Cancelación, racismo, anarquismo, redes sociales… A nadie se le escapa que los problemas públicos de Estados Unidos, inmerso en la enésima batalla cultural por la presión de grupos ocultos, se ha convertido en el escenario de una nueva conspiranoia. La Locura, un thriller de ocho capítulos de Netflix al servicio de su estrella Colman Domingo, vuelve a tomar por bandera ese tema para una historia de suspense en la que un tertuliano inocente (¿puede ser un tertuliano inocente?) es acusado de un crimen que no ha cometido.
El problema es que el arquetipo de serie al estilo El Fugitivo toma en La Locura el tamiz de una serie de streaming, y no de las mejores. No faltan elementos de interés en la serie creada por Stephen Belber, como ese primer capítulo en el que todo cobra forma de puro relato de acción, supervivencia y terror. Uno no sabe qué se va a encontrar a la vuelta de la esquina y vive la situación en primera persona junto al protagonista, Muncie Daniels, tertuliano e influencer de temas sociales que realiza un terrible descubrimiento en una cabaña.
Lamentablemente, La Locura revela demasiadas cartas demasiado pronto, y cuando queda claro que el punto de la serie es el retrato de ese magma mediático de supremacistas, anarquistas y cloacas estatales que dicta la agenda pública, las sugerencias anteriores, más perversas y psicológicas, quedan desplazadas a favor de un convencional thriller de investigación no especialmente sorprendente (antes, el espectador incluso había dudado de la cordura del propio Muncie, que aprovecha su estancia en la cabaña para ver The Wire, "la mejor serie de la historia").
La serie se beneficia, y de qué manera, del carisma y la presencia del nominado al Oscar Colman Domingo, otro actor con pasaporte a la fama que encuentra aquí un vehículo ideal para estar en pantalla en todas y cada una de las escenas de los ocho capítulos. Domingo, que tiene una docena de proyectos en cartera, está excelente, y con su planta y las solapas del abrigo desplegadas, verdaderamente se convierte en el punto de apoyo para el espectador cuando la serie palidece.
La Locura olvida su interesante premisa inicial para articular una nueva conspiranoia, un relato cultural de nuestros días a través del punto de vista de un influencer pagado de sí mismo que acaba metido donde no debe. Pero la propia serie parece olvidarse de ello, o simplemente acordarse cuando le conviene, para alargar una trama de intriga que ya resulta demasiado evidente.