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Jesús Fernández Úbeda

Alegraos y regocijaos: Nick Cave saca nuevo disco (y es buenísimo)

'Wild God', el decimoctavo álbum del australiano con los Bad Seeds, rebosa un amor festivo y sin destilar. El 25 de octubre, concierto en Madrid.

'Wild God', el decimoctavo álbum del australiano con los Bad Seeds, rebosa un amor festivo y sin destilar. El 25 de octubre, concierto en Madrid.
El cantante y compositor australiano Nick Cave, que acaba de sacar con su banda, The Bad Seeds, el disco 'Wild God'. | Ian Allen

Se alegran y regocijan los devotos de Nick Cave porque, tres años después del lanzamiento de Carnage –firmado a pachas con su escudero alfa, Warren Ellis, han recibido en la tierra una recompensa grande materializada en un nuevo disco, Wild God, un trabajo hermoso, luminoso y feliz, un luto aliviado que quita del escaparate, aunque no así del trastero, el duelo atroz por la muerte del hijo Arthur, fantasma adolescente que galopa sobre caballos brillantes, y que recupera el sonido hercúleo y frugal de unos Bad Seeds que no tenían un protagonismo tan manifiesto como banda desde, quizá, Dig, Lazarus, Dig!!! (2007).

Escribió W. B. Yeats: "Después de nuestra propia poesía, después de todo ese color sutil y esos ritmos nerviosos, ¿qué más es posible? Después de nosotros, el dios salvaje". El de Cave es un tipo viejo, olvidado, anémico de reconocimiento y de amor, entre helénico y veterotestamentario, terriblemente humano, que vuela y se pregunta dónde están su pueblo y su gente. Emerge, en realidad, como una especie de chivo expiatorio, como una excusa poética para referirse a la mujer amada, con la que no importa a donde ir ("Song of the Lake"), a quien nunca vio tan hermosa como cuando fue tocada por el espíritu y por la llama ("Conversion").

No creo, a diferencia de lo que opinan algunos colegas, que Wild God sea un disco tan disruptivo. Los ecos musicales de todo lo que vino después de Push the Sky Away, aliñados con la fogosidad de Abattoir Blues / The Lyre of Orpheus, son evidentes –por no hablar de algún detalle literario explícito, como la reaparición de la chica de "Jubilee Street"–. Cave clausura un periodo mas, si no el cordón umbilical, sí conserva su cicatriz, la huella que demuestra la vinculación de su etapa anterior con lo que está haciendo ahora. Así, en "Joy", la cuarta canción del álbum, no cuesta identificar con el citado Arthur a ese chico llameante que, desde una cama estrecha, decreta el fin del vasto periodo de tristeza y anuncia que ha llegado "el tiempo de alegría".

Wild God es un discazo con alguna que otra vaguada mínima. Cave, zorro listo, no ha podido elegir mejor sus adelantos: junto a la impresionante "Conversion", las piezas que más destacan son la que da título al LP, "Frogs" y la bellísima balada country "Long Dark Night", inspirada en el poema "La noche oscura del alma" de san Juan de la Cruz. En la bonita y popera "O Wow O Wow (How Wonderful She is)", empotra una llamada telefónica grabada de extranjis a Anita Lane, quien fuera su pareja sentimental y artística en los ochenta, fallecida en 2021. El remate gospel de "And the Waters Cover the Sea" garantiza que el Señor traerá paz y buenas nuevas a la tierra mientras –de nuevo, la amada– "te despiertas y te vuelves hacia mí".

A diferencia de sus últimos trabajos, Wild God rebosa un amor exento de pena, festivo y sin destilar. El "tiempo de alegría" ha sido confirmado, tal y como canta en "Final Rescue Attempt", por un rescate y un compromiso declarado: "Después de eso, nada volvió a doler realmente (…) y siempre te amaré". Dice Cave que el disco, producido por él mismo y por Warren Ellis, y mezclado por David Fridmann –colaborador de Flaming Lips y MGMT–, es "alegre" ante todo: "Cuando me dieron el disco, mezclado y masterizado, me encontré sonriendo un montón. Me sentí muy feliz escuchándolo". Han colaborado Colin Greenwood, el bajista de Radiohead, y el zaragozano Luis Almau en algunas guitarras. El 24 de octubre, Nick Cave & The Bad Seeds actuarán en el Palau Sant Jordi de Barcelona y, un día después, en el WiZink Center de Madrid. No veo la hora. "¿A dónde iremos ahora?", pregunta en "Song of the Lake", y también responde: "Ah, no importa, no importa". Pues eso.

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