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Libros con Uasabi, in memoriam

Quiero compartir con ustedes hoy este fragmento de mi libro En la boca del dragón donde cuento una de las aventuras más bellas que compartí con Fernando Sánchez Dragó.

Quiero compartir con ustedes hoy este fragmento de mi libro En la boca del dragón donde cuento una de las aventuras más bellas que compartí con Fernando Sánchez Dragó.
Fernando Sánchez Dragó, en esRadio. | D.A./esRadio

De bien nacidos (y leídos) es ser agradecidos. Quiero compartir con ustedes hoy este fragmento de mi libro En la boca del dragón (La Esfera de los Libros) donde cuento una de las aventuras más bellas que compartí con Fernando Sánchez Dragó, el programa Libros con Uasabi… y el papel no poco determinante que en aquella sabrosa aventura tuvo Federico Jiménez Losantos:

Cuando empezamos a salir me dijiste que estabas secretamente entusiasmado con un proyecto para sacar adelante un programa televisivo de libros como los que habías detentado (no se me ocurre palabra mejor) en el pasado. Yo al principio me lo tomaba a broma. Lo veía harto improbable. De hecho, sólo llegó a ser posible por una suerte de carambolas que casi necesitaría otro libro entero para explicar en detalle. Al fin, contra mi pronóstico, aquello se hizo realidad, y además me vi embarcada yo misma, con no poco deleite. Una de las mejores experiencias de mi vida literaria y profesional es haber copresentado ese programa contigo y con dos mujeres más. Tres si cuento una sustitución entre la primera temporada y la segunda. Por cierto, un fuerte abrazo a la querida y admirada Elia Rodríguez, ser de luz que ya no está entre nosotros.

Para mí era lo más grande que me había pasado, por no haberme pasado nunca antes y porque dudo seriamente de que me pueda volver a pasar. Ni a mí ni a nadie. Para ti, en cambio, me temo que tuvo que ser una experiencia agridulce. Por un lado, hacías lo que más te gustaba, aquello para lo que de corazón creo que habías nacido. Por otro, era como si, acostumbrado a viajar en crucero de primera clase, te vieras a bordo de la barquichuela de El viejo y el mar. Luchando a brazo partido por pescar y amarrar un pez que, cuando llegues a puerto, sólo será una raspa. Indiscernible mixtura de heroísmo y fracaso digna del mismísimo Quijote.

Por cierto: ni eso habría sido posible sin la providencial complicidad de un gran amigo tuyo, uno de los pocos iguales intelectuales que te he conocido. Me refiero, y a quien le pique, que se rasque, a Federico Jiménez Losantos. Para el mundo (o para la mayoría de él), el terror de la radio matutina. Para ti y para mí, un hombre de letras como la copa de un pino. Un jabato de la cultura.

Tiene gracia como "conocí" yo a Federico. Fue casi una premonición. Una más. No había cumplido servidora los treinta años —estaba, de hecho, mucho más cerca de los veinte— y me ganaba la vida como reportera rasa del diario catalán Avui. En la sección de política. Si no tenía que cubrir una rueda de prensa, solía pasar las mañanas en la redacción, leyendo los "otros" periódicos. Nos los traían todos, empezando, claro está, por La Vanguardia, que era la que estaba más solicitada y para la que había que hacer más cola.

Supongo que yo entonces ya apuntaba maneras, porque debía ser de las pocas, sino la única, que se leía el Abc. Y no sólo las noticias políticas. Pronto me envicié con sus célebres "terceras", extensas tribunas muy bien presentadas y escritas, con firmas de mucha altura. Por cierto, a diferencia de lo que es costumbre, la firma no aparecía hasta el final. Estaba al pie y no en el encabezamiento del artículo.

He aquí que, en una mañanita de 1994, aburridilla y desmotivada yo, voy y me doy de bruces con un texto extraordinariamente bien escrito, incluso para los estándares de Abc. No hablaba de política para nada. Era un vibrante elogio de la escritora vallisoletana Rosa Chacel, fallecida en julio de ese año.

¿Me interesaba a mí particularmente Rosa Chacel? Me había leído un único libro suyo, Memorias de Leticia Valle, asombrosamente publicado en 1945. Digo lo de asombrosamente porque, a lo tonto, a lo tonto, la historia tocaba asuntos delicados que parece mentira que pudieran rozar la imprenta bajo el franquismo. Por eso, supongo, la rozaban de una manera sumamente sibilina, con un estilo indirecto y oscuro, que todavía a día de hoy no tengo claro si era natural en la autora, o fruto de las presiones de los tiempos.

De repente la elusiva Rosa Chacel se erguía ante mis ojos chorreando vida a través del elogio fúnebre de alguien que evidentemente mucho la admiraba. Y que le rendía homenaje con frases límpidas, restallantes. Recuerdo de memoria la última: "Fue enterrada en Valladolid, bajo un cielo perfecto". Del tirón sigo leyendo y me doy de bruces con la firma: Federico Jiménez Losantos.

Casi me caigo de la silla y ya de paso, del caballo. Hay que entender que a la edad que yo tenía y sin haber asomado todavía nunca las aletas fuera de la pecera de la catalanidad, aquello era muy fuerte. En mi ambiente de entonces, mentar a Losantos era mentar a la bicha. A un indiscutible energúmeno que seguro que soltaba espumarajos por la boca si le ponías por delante una senyera.

Absolutamente nada me había preparado para que un "enemigo público" tan notorio escribiera tan bien y con tanta pasión por lo para mí más sagrado: la literatura, coño. ¿Qué más hay? Cerré de golpe aquella página de Abc como si temiera que todo el mundo me "pillara" leyendo cochinadas prohibidas. Pero ya nunca pude volver a mirar a Federico Jiménez Losantos de la misma manera.

Quiso la casualidad que, mucho antes de reencontrarme contigo, le conociera a él. Fue por casualidad, porque acompañé a un amigo a un programa suyo en la radio. Al acabar la entrevista me lo presentó. Él era él. Yo no era nadie. Pero nunca olvidaré su mirada cuando, al presentarnos, yo le dije: "Sí, ya sé quién es usted: el que escribió aquel artículo tan bello sobre Rosa Chacel, que acababa con lo de enterrarla bajo el cielo perfecto de Valladolid".

La vida me regalaría varias ocasiones de volver a coincidir con él para hablar de libros. Cuando publicó su "Memoria del comunismo", me concedió una entrevista que a día de hoy sigue siendo la más vista de un canal de libros que yo tenía en Youtube.

Pero lo que más le agradeceré siempre a Losantos (y no sólo yo) es que cuando hubo que sacar adelante tu (nuestro) programa de libros, él pusiera tanto de su parte para hacerlo posible. El programa se emitía en TVE pero se grababa en el plató de televisión de la productora asociada a es.Radio. Allí se editaba, se mezclaba y se dejaba la lata lista para entregar al Ente Público. No nos lo dejaron gratis, pero desde luego se conformaron con cobrar poco, muy poco, visto el esfuerzo y las necesidades. Sin duda por la amistad de Federico contigo. Sin duda también por su amor militante por los libros. Esté el cielo perfecto o esté encapotado (...).

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