

Antes del 23-J, andaba España tan a vueltas sobre sí misma que casi olvidó andar a vueltas con Puigdemont. Que después tuviese que recordarlo a la fuerza puede que no pareciese demasiado urgente, incluso hubiese sido preferible no tener que regresar a depender de sus requiebros de peonza, pero atendiendo a las palabras recientes de José María Marco, al menos una crueldad más profunda es rescatable: "Puigdemont es un reflejo paródico de lo que somos", explicó. Lo que quiere decir que, en el fondo, España nunca podrá explicarse girando sobre sí misma sin girar también con él.
Marco habló durante la presentación del último libro de nuestro compañero Pablo Planas. El libro se titula Puigdemont: el integrista que pudo romper España (La Esfera de los Libros) —¿por qué ese "pudo" en pasado? pensará él— y ha sido escrito a cuatro manos junto al periodista de El Mundo Iñaki Ellakuria, encargado de responder a la pregunta fundamental:
"¿Por qué escribir de Puigdemont? Más allá de la relevancia política que haya vuelto a adquirir después de las últimas elecciones, nosotros queríamos explicar al personaje. Detrás de su patetismo hay una ideología. Se cree lo que hace. Eso explica que pese a su cobardía haya llegado más lejos que nadie en sus pretensiones independentistas. Le mueve un sincero convencimiento nacionalista y un ansia por pasar a la historia".
"¿Cómo alguien tan extravagante, tozudo, ignorante, que venía de fuera del establishment, además, alcanzó el poder? ¿Qué reveló Puigdemont de la política catalana? Y, sobre todo, ¿qué nos dice su supervivencia de la política española?", preguntó Marco. Para responder a esa pregunta, Planas y Ellakuria han escrito un libro "que no lo amnistiará".
Porque "Puigdemont supone una ruptura dentro del nacionalismo catalán". Él representa la tercera pata que sostiene el triángulo nacionalista, quizá la menos conocida. "En términos políticos, en Madrid se tiene constancia sobre todo del nacionalismo burgués barcelonés, la élite pija, por así decir; y del nacionalismo obrerista. Puigdemont proviene de una rama distinta, más relacionada con el carlismo". Puigdemont es un payés que "era independentista cuando, durante el pujolismo, ser independentista era una cosa de frikis". Es un tipo de un pueblo perdido de Gerona que descubrió que el aficionado medio del Fútbol Club Barcelona hablaba en castellano cuando fue a ver la final de la Recopa del 79 en Basilea. "Ese es el perfil. Está imbuido de un sentimentalismo catalanista hasta cierto punto incomprensible en Madrid, pero que explica muchas cosas que suceden en Cataluña". Ahora, por extensión sanchista, explica muchas cosas de lo que pueda ocurrir en el resto de España también, "porque, por más que digan, la Cataluña pujolista pre-procés no va a volver".
El libro ayuda a comprender en profundidad el procés como lo que fue: "un simple acelerón en un proceso mucho más largo, que arrancó con Pujol". Y el desembarco de Puigdemont en el poder ha de ser visto como la utilización de una herramienta necesaria en un momento de urgencia. Sus predecesores recurrieron a él para salir de un atolladero inmenso. Se vieron obligados a saltar, aprovechando la única ventana de oportunidad que encontraron abierta. Javier Redondo lo explicó bien: "Llegó en un momento de necesidad, con el nacionalismo partido, con el problema de la deuda y con la CUP retirando apoyos. Era el momento en el que los líderes nacionalistas tenían que escapar en helicóptero. Así que lo colocan ahí porque piensan que sólo alguien como él, tan absolutamente convencido, puede llevarlo todo hasta las últimas consecuencias". Puigdemont se convirtió en la argamasa que volvió a aglutinar al nacionalismo, al fin abiertamente independentista. "Pero lo consiguió de rebote y por descarte, como ha avanzado siempre en su carrera política en general".
Juego de tahúres
En aquellos momentos, pese a todo, todavía era demasiado pronto para predecir lo importante que iba a terminar siendo su relación con Pedro Sánchez. "Son curiosas sus anotaciones del día que lo conoció", explicó Ellakuria. "Le caló desde el principio, antes incluso de que llegase a la presidencia del Gobierno". Escribió, básicamente, "que Sánchez era un tipo con una ambición enfermiza que sólo había ido allí a hacerse la foto, pero que lo podría utilizar". Y así ha sido, más o menos. "Su relación es la de un engaño y aprovechamiento mutuo. El 23-J los salvó a ambos simultáneamente, cuando ya estaban en el paredón. De hecho, días antes de las elecciones, en Junts barajaban sustituir a Puigdemont por alguien tipo Trias, pensando en que tocaría negociar con Feijóo. Después ya sabemos lo que pasó. Sus siete escaños se volvieron claves. Y ahora tanto él como Sánchez se dedican a engañarse mutuamente, pero sosteniéndose a la vez".
En cualquier caso, la victoria del PSC en las últimas elecciones autonómicas ha dibujado un escenario curioso, en el que Junts le cobra competencias a Sánchez para que las gestione Illa. Se ha dado una paradoja según la cual el establishment catalanista que lo encumbró pero que lo detesta se beneficia de lo que hace aunque reniegue de él. Ahora todos los grupos de poder económico que abrazan a Illa como si fuese algo más que un colaboracionista "pueden decir que nunca estuvieron del lado de Puigdemont. Pero nosotros sabemos que estuvieron. Lo vimos en directo. Lo que pasa es que no podían controlarlo porque a Puigdemont, que era un outsider, lo que dijeran desde Barcelona le daba igual".
Trama rusa
De la historia tal vez quedará borrado el episodio más truculento de toda esta tragedia bufa. El libro de Planas y Ellakuria la recoge, eso sí, aunque sólo sea "para que dentro de muchos años alguien pueda encontrar un ejemplar perdido en una biblioteca de viejo y enterarse de lo que realmente pasó". Se refieren a las conexiones de Tsunami Democratic con los hombres de Putin, para empezar. "Que la Justicia haya archivado la causa no quiere decir que esas conexiones no se dieran", dijo Ellakuria. "Se dieron. Nosotros hemos investigado, hemos indagado y hemos dejado por escrito todo. Invitamos a todo el que quiera a leerlo. Porque sabemos que después de la decisión judicial es una realidad que no se va a conocer".
Lo mismo ocurre con quienes estuvieron detrás de los altercados más potentes durante lo peor del procés. "¿Quién lo organizó todo? ¿Quién había detrás de ese Telegram a través del cual se movilizaron los altercados? Estamos hablando de que el día de la batalla campal en la plaza de Urquinaona se activaron varios miles de encapuchados violentos, algunos venidos de fuera de España, y se desactivaron también en cuanto recibieron la orden. Nunca más, en todo el procés, ha sucedido un acto así de violento ni así de organizado. Todos los adoquines de la plaza estaban absolutamente levantados. Había miles de piedras. La Policía estuvo absolutamente desbordada. Por no hablar de la toma del aeropuerto de El Prat. En fin, sabemos que se ha renunciado a investigar todo esto y que se va a quedar ahí. Es posible que nunca conozcamos con seguridad quién fue el cerebro detrás. Pero podemos dejar constancia de lo que ocurrió y de cómo ocurrió, para que no nos engañen".

