

"Como es un libro sobre un periódico podemos hacer la entrevista en la redacción" me dice Jesús F. Úbeda cuando estamos organizándonos para esta conversación sobre Nido de piratas, el libro que acaba de publicar con la editorial Debate sobre los años de gloria y decadencia del diario Pueblo.
Una conversación para la que, por supuesto, me he leído esa "fascinante historia del diario Pueblo" hasta la última línea, tal y como hace siempre el propio Jesús para las entrevistas a las que muchas veces le acompaño en labores de fotógrafo. Pero al contrario de lo que le ocurre a él en algunas ocasiones –no desvelaremos cuántas ni cuáles– terminar mi lectura no me ha supuesto ningún esfuerzo: Nido de Piratas es un libro que se lee como un tiro, extraordinariamente bien escrito y aún mejor pensado, una delicia para cualquier paladar, pero que para los periodistas es un bocado exquisito lleno de personajes, anécdotas y lecciones –involuntarias, no es Úbeda de dar la torra ni de repartir moralina– de buen y mal periodismo que rescatan un mundo no tan lejano en el tiempo, hace apenas unas décadas, pero que parece ahora tan fantástico como la Tierra Media de Tolkien.
Así que con un ejemplar de Nido de Piratas bajo el brazo, nos encerramos en la sala en la que todos los días hacemos las reuniones de redacción de Libertad Digital y empezamos a hablar de Pueblo, es decir, de periodismo, periodistas y periódicos.
P: Leyendo Nido de piratas he tenido dos impresiones: que logras hacer del propio periódico un personaje entrañable… y que te has enamorado de él. ¿Cómo ha sido ese enamoramiento?
R: Es verdad que el periódico es un personaje, cuya historia comienza cuando se muda de la casa vieja en Narváez a Huertas 73 donde, además de algunas de las grandes firmas que ya estaban, se incorporan una serie de periodistas como José María García, Raúl del Pozo o, luego ya en los 70, Arturo Pérez Reverte, que le dan una dimensión al periódico que supera todas las expectativas que cualquiera podría tener hoy de un periódico contemporáneo.
En Nido de piratas, Pueblo es un personaje que en este libro vive sus horas más luminosas, salvajes, legendarias. ¿Por qué me enamoro de él? Porque ofrece una historia real tan cargada de mito, literatura y hechos imposibles que fueron posibles y verdaderos… No quiero incurrir en el tópico de que la realidad supera a la ficción, pero es que aquí –dice señalando el libro– hay historias y personajes que podrían superar a gente como Hunter S. Thompson o a ficciones como Primera plana.
P: ¿Crees que no se ha hecho una reivindicación de Pueblo por ser un diario, digamos, franquista?
R: No, es uno de los ingredientes que en su momento sirvieron para echarle tierra encima, pero en los últimos años no se ha reivindicado Pueblo como no se han reivindicado cien mil cosas en España: por pereza. Lo único que desde el punto de vista histórico se remueve es lo que se puede traducir en votos: no hace tanto tuvimos el cuarto centenario de la muerte de Cervantes y el gobierno de Rajoy no movió ni un dedo.
El olvido de Pueblo más que por el posible sectarismo ideológico, que también, ha sido por idiocia y pereza.
P: ¿Cómo se gesta la idea de Nido de Piratas y como llega a tus manos?
R: Publiqué un libro con Julio Valdeón sobre Raúl del Pozo, No le des más whisky a la perrita, y resulta que le gustó a Arturo Pérez Reverte. Él ya me conocía por mis colaboraciones en Zenda, pero, tras leer el libro sobre Raúl, se da cuenta de que soy capaz de recorrer distancias largas. En octubre de 2021, me citan a comer el propio Arturo, José María García y Raúl del Pozo y me dicen: "Chaval, del mismo modo que contaste la historia de Raúl, nos gustaría que contases nuestra historia en Pueblo, no la nuestra personal, la de nuestra tribu". Y por supuesto, en cuanto me hicieron la oferta yo me zambullí.
P: El libro se lee muy bien y a partir de la fuente principal de información, que han sido las entrevistas –recalca, "treinta entrevistas"– a mí me resultaría casi imposible hacer una narración que se siga, se lea y tenga cierta organización. ¿Cómo afrontaste estructurar todo es material?
R: Cuando he escrito Nido de Piratas no pensaba en ningún ensayo o ningún ensayista. Tenía como referencia a Stephen King, que es uno de mis escritores favoritos y siempre escribe historias muy sólidas y muy adictivas. Quería que el mío no fuese un libro para periodistas, es sobre periodistas, pero está escrito pensando en lectores de todo tipo. Así que cuando estaba escribiendo pensaba en intentar crear, salvando las distancias, algo que genere el mismo interés y la misma atracción que una novela de King.
Hay una estructura temporal más o menos lineal, aunque los primeros capítulos sean un poco introductorios. Pero tampoco es una línea temporal canónica: hay capítulos en los que hablo de las distintas secciones del periódico y en ellas están las cosas más reseñables que he encontrado en todas las etapas. Después de eso retomo la línea cronológica, pero el capítulo final vuelve a saltársela y se lo dedico a uno de los personajes más destacados del libro: Raúl del Pozo.
P: Hay una frase del prólogo de Arturo Pérez Reverte que me ha llamado la atención: "Nada te podía pasar trabajando en ese periódico". Esa sensación casi de ser un superhombre es lo contrario que nos pasa a los periodistas hoy en día, que vivimos al borde el patíbulo de las redes sociales. ¿Echamos de menos los periodistas la impunidad de los antiguos compañeros de oficio?
R: La impunidad era muy relativa: Carrero Blanco llega con una lista y le dice a Emilio Romero que "tienes que despedir a estos 22 periodistas por rojos", el director le dice "no, espere que falta un nombre" y apunta al final el suyo. No hubo despidos, pero se puede ver que había riesgos.
Hemos pasado de un tiempo en el que los periodistas eran seres mitológicos a uno en el que, según un CIS no tan lejano, la de periodista era la tercera profesión más denostada por los españoles. Por un lado creo que hemos hecho méritos para ser mal vistos, pero también hay un tema de oferta y demanda: entonces había muchos menos medios de información y todavía menos de comunicación, no había redes sociales o internet, así que la gente accedía a la información por vías mucho más limitadas y por ende más valoradas.
P: ¿Qué has echado más de menos de aquel Pueblo que no viviste?
R: El amor por la profesión que tenían. Hoy, en general, los periodistas somos plañideras de nosotros mismos, no paramos de quejarnos y esta gente también cobraba una miseria y ser pelagra –el escalón inferior en la redacción del diario, algo así como los becarios hoy en día– significaba estar meses sin cobrar y luego ser un colaborador sin tener Seguridad Social… Pero ellos hablan de esa época con alegría.
Nosotros, los de mi generación, en el mejor de los casos hablamos con cinismo de nuestra profesión, y eso en el mejor de los casos. Dicho lo cual, yo amo rabiosamente este oficio, no sirvo para otra cosa y ¡ay, para mí, del día en el que deje de ejercer el periodismo!
P: Una cosa que me ha llamado la atención es que la verdad no parecía un requisito en exceso importante en aquel Pueblo. Había una parte cándida, las fotos preparadas de las que te habla César Lucas, pero también otra que no era nada tan cándida, como la entrevista a Indira Gandhi de Tico Medina o el jefe de sección que tenía en su despacho un cartel que decía "que la verdad no te estropee un buen reportaje". ¿A ti qué te parecía eso según ibas descubriendo las historias?
R: He procurado no establecer ningún juicio moral y usar ese material, que es jugosísimo, para hacer un buen libro. Dicho esto, no me veo capaz de inventarme una entrevista o un reportaje y no se lo aconsejo a nadie.
Por cierto, hay otro caso llamativo: por un lado dices menudo truhan, pero por el otro: qué bueno debería ser Felipe Mellizo para ser corresponsal en Londres escribiendo sus crónicas desde El Escorial. ¡Y eran las mejores crónicas sobre Gran Bretaña que se publicaban en España!
P: ¿Qué parte del periodismo que se hacía en Pueblo, si es que hay alguna, crees que se podría trasladar al periodismo actual?
R: Ojalá se recuperara la pasión por el reportaje. Creo que el periodismo de nuestros días apuesta más por la opinión y menos por la información. Al menos, hace más ruido la opinión. El hecho de que en Pueblo hubiese periodistas como Raúl del Pozo que lo mismo está una temporada de corresponsal en Argentina que se va a hacer la Ruta del Quijote por La Mancha… Él es uno de los grandes reporteros de Pueblo, si no el mejor, una figura extraordinaria, un tío al que va a cubrir el viaje del Apollo XI, que lo mandan a Moscú y cuando pide volver le dicen "¿no eres comunista? Pues disfruta del paraíso".
Recuperar ese perfil de reportero total que había en Pueblo sería muy sano para la profesión. Pero creo que las historias no cotizan tanto ahora como cotizaban antes.
P: Al hilo de esto que dices, otra cosa que me ha llamado la atención es que allí todo el mundo hacía de todo, mientras que hoy en día la profesión se ha parcelado hasta un punto casi ridículo.
R: Es verdad, aunque en esta casa al menos a algunos no se nos puede meter en esa barca. Tengo la firma, sobre todo, en Cultura, pero también hago cosas de nacional y crónica parlamentaria. En Pueblo, eso pasaba hasta en los puestos de mayor rango: Manolo Marlasca padre estuvo en sucesos, deporte y local, y el tío era una máquina de contar historias.
P: Mi impresión, y me interesa la tuya, es que en la redacción de Pueblo no sólo estaba representado lo que cabría esperar de un periódico de los sindicatos verticales, sino prácticamente toda la España de esa época.
R: Sí, en Pueblo había comunistas, falangistas, socialistas, demócrata-cristianos, independientes, gente que simpatizaba con el entorno de ETA –sobre todo en el servicio de documentación como me contaba nuestra compañera Cristina Losada–… y todos convivían. Hombre, había gente que se llevaba mejor y peor, pero digamos que la redacción era estable. El ambiente se encabrona en cuanto llega la democracia, mejor dicho, en cuanto muere Franco y empieza la Transición.
Pueblo es un animal que no respira bien en la atmósfera postfranquista o que, al menos, respira peor, porque al fin y al cabo aguantó hasta el año 84.
P: Sin embargo, esa redacción de gente tan brillante y de todas las tendencias parecía perfecta para el nuevo tiempo.
R: Sí, pero es que ya desde muy pronto Suárez le pone fecha de caducidad a Pueblo y otros medios del régimen, aunque al final el que lo ventila es Felipe González. Y cuando ya la gente empieza a ver que aquello no va a seguir saca el carnet del partido o se afilia a uno por si acaso. No todos lo hicieron: los que tenían el futuro garantizado como Arturo Pérez Reverte, por ejemplo, no tuvieron necesidad, pero muchos pensaron que necesitaban posicionarse porque veían que el barco se hundía.
Dicho lo cual, cuando Manuel Cruz, que era un buen hombre, afronta el gran recorte de personal de Pueblo la gente no se iba al cementerio de elefantes de El Rey León, se iba a la Administración del Estado, ya quisieran los periodistas a los que hoy les cortan la cabeza en sus medios ir a la Administración y no a la miseria.
P: Quizá sin carné, pero también hoy en día muchos periodistas se acercan a los partidos por si acaso.
R: Es verdad. Mira, antes hablabas de las manipulaciones y las mentiras, yo creo que las manipulaciones y mentiras de hoy en día no son tan descaradas como las que se hacían en Pueblo, pero el nivel de toxicidad que hay ahora en los periódicos es mucho mayor del que había en Pueblo, obviamente, no en informaciones directamente relacionadas con el régimen, pero a Pueblo lo veías venir: ¡qué te va a decir de política un diario de los sindicatos verticales! Sin embargo, en el resto de secciones del diario el periodismo era extraordinario y la gente se puteaba para firmar en primera página.
Ahora vivimos en democracia y viva la pluralidad y la libertad de expresión, pero sabemos que los partidos políticos tienen a sus periodistas, sus simpatías, sus correas de transmisión y ponen a tertulianos en los programas.
P: Tienen sus periodistas… y sus periódicos, directamente.
R: Y muchos de ellos son los que ahora van nombrándose adalides de la verdad, luchando por causas y erigiéndose muchas veces como salvadores de la humanidad. Mira, prefiero a un Tico Medina que hiciese sus tretas y metiese cosas como lo de Indira Gandhi, pero que es el mismo tipo que se fue a Palomares, con los recursos que había entonces, e hizo un reportaje estupendo, o que entrevistó a la mayor parte de los grandes escritores de la época. Me quedo con Tico Medina en vez de con los que se pasan el día llorando por lo que sea, que eso de rasgarse las vestiduras, en plan Caifás, es algo ambidiestro.
P: Nido de Piratas es una galería de personajazos impresionantes, con muchos hablas, de otros te hablan, algunos ya los conocías… ¿pero cuál ha sido el que más te ha sorprendido como periodista o como persona?
R: Como persona Raúl Cancio, que fue el gran fotógrafo de Pueblo y ha sido el gran fotoperiodista deportivo español en los últimos cuarenta o cincuenta años. Además, he descubierto a otra gente maravillosa como Mercedes Jansa o Jesús Soria, el padre Aradillas, no están todos los que son, pero no puedo citarlos a todos. Y luego me parece un personaje de novela extraordinario Paco el Pata, el conserje que montó una red de robo de electrodomésticos.
Ah, y también me hubiera gustado mucho conocer a Manolo Marlasca padre, me parece un ejemplo periodístico a seguir. Uno de los momentos más tristes que cuento en el libro es cuando cierra Pueblo y a un reportero 24 x 7 como él lo encierran en el archivo del Ministerio de Exteriores y ese hombre se deprime.

