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Álvarez de Miranda: "Los territorios no tienen lengua propia, la lengua es de los hablantes"

Medir las palabras recoge una serie de artículos de índole lingüística escritos por el catedrático de Lengua y miembro de número de la RAE.

Medir las palabras recoge una serie de artículos de índole lingüística escritos por el catedrático de Lengua y miembro de número de la RAE.
Pedro Álvarez de Miranda, miembro de número de la RAE | Flickr/CC/Real Academia Española

Puede que llamar "cayetanos" a ciertos jóvenes sea una moda efímera. O puede que se quede para siempre. La lengua es impredecible y rastrear la evolución de las palabras un asunto fascinante. En 2018, Carolina Durante lanzó una canción que decía: "Todos mis amigos se llaman Cayetano, zapatillas Pompeii, alguno tiene barco, siempre tres botones desabrochados. Menudo pelazo, CEU San Pablo…" Resulta que cinco años más tarde, en los escaños del Congreso se referían como "cayetanos" a los jóvenes que, cacerola en mano, protestaban contra Sánchez en el madrileño barrio de Salamanca. En realidad, no hace falta explicar su significado. Viene a sustituir al "borjamari" que popularizó el dúo Martes y Trece décadas atrás.

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Pedro Álvarez de Miranda (Roma, 1953), catedrático de Lengua Española en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia Española (RAE), lleva años embarcado en la ardua tarea de rastrear los cambios, novedades y modas del español. Ha recopilado los artículos publicados en diversos medios en Medir las palabras (Espasa).

Muchos van de modernos e insertan en sus conversaciones palabras como "viejuno", "raruno" o "baratuno". Son adjetivos en boga que usan un sufijo bastante antiguo del español "-uno" para darle un "plus de despectividad". Este es un ejemplo del tipo de análisis que hace Álvarez de Miranda para descubrir la trayectoria pasada y el empleo presente de muchos términos. El catedrático toma el pulso del léxico actual y admite que, para ello, debería estar más al tanto de los mensajes que circulan en las redes sociales.

El autor recoge equivocaciones de toda índole, como aquello que soltó una miss sobre "estar en el candelabro", un error de un celebrado escritor, premio Cervantes, que cambió "lapsus" por "lapso"; o ejemplos de confusión entre inmune e impune "y hasta del segundo de ellos con indemne, que ya son ganas de confundirse".

PREGUNTA. La mayoría de sus textos hacen referencia a artículos periodísticos. ¿Hay que darle un tirón de orejas a la prensa española?

RESPUESTA. Ya ha habido muchos columnistas, articulistas, profesores y críticos del idioma que han dado tirones de orejas y no ha servido de mucho. Mi actitud no es nada censora ni alarmista ni punitiva. Lo que me interesa es la lengua tal y como se manifiesta en los medios de comunicación, que es una manifestación más pero no la única. Me desmarco de echarle la culpa a los periodistas del supuesto deterioro del idioma, es injusto. Algunos periodistas hablan mejor y otros peor, es un reflejo del uso de la lengua que hace la sociedad.

P. Ya que lo nombra usted, ¿hay un deterioro del español?

R. Sencillamente las lenguas cambian, sino estarían muertas. El latín de Cicerón y de Virgilio no cambia porque es una lengua muerta. No hablamos igual que Cervantes ni que Galdós ni que un hablante anónimo del siglo XIX. Lo hacemos de una manera ligeramente distinta.

P. ¿El español goza de buena salud?

R. Si hay una lengua que puede estar tranquila es la española. En cuanto a número de hablantes, implantación a nivel mundial, etc.

P. En comunidades como Cataluña, ¿también?

R. Se encuentra en una situación más complicada por razones políticas. Hay que evitar el concepto de lengua propia. Los territorios no tienen lengua propia, la lengua es de los hablantes. Si el catalán es una lengua propia de Cataluña, el castellano también lo es. El bilingüismo es una cosa estupenda y las personas bilingües me dan envidia. Desde fuera de Cataluña, creo que se magnifica la situación.

P. ¿Quién maltrata más el idioma: los políticos o los reggetoneros?

R. Ninguno de los dos, no voy a hacer generalizaciones nunca. Las personas públicas tienen más responsabilidad porque llegan a más gente, pero eso no les puede hacer cargar con una culpa desmedida.

P. Hay políticos que defienden que el español es machista.

R. Cuando una sociedad es machista, la lengua es machista. Hay que cambiar la sociedad y no la lengua.

P. ¿Entonces se debe hablar de "niños y niñas" o "romanos y romanas"?

R. Se habla de lenguaje inclusivo y lo paradójico es que el masculino tiene un carácter inclusivo. Si me preguntan si tengo nietos, digo que sí. Tengo dos nietas preciosas.

P. Hay colectivos que no comparten eso.

R. Yo invito a desdramatizar eso y poner atención a cosas importantes. Es mucho más importante acabar con una discriminación salarial entre hombres y mujeres que usar el femenino a la hora de hablar. Carmen Calvo, cuando era vicepresidenta, se dirigió a la Academia para que hiciéramos un informe sobre si la Constitución de 1978 está redactada con un lenguaje machista. La respuesta fue "no". La Constitución del 78 está escrita en un lengua de 1978, que no es sustancialmente distinto al español de 2024.

P. ¿La evolución de la lengua es impredecible o podemos avanzar cómo hablaremos en diez años?

R. Es impredecible. A los historiadores de la lengua no nos gusta hacer futurología. Se puede conjeturar por dónde van a ir las cosas, pero poco más. A mí no me gusta aventurarme con el futuro.

P. ¿La globalización lingüística es positiva?

R. Sí, aunque tiene aspectos negativos. La entendemos como la presencia de elementos constantes en todas las lenguas. Un campesino del siglo XII se moría sin haber oído hablar más que a sus familiares y vecinos. Hoy en día, podemos leer textos de una inmensidad geográfica extraordinaria.

P. ¿Y que tiene de negativo?

R. La influencia excesiva del inglés. Los hispanohablantes no tenemos muchos motivos de preocupación, pero es negativo que la globalización suponga la muerte de lenguas muy minoritarias. Eso es una pérdida.

P. ¿Debemos rechazar todos los anglicismos o cada caso es particular?

R. Hay anglicismos que son inútiles porque vienen a suplantar palabras españolas que ya teníamos. Mi actitud es tolerante por espíritu práctico. Si los hablantes se empeñan en que un anglicismo triunfe, pues triunfa. La Academia no incluyó en el Diccionario extranjerismos hasta 2001. Decidió ponerlas en cursiva y me parece que fue una buena decisión. Por ejemplo, playboy. Más que anglicismos son internacionalismos, palabras que están en todas las lenguas. No tenemos un equivalente de playboy en español, donjuán no es exactamente lo mismo.

P. Defiende que los hablantes son los depositarios de la soberanía lingüística. El rumbo que tome la lengua, ¿será siempre el correcto?

R. Habrá momentos en los que se considere un uso no correcto o desviado de la norma, pero luego se convierte en correcto. No ocurre de la noche a la mañana, pueden pasar siglos. Sino, estaríamos hablando latín. Hubo un tiempo en el que se pensó que el español en América se podría fraccionar en varias lenguas como sucedió con el latín, pero no ocurrió, ni creo que ocurra. Las circunstancias sociales son muy distintas a cuando sucedió la caída del Imperio romano.

P. ¿Las redes sociales son una fábrica de crear nuevos términos e imponer tendencias?

R. Son también una manifestación del idioma. El problema es que son más inestables, muy efímeras. No están muy presentes en los trabajos gramaticales ni léxicos.

P. ¿Qué le parecen las discusiones sobre la tilde de "solo"?

R. Me sorprende a veces que la gente se tome con tanto apasionamiento estas cosas, pero es lógico, la lengua es de todos. La gente es muy conservadora en materia ortográfica. Tenemos una ortografía muy sencilla, mi punto de vista es que lo mejor es no tocarla más. Si la Academia la toca, contra mi opinión, lo acato. Es importantísimo que todos tengamos la misma ortografía.

P. ¿Es partidario de que se penalicen las faltas de ortografía en colegios y universidades?

R. Sí. Es una ortografía mucho más fácil que la del inglés o el francés. Me preocupa que se vaya produciendo un progreso en la laxitud ortográfica. Me preocupa que en las oposiciones a profesor bajen puntos por ortografía y puntuación. Yo les suspendería de entrada. Vas a ser profesor, es grave.

P. Normalmente, ¿en la RAE reina el consenso o hay acaloradas discusiones?

R. Suelen ser bastante tranquilas Muchos ciudadanos me dicen que les gustaría verlos. Hemos celebrado plenos públicos, pero la verdad es que son distintos a los secretos. Todo lo que rodea a la Academia suele interesar mucho a la gente, me gusta mucho.

Pedro Álvarez de Miranda. Medir las palabras. Editorial Espasa. ISBN 978-84-670-7200-6 376 páginas. 21,90 €

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