o Buenos Aires, lo hacía suyo, lo inundaba y acaba conociéndolo mejor y más profundamente que cualquier nativo. Los Jaiqús de Madrigal de la Sierra, el del Psicotaxi o el del mar nos llevan a momentos y lugares precisos.

No falta el humor, a veces negro, del convaleciente; el juego con la muerte como el que ilustra con vanitas Dis Berlín, dura belleza el jaiqú del corazón ilustrado por Cristina Huarte e inevitables las referencias a la reina Ginebra. Otros están dedicados a artistas, sobre los que escribió como fan. Eran otros tiempos entre la relación del crítico de arte y el pintor. Esas relaciones tejidas de complicidad y nocturnidad, han hecho que la nómina de 55 artistas que acompañan los 55 jaiqús –tantos como años vivió– sea tan significativa como apabullante.

Algunos de los artistas que aportaron su obra ex profeso han muerto en el proceso de selección y edición del libro. Es el caso de Miguel Ángel Campano, Ceesepe o Julio Juste, otros, nos dejaron antes pero formaron parte de esa red fabricada por Quico como Luis Claramunt y Diego Lara. Carlos García Alix, autor de su retrato, Alfonso Albacete, Jordi Teixidor, José María Sicilia, Broto, Pablo Sycet, los Quejido, Dokoupil , Chema Cobo o Chus Burés son un pequeño ejemplo de la nómina de amigos.

Desde que Quico nos dejó empezamos a recibir su herencia. Primero fue la exposición en el Reina Sofía de "Los esquizos de Madrid", que llevó a término María Escribano; en 2011 se reunieron sus mejores escritos críticos en Cómo escribir de pintura sin que se note; el libro que suponía que había ardido en Los Molinos vio la luz bajo el título Reivindicación de Pedro Luis de Gálvez a través de sus úlceras, sables y sonetos en 2014 ; el año pasado se repasó su trayectoria en la exposición "Quico Rivas. Una continua maquinación" en el espacio Santa Clara de Sevilla. La huella de sus investigaciones sobre las chekas psicotécnicas de Laurencic se vieron en Valencia y este año coinciden la exposición "A los 50 años de Equipo Múltiple" y estos rescatados jaiqús. Esperamos la próxima resurrección.

Nota de la editorial Huerga y Fierro:

QUICO RIVAS (Cuenca, 1953-Ronda, 2008) desplegó la mayor parte
de su polifacética actividad —literaria, artística, política— entre dos ciudades,
Sevilla y Madrid, en cuyas escenas contraculturales de los años 1970 y 1980
jugó un papel decisivo como crítico de arte, organizador de exposiciones (1980;
Madrid, Madrid, Madrid), fundador de colectivos (Equipo Múltiple, Margen),
centros de creación (M-11)publicaciones (Refractor, La Infiltración) y bares
(Cuatro Rosas, La Mala Fama). Infatigable promotor del trabajo de numerosos
creadores, se interesó por la antipsiquiatría, el mundo penitenciario y la
bohemia histórica. Algunos de sus mejores textos críticos fueron recopilados en
Cómo escribir de pintura sin que se note (Árdora, 2011), mientras que su
ensayo biográfico Reivindicación de Pedro Luis de Gálvez a través de sus
úlceras, sables y sonetos vio la luz en Zut Ediciones (2014). El poeta sordo: 55
jaiqús (Huerga & Fierro, 2019), en edición de Eva Rivas, José Luis Gallero y
Pablo Sycet, con prólogo de Ray Loriga y epílogo de Koldo Artieda, muestra la
faceta más desconocida de Quico, la lírica, a través de 55 haikus —uno por
cada año de su vida—, ilustrados por otros tantos artistas amigos:
Alfonso Albacete, Chiqui Abril, Antonio Alvarado, Darío Álvarez Basso, Carlos
Bloch, José Manuel Broto, Fátima de Burnay, Chus Burés, Miguel Ángel
Campano, Ceesepe, Luis Claramunt, Gonzalo Chillida, Chema Cobo, Víctor
Coyote, Raj Cutter/Sonia Ayerra, Dis Berlin, Jiri George Dokoupil, Cristian
Domecq, Mauricio d’Ors, Equipo Múltiple, Carlos Franco, María José Gallardo,
Carlos García-Alix, Loncho Gil, María Gómez, Ignacio Gómez de Liaño, Javier
Grandes, Federico Guzmán, Cristina Huarte, Julio Juste, Angie Kaak, Carmen
Laffón, Diego Lara, Eva Lootz, Jaime Lorente, Susana Loureda, Sean
Mackaoui, Antoni Miralda, Roberto Mollá, Antoni Muntadas, Albert Oehlen,
Guillermo Pérez Villalta, Enrique Quejido, Manolo Quejido, Pablo Quejido,
Manuel Salinas, Miluca Sanz, José María Sicilia, Emilio Sola, Pablo Sycet, Jordi
Teixidor, Gonzalo Torné, Juan Ugalde, Fernando Valero y Rafael Zapatero.

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