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Joan Vich Montaner: "Sin Bob Dylan, no existiría David Guetta"

LD entrevista al que fuera codirector del FIB con motivo de la publicación de Aquí vivía yo (Libros del KO, 2022).

Joan Vich Montaner (Palma, 1972) empezó a trabajar en el Festival Internacional de Benicassim desde su fundación, en 1995, cuando "los que no éramos de Madrid ni de Barcelona basábamos nuestros gustos e íbamos modelando nuestra personalidad con lo que rascábamos de escuchar Radio 3 y de leer las revistas musicales y fanzines que conseguíamos, intercambiábamos y nos pasábamos de mano en mano". Arrancó su aventura festivalera currando de camarero; llegó a ser codirector de la cosa. Ha lidiado con, entre otros muchos, Amy Winehouse, Lou Reed, Morrisey o Los Planetas. Ha plasmado sus andanzas en Aquí vivía yo (Libros del KO, 2022), "una crónica emocional" de sus veinticinco años en el FIB. Sobre ello conversamos en la Librería Grant, sita en Embajadores (Madrid), con el actual director de la agencia de management Ground Control.

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Jesús F. Úbeda y Joan Vich, durante la entrevista | C.Jordá

P: Señor Vich, ¿qué es más difícil: lidiar con Lou Reed o escribir un libro?

R: Es mucho más largo escribir un libro (risas). Al escribir un libro, te enfrentas a ti mismo, y yo tengo una buena relación conmigo mismo, afortunadamente. En cambio, lidiando con Lou Reed… Es que no solo lidias con Lou Reed: lidias con el entorno del artista. Y el entorno del artista, muchas veces, es demasiado puntilloso porque tienen que justificar su trabajo. Para ello, a veces, exageran los detalles. Lidiar con el entorno de un artista famoso suele ser difícil o tedioso. Lou Reed era famoso por su mal humor y lo demostró en el FIB: no era una persona fácil. Yo, en el libro, quería dejar muy claro los altibajos que tuve en mi corta relación con él, bueno, larga, larguísima como fan, pero muy corta en el trato. Fue como de subidas y bajadas: primero era emoción, porque venía Lou Reed; luego, hastío, porque estaba harto de tratar con él; luego, emoción otra vez, porque lo vi en el escenario y fue increíble, y, finalmente, la emoción absoluta, con la publicación del DVD de ese concierto.

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P: ¿Cómo ha sido el embarazo literario?

R: Yo había escrito mucho en prensa, pero hace más de diez años que no escribo en prensa. Entonces, el parto fue más difícil de lo que esperaba. Creo que todos los que escribimos en prensa tenemos la ilusión de que podemos ser escritores en cualquier momento. Me he dado cuenta de que yo no. He escrito este libro, estoy más o menos orgulloso de cómo ha quedado. Como todo lo que entregas, luego lo ves y te gustaría cambiar muchas cosas, pero bueno, ya está, ha quedado así y estoy orgulloso. Pero me he dado cuenta de que no tengo la obsesión necesaria para ser escritor. Creo que, para ser escritor, tendría que estar mucho más obsesionado por la obra, y yo no soy así: me gusta vivir bien (risas) y esas cosas. No quiero sufrir por mi arte. Si en algún momento surge alguna cosa que quiero contar, igual que quería contar esto, sí que me pondré a ello. Es como si hubiera sido madre, he tenido mi primer hijo y digo: "No quiero más". (Risas)

P: ¿En qué se parecen su libro y el disco de despedida de Le Mans?

R: En el título. También en que es mi despedida del FIB. Me parecía un título perfecto para este libro. Le Mans me gusta mucho. Sus miembros eran muy amigos míos y, cuando sacaron el disco, yo estaba trabajando en Elefant Records. Toqué en Single, el dúo de Ibon Errazquin y Teresa Iturrioz, que eran los compositores de Le Mans. Vamos, que forman parte de mi educación y de mi vida hasta ahora. Entonces, en cuanto se me ocurrió coger ese título, no lo pude cambiar. Luego, tanto la editorial como yo mismo, íbamos valorando otros posibles títulos, y no había manera. Refleja muy bien que pasé veinticinco veranos en ese recinto. Era siempre en el mismo sitio, y el recinto no cambiaba, pero era nuevo cada año. Sí, era mi casa.

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P: Aquí vivía yo es "una crónica emocional de mis 25 años en el FIB". ¿Cómo ha evitado la nostalgia de la que reniega?

R: Es inevitable caer un poco en la nostalgia: lo que hago es mirar atrás y recordar veinticinco años que ya han pasado. Quería que el enfoque estuviera libre de nostalgia. O lo he intentado. Creo que todos tenemos que mirar hacia adelante. Mirar hacia adelante no quiere decir olvidar lo que ha pasado, y por eso yo lo cuento, pero no lo cuento pensando que aquello era mejor. Creo que cualquier tiempo futuro será mejor. Como dice Nieves Concostrina, cualquier tiempo pasado fue anterior. No hay que olvidar el pasado para nada, hay que tener memoria, pero no hay que estar anclado en la memoria.

P: ¿Qué aprende una persona que empieza trabajando como camarero en el FIB y que termina codirigiéndolo?

R: Aprende a gestionar cuadros de Excel aburridísimos (risas), a odiar el mundo adulto. La frase de "empieza de camarero y acaba de codirector" es muy potente, por eso se usa en la promoción, pero simplifica muchísimo lo que han sido veinticinco años de mi vida, ahora ya veintisiete. Yo he hecho muchísimas más cosas. No he trabajado solamente en el festival, siempre he hecho más cosas aparte. Y siempre dentro de la industria de la música. Entonces, eso: he aprendido lo que aprende cualquier persona en su trayecto de los veintitrés a los cincuenta, o sea, a vivir, a asumir las esclavitudes de la vida adulta y a intentar no perder la ilusión, y no la he perdido.

P: ¿Cuál ha sido su experiencia más gratificante durante su paso por el festival?

R: La amistad y la sensación de familia. Es algo totalmente privado, que no tiene que nada que ver con el festival de puertas afuera, sino con mi familia del FIB. Y todavía somos una familia. El FIB lo compró otra empresa, nosotros no seguimos ahí y, aún así, seguimos muy unidos.

P: ¿Cuál fue la que más le fastidió?

R: Intento no mirar las partes negativas de las cosas. Lo más fastidioso, y no me pareció importantísimo ni me frenó, era esta manía que tiene mucha gente de criticar las cosas sin saber. Están en su derecho y tienen todo el derecho del mundo, pero igual que en España todos somos entrenadores de fútbol, pues también somos programadores de festivales. Eso era tedioso, más que nada. La gente, repito, en su completo derecho, me criticaba sin tener ni idea de lo que estaba diciendo muchas veces.

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Vich acaba de publicar 'Yo viví allí' | C.Jordá

P: ¿Hasta qué punto es raro ver a Bob Dylan y a David Guetta compartiendo cartel?

R: Sin Bob Dylan, no existiría David Guetta. David Guetta es el resultado de un montón de movimientos telúricos que se inician con los Beatles y Bob Dylan y que acaban desviándose en rock, en música electrónica, en hip hop y en mogollón de estilos. Sin Chuck Berry, no existiría David Guetta. David Guetta no es un artista que me interese, pero que apareciera en el festival demostraba que teníamos un nuevo propietario que quería convertir el festival en un festival más parecido a los festivales internacionales. Los festivales en España tenían unos carteles muchísimo más coherentes estilísticamente que en el resto de Europa. Tú ibas a Reading o a Glastonbury y era perfectamente posible ver a Dylan y a David Guetta compartiendo cartel. Y a nadie le parecía raro.

P: Se enteró de que el FIB se había vendido a The Music Republic a través de la prensa. ¿Qué recuerda de aquel momento?

R: Sabíamos que había conversaciones. A mí, personalmente, como codirector en aquel momento, y teniendo acceso a las cuentas del festival, me pareció incluso bien, porque el festival no era rentable y no tenía mucho sentido intentar mantener esa nave en marcha, cuando estaba costando más mantenerla en marcha que venderla, cerrarla o hacer un cambio radical. Sí fue muy molesto que nos enteráramos por la prensa. A las siete de la mañana, el lunes, estábamos celebrando que el festival se había acabado hacía veinte minutos. La gente empezó a enseñarnos las noticias, y salía en la portada de todos los medios de Castellón y no sé si de Valencia que el FIB se había vendido. Claro, estabas celebrando, la gente te preguntaba y yo no sabía que se había cerrado aquello. Esa situación es muy molesta. Por otro lado, tampoco me parece mal que se hiciera. Entiendo que quien lo filtró tenía intereses para que se supiera en seguida. No lo filtró durante el fin de semana, lo cual, hasta cierto punto, supongo que fue una muestra de respeto, pero podría haberse esperado al martes (risas).

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Vich, en un momento de la entrevista | C.Jordá

P: Para acabar: cuénteme cómo acabó fotografiando a Bunbury con Paul McCartney.

R: Iba de viaje a EEUU con mi mujer. Somos amigos de Enrique y de Jose Girl y quedamos para comer. Nos llevaron a un sitio que les gustaba y nos dijeron: "Aquí suele venir gente del rock. Un día vimos a Neil Young y nos han dicho que, a veces, viene Paul McCartney". Al cabo de unos minutos, entró Paul McCartney por la puerta. Nos pasamos un buen rato intentando buscar una manera de hablar con él, pero sin atrevernos. Fue muy gracioso ver a Enrique bajarse de su posición de preeminencia como artista a una posición de fan, muy nervioso porque veía a su ídolo. Enrique se acercó a hablar con él y robé la foto. Cuando la mujer de McCartney le dijo que éramos españoles, él nos respondió, en un castellano perfecto: "Tres conejos en un árbol tocando el tambor". Y nos dijo: "Esta era una canción que cantaba en el colegio, en Liverpool, cuando nos enseñaban español".

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