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El libro sobre Juan de Borbón que Alfonso Ussía no llegó a publicar

Del contacto familiar entre el Conde de los Gaitanes, sus hijos y los Condes de Barcelona surgió una amistad que ni el exilio pudo romper.

Del contacto familiar entre el Conde de los Gaitanes, sus hijos y los Condes de Barcelona surgió una amistad que ni el exilio pudo romper.
Cordon Press

Siendo Alfonso Ussía un personaje popular gracias a sus artículos, libros e intervenciones en tertulias radiofónicas, probablemente muchos de esos lectores y oyentes, o 'escuchantes', como repite a menudo una presentadora de Radio Nacional, ignoren que descendía de un linaje aristocrático, aunque él no poseyera o usara título alguno de nobleza. Tampoco en público solía recordar que su padre era Luis de Ussía, conde de los Gaitanes (nombre en el callejero del madrileño barrio residencial de La Moraleja), que fuera consejero de don Juan de Borbón, abuelo de Felipe VI. Quizás era más conocido, entre gente más o menos bien informada, como nieto del comediógrafo Pedro Muñoz Seca. En cualquier caso, Alfonso Ussía, que acaba de fallecer, escritor alabado por su ingenio y personalidad humorística entre la crítica y la sátira, fue siempre, además de un tipo divertido, sencillo, accesible, espontáneo en sus conversaciones, sin que tuviera que recurrir a ningún atisbo de protocolo. Como broma, alguien pudiera llamarlo 'Usía', como si estuviera en una antigua sala de justicia.

A propósito del respeto y amistad que sentía, siendo correspondido, hacia don Juan de Borbón y Battenberg, supe que estaba recopilando datos para publicar un libro sobre él. De esto hará ya tal vez veintitantos años. Y esa biografía o simplemente volumen de recuerdos que, con su pluma, serían amenísimos, nunca ha visto la luz. Escritos que, imagino, estarán a buen recaudo de su familia.

Lo que sí hizo Alfonso Ussía fue editar y escribir el prólogo de otro libro que llevaba el título de Don Juan de Borbón, Conde de Barcelona. Cacerías de perdices en España, 1976-1991. Publicación agavillada de anécdotas cinegéticas que el padre de don Alfonso, Conde de los Gaitanes como lo citábamos líneas más arriba, fue anotando en una libreta, acerca de las piezas que él mismo cobraba junto a don Juan, ambos, excelentes escopetas. La amistad entre ambos era antigua e irreductible. El título ostentado por Luis Ussía fue creado por Alfonso XIII para este y uno de sus descendientes —creo que una hermana mayor del fallecido Alfonso Ussía—. Con Grandeza de España, por deseo posterior de don Juan Carlos de Borbón.

"Si invitan a don Juan, sírvanle percebes"

Del contacto familiar del Conde de los Gaitanes y sus hijos con los Condes de Barcelona se estableció una amistad inalterable, que ni el exilio de ellos pudo romper. Y cuando don Juan pudo, al fin, muerto Franco, regresar a España e instalarse en Madrid, Alfonso Ussía procuró con su peculiar gracejo y simpatía organizarle reuniones, almuerzos y cenas. Solía el escritor advertir a los anfitriones que procuraran servir al egregio invitado un buen plato de percebes antes del menú. Su intención albergaba una aviesa broma.

En efecto, el Conde de Barcelona se vio agradablemente sorprendido por excelentes reuniones gastronómicas en las que esos menús podían variar, pero no los aperitivos. En todas las casas a las que acudió… ¡tenía que atiborrarse del exquisito marisco gallego! Hasta que adivinó de quién procedía la trama. "Alfonso, te agradezco que sugirieras servirme percebes en esos ágapes… ¡pero es que llevo un mes comiéndolos todos los días, y aunque me gustan una barbaridad, empiezo ya a estar harto!".

"Yo siempre las lentejas con tenedor"

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Entre la abundante producción literaria de Alfonso Ussía, existe un Tratado de las buenas maneras, de las que se hicieron varias ediciones a partir de 1995. Con ocasión de una de ellas, lo invitamos al Club Internacional de Prensa los creadores de la Peña Primera Plana (entre cuyos siete me encontraba). Se trataba de un almuerzo seguido de tertulia. Nada más sentarnos en torno a una larga mesa, pues se habían incorporado más colegas desde la fundación del grupo, el invitado hizo uso del tenedor y no de la cuchara, que era lo oportuno tratándose del primer plato, unas lentejas estofadas. Siguiendo la conducta del invitado, ninguno le dijimos nada. Cuando terminó de consumirlo, no se olvide que era un experto en las buenas maneras, creyó necesario decir lo siguiente: "Yo es que, como siempre, las lentejas con tenedor. Me duran más tiempo que a los demás comensales, como habréis notado".

Aquel libro contenía no pocas lecciones para saber estar en sociedad. Alfonso repudiaba el uso del meñique del dedo derecho levantando el brazo para dirigirse a alguien, o bien aquellos que los domingos hacen eso mismo cuando regresan a casa con una bandeja de dulces, con el meñique sujetándola con un lacito.

Contaba Alfonso que dejó a una novia de la noche a la mañana, sin posibilidad alguna de perdonarla, cuando un día ella, al despedirse, le dijo: "Voy a pillar un táxi". Bien sabemos que 'pillar un taxi' es un término argentino que se utiliza para evitar un vocablo que, en ciertos países, significa un deseo sexual.

Detestaba la cursilería

Deploraba a quienes en un restaurante preguntan a un camarero por la "toilette". Peor, los que usaban un anglicismo del pasado: "o aquel que dice ir al váter", decía, "del que no debería volver jamás". Y otra manera de saltarse el código de las buenas maneras: anunciarle una señora a otra que había adquirido unas bragas color carne.

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Ussía en un acto con las infantas Cristina y Elena

La cursilería irritaba a Alfonso, por ejemplo cuando escuchaba a una pareja decirse entre sí "mi cielo", "mi reina", o "mi reino", "mi rey"… Y citando el colmo de la cursilería, recuerdo haberle leído un artículo merced al cual pude enterarme del origen de la palabra gilipollas, tan habitual en el lenguaje coloquial de los españoles. Surgió a principios del pasado siglo XX en Cádiz. Un caballero viudo de apellido Gil paseaba a menudo en compañía de sus dos hijas adolescentes, a quienes la gente llamaba 'pollitas' en términos coloquiales; en ese o en casos parecidos, aplicado a jovencitas de corta edad. Gil y sus 'pollitas' eran la encarnación de esa cursilería detestada por el escritor. Y de tanto decir los gaditanos que el señor Gil iba presumiendo de 'pollitas', quedó popularizada la frase: "¡Ahí va don Gil con sus 'pollitas'!", que acabó convirtiéndose en la exclamación ¡gilipollas!

Alfonso Ussía se recreaba relatando esas o mil anécdotas más, propias de su maravilloso sentido del humor. Una pena que aunque sigamos riéndonos con sus escritos, muchos lloren ahora por su pérdida.

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