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Santiago Navajas

Paul Johnson, pelirrojo, católico e intelectual

Lo que hacen ahora tantos artistas "progres" con Isabel Díaz Ayuso en Madrid pero en la intimidad, lo hizo Johnson con la Dama de Hierro pero con diurnidad y alevosía. Un prodigio de ingenio, sabiduría y sátira.

Lo que hacen ahora tantos artistas "progres" con Isabel Díaz Ayuso en Madrid pero en la intimidad, lo hizo Johnson con la Dama de Hierro pero con diurnidad y alevosía. Un prodigio de ingenio, sabiduría y sátira.
Paul Johnson | Wikimedia

Paul Johnson pertenecía a la tradición de los polemistas británicos, tipos que no solo no parecen temer estar en minoría en las discusiones públicas, sino que se alimentan de los argumentos fuertes y el tono retador. Ahora que tanto se habla de consenso y diálogo, Johnson nos recuerda que si la ciencia y la democracia significan algo poderoso es porque hay tipos como él, o Bertrand Russell, Chesterton y Christopher Hitchens, capaces de desafiar el statu quo, la casta académica y las tribus populares.

Historiador y periodista conocido por sus obras sobre la historia de la humanidad y la cultura occidental, Johnson nació en 1928. Con un pie en la historia y otra en el periodismo, Johnson era un narrador portentoso sobre una gran variedad de temas culturales, lo que le granjeó tanto el favor del público como el desprecio de los académicos, esos cementerios de publicaciones aburridas y banales que no leen ni sus familiares. Nada que ver con los más de cincuenta libros de Johnson, siendo los más célebres Intelectuales, Tiempos Modernos y La historia del cristianismo.

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Fue con Intelectuales, publicado en 1988, cuando Johnson cobró más relevancia pública. A lo que ayudó, sin duda, que abjurara de su pasado izquierdista para declararse devoto de Margaret Thatcher. Lo que no pareció muy divertido en la sede la revista socialdemócrata y progre, New Statesman, fundada por los célebres Beatrice y Sidney Webb que pasaron de apoyar las reformas socializantes a cantar las virtudes de Stalin, donde Johnson pasó de ser periodista a editor.

Lo que hacen ahora tantos artistas "progres" con Isabel Díaz Ayuso en Madrid pero en la intimidad, lo hizo Johnson con la Dama de Hierro pero con diurnidad y alevosía. En paralelo, en Intelectuales analizó el rol de intelectuales célebres y respetados, de Marx a Tolstoi pasando por Sartre y Rousseau, mostrando el reverso tenebroso de tales luminarios y defendiendo que su influencia había sido fundamentalmente negativa, ya que a través de sus muchas veces monstruosos comportamientos y maquillaje de idas perversas habían ocasionado daños irreparables a personas concretas y a la humanidad en general. Intelectuales es paradigmático de la producción de Johnson: ameno, documentado, con ritmo, estilo y sano afán de provocación desenmascarando a los ídolos de la tribu. Aunque también cabe, siguiendo el propio método de Johnson, deconstruir al propio Johnson, que peca también de superficial al no darse cuenta de que las contradicciones performativas entre la vida y la obra de los grandes hombres no solo es evidencia de incoherencia, filisteísmo e hipocresía, sino que pueden ser el motor de una obra y, además, síntoma de que todos somos humanos, ay, demasiado humanos. De hecho, él mismo tuvo problemas con dichas incoherencias cuando a pesar de su conservadurismo moral y su catolicismo religioso, se descubrió su relación extramatrimonial que, sin embargo, no arruinó su matrimonio.

Dotado de una prosa celestial y una irreverencia diabólica, Johnson escribía como un poseso (dícese de quien escribe más de cinco mil palabras al día) para publicar más de cincuenta libros sobre todo lo divino (de la historia del judaísmo a la del cristianismo) y humano (los Estados Unidos, las Spice Girls, la guerra civil española). Por no hablar de faceta como biógrafo que no se achantaba ante las figuras de Sócrates, Jesús, Eduardo III, Isabel I, George Washington, Mozart, Napoleón, Darwin, Churchill, Eisenhower y Juan XXIII. En cualquier caso, con una faceta divulgativa que hacía fruncir el ceño a los especialistas, tanto por su éxito, que envidiaban, como por la perspectiva ética y política que empleaba Johnson, alejada del común de la profesión académica orientada al izquierdismo. Por ejemplo, cuando defendía que de ningún hecho se habían vertido tantas mentiras como de la guerra civil española, afirmación que no gustaría seguramente a los historiadores gurús "progresistas".

El posmodernismo

Si algo detestaba Johnson era el espíritu de la posmodernidad, según el cual nada es jerarquizable ni objetivo, por lo que no vale establecer ningún canon en nada. Johnson se pasaba el posmodernismo por el forro de la Universidad de Oxford donde estudió tras haberlo hecho con los jesuitas, y sus obras estaban llenas de juicios de valor y opiniones contundentes sobre el pasado, el presente y el futuro.

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El ajuste de cuentas intelectual con la posmodernidad en sus raíces filosóficas lo llevó a cabo en sus dos mejores libros El nacimiento de lo moderno: la sociedad mundial 1815-1830 y Tiempos modernos: una historia del mundo desde 1920 hasta 1980.

Tras pasar de la izquierda a la derecha, cambió la revista New Statesman, el referente del periodismo progresista, a la conservadora The Spectator. Con el siglo XXI incluso escribió para los tabloides de todo signo ideológico, del The Daily Mail al The New York Times.

Otra dimensión de su vida fue su catolicismo, que le llevó a escribir La búsqueda de Dios: un peregrinaje personal en el que recordaba su infancia en Manchester resumida en "La pobreza estaba en todas partes, pero también estaban los Diez Mandamientos".

Denostaba a Picasso y adoraba el arte de las acuarelas. Por supuesto, ponía a Nixon por delante de Kennedy (Nixon solía regalar sus libros). Por encima de todos situaba a Winston Churchill. Finalmente, su larga relación de admiración hacia los Estados Unidos hizo que George W. Bush le concediera la Medalla Presidencial de la Libertad.

Cuando unos admiradores norteamericanos recogieron varias de sus citas en un libro, lo titularon The Quotable Paul Johnson: A Topical Compilation of His Wit, Wisdom, and Satire. Y realmente Johnson era un prodigio de ingenio, sabiduría y sátira. Que es justamente lo que necesitamos en esta época de estupidez, cancelación y malignidad. Nos ha dejado Johnson, pero sus libros, elegantes, divertidos, lúcidos y corajudos nos seguirán acompañando siempre.

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