
Tardes de soledad es un documental, entre el ensayo y la poesía, sobre tauromaquia, pero también sobre amistad, miedo, superación del miedo, fraternidad, desafío, toros, competitividad, muerte, superación de la muerte, trascendencia, Roca Rey, admiración, tristeza, tragedia, resignación, inteligencia, valor, Chacón, rituales, estética, caballos, España, barroquismo, color, masculinidad, hombría, sentido, dignidad, coraje, tendido 7, sangre, sudor, lágrimas, orgullo, más sangre, sensibilidad, banderillas, (mozo de) espadas, Viruta, fatalidad, el chorro cada vez con menos fuerza, ¿he citado ya la muerte?, dolor, imágenes, fatalidad de las imágenes, cine, verdad. En suma, y en una palabra, cojones, la palabra que más se repite (como "fucking" en Anora de Sean Baker) en las idas y venidas, muletazos y capotazos, de la cuadrilla del maestro recorriendo plazas de España como Ulises recorría las islas del Egeo buscando aventuras para la inmortalidad y afrontando riesgos mortales.
Roca Rey y su cuadrilla han hecho el paseíllo, gracias a la película que le ha dedicado Albert Serra, por la esfera poética y ensayística del toreo que han pisado muy pocos toreros: Ignacio Sánchez Mejías por Lorca; Belmonte por Chaves Nogales; Joselito y, de nuevo, Sánchez Mejías en la foto de Campúa. Número uno del escalafón taurino en 2024, Roca Rey es también la presencia más poderosa del cine mundial en este año. Y en mi opinión, Tardes de soledad será la película del año en cualquier idioma, en este caso un español tan auténtico en su sinceridad hiperbólica como falso resulta el estereotipado y mentiroso habitual en la jerga de las tertulias o la impostada de la academia.
La película consiste en una corrida dividida en varias faenas de distintas plazas, con la cámara tan cercana a los protagonistas, Roca Rey y los toros que enfrenta, que se ven las lágrimas de toros y toreros, se huele la sangre de toreros y toros, se escuchan los mugidos de toros y los improperios de toreros, se siente sobrevolar la muerte a toros y toreros. También vemos a Roca Rey en momentos íntimos, cuando se viste y cuando vuelve con su cuadrilla en furgoneta. Sea a cielo abierto o a cubierto, el impacto es claustrofóbico y, a la vez, liberador. Me vino a la cabeza una canción de Radio Futura mientras contemplaba a toro y torero fusionarse en una danza guerrera,
«Han caído los dos cual soldados fulminados al suelo
y ahora están atrapados los dos en la misma prisión
vigilados por el ojo incansable del deseo voraz
sometidos a una insoportable tensión de silencio.»
Ese silencio que se adueña de las plazas de toros en todo el mundo, España, Francia, México, Perú… cuando el torero vertical se planta ante el toro horizontal con la espada levantada contra los cuernos armados.
Hombres haciendo cosas de hombres
Tardes de soledad es una esas películas varoniles tan raras de ver en estos tiempos de extrañamiento de hombres blancos heterosexuales de los libros y las pantallas. No se veía tantos hombres haciendo cosas de hombres y hablando entre hombres como suelen hablar los hombres cuando están únicamente entre hombres desde Master & Commander. Hoy día sería imposible que se publicasen novelas como Parque Jurásico de Crichton, Starship Troopers de Heinlein, no digamos El señor de los anillos de Tolkien porque el "público objetivo" de las editoriales actualmente es tan sentimentaloide como bobalicón, tan moralista como hipócrita, tan burgués como ridículo, así que las miradas de resignación en la agonía de las toros, los gritos de dolor de Roca Rey en la cogida y los olés de admiración o las soflamas indignadas del respetable no solo no le van ni le vienen, sino que le causan desazón y vértigo ante lo que les resulta incomprensible y, por tanto, indignante. El valor de Roca Rey les resulta tan de otro planeta como la cólera de Aquiles en la Ilíada, el cumplimiento del deber de Miguel Strogoff, el heroísmo suicida de Lord Jim y, por supuesto, el empecinamiento de Juan Martín en la obra de Galdós.
Los cojones no solo los del torero y su cuadrilla, sino también del cineasta y su equipo. Hay que tenerlos bien puestos para realizar un documental sobre tauromaquia en tiempos de progresismo de pacotilla, ecologismo de pandereta, y sensibilidad ética y estética made in Disney. Sobre todo, manda güevos, en España, todavía si fuera en Francia… Ninguna revista de cine española, ninguna revista de toros en España, le ha dedicado su portada, que yo haya visto, a la que será, como defiendo, probablemente la mejor película estrenada en nuestro país en 2025, seguramente en el mundo. Ha tenido que ser una revista francesa, la mítica Cahiers du Cinema, la que saque en portada a Roca Rey en la película de Serra. Del mismo modo que es más fácil que organice un ciclo sobre arte y tauromaquia, invitando a pintores y toreros, el Pompidou de París que el Reina Sofía de Madrid.
La verdad del toreo auténtico
Albert Serra, durante una entrevista en el Festival de Cine de Nueva York el 3 de octubre de 2024 y publicada por El Mundo comentó que a Roca Rey "no le gustó Tardes de soledad, pero porque no la juzga artísticamente, sino que se juzga a sí mismo". Esto, obviamente, no dice nada sobre la calidad artística de la película, pero sí muestra la grandeza de la visión de Serra, capaz de presentar a un torero como Roca Rey, máxima figura del toreo, en momentos muy personales y vulnerables: desde los preparativos en su habitación de hotel, con silencios tensos y rituales como ponerse el traje de luces, hasta enfrentamientos brutales en el ruedo, incluyendo una cogida dramática en Santander en 2023 donde fue empotrado contra las tablas.

Esta exposición sin filtros, con primeros planos de sangre, sudor y tensión, podría haber resultado incómoda al torero peruano, ya que revela aspectos de su vida y profesión que normalmente quedan fuera del ojo público. Para un torero, cuya imagen suele estar asociada a la heroicidad y el control, verse en un retrato tan descarnado y humano podría ser desconcertante. Pero es precisamente esta visión de Serra la que hace aún más grande a Roca Rey, ¿acaso no relató Homero las lágrimas de Aquiles ante el cadáver de su amigo Patroclo? La vulnerabilidad de los fuertes no los hace más frágiles, sino, por el contrario, más diamantinos: no es más valiente el que no siente miedo, ansiedad y rabia, sino el que supera dichos sentimientos gracias a un carácter forjado en el fuego del sufrimiento.
Serra adopta en todo momento un enfoque observacional, sin voz en off ni entrevistas, dejando que las imágenes y los sonidos hablen por sí mismos. Consigue que la verdad del toreo auténtico, el que está a un milímetro de la cogida mortal, traspase la barrera cinematográfica de unos fotogramas que están más acostumbrados a mentir que a servir con humildad a la verdad que no se descubre sino que se permite mostrar. El documental no explica al torero, justifica el rito ni idealiza el mito; lo muestra tal cual, con sus miedos, dudas y dolores. En este sentido, en toda la historia del cine solo se me ocurre un documental que esté a la altura de Serra, La sangre de las bestias del cineasta francés Franju, que retrató con una poética crudeza el interior de un matadero parisino. También se podría haber llamado así la película de Serra, a años luz tanto del cinéfilo habitual como del típico aficionado taurino: ambos seguramente serán incapaces de ver más allá de una serie inconexa de primerísimos planos de sangre, violencia, sudor, dolor y crudeza.
Serra despliega una artesanía cinematográfica tan precisa como visceral, tejiendo un tapiz de imágenes y sonidos que capturan la esencia cruda del toreo sin mediaciones ni artificios. Su cámara, tan intrépida como a contracorriente, se sitúa a escasos centímetros de Roca Rey y los toros, logrando primeros planos que no solo revelan la esencia del toreo, algo que no gusta ver ni a los defensores doctrinarios ni a los detractores acérrimos, sino que convierten al espectador en un testigo incómodamente íntimo, pero apasionadamente incapaz de apartar la mirada, de la danza entre vida y muerte. La ausencia de voz en off o entrevistas no es una simple elección estilística, sino un acto de fe en la potencia del montaje y la fotografía: cada corte es un muletazo, cada encuadre un capotazo, y el sonido ambiente —mugidos, gritos, silencios tensos— se erige como un protagonista tan corpóreo como los propios toreros. Serra, con una estética que oscila entre el barroquismo español y la sobriedad documental, transforma el ruedo en un lienzo donde la luz, el movimiento y la textura de la arena se funden en una experiencia sensorial que trasciende la pantalla, demostrando que el cine, como el toreo, es un arte de riesgo y verdad. Explicaba Heidegger que la verdad en su sentido originario griego no era una cuestión de descubrimiento, sino de desvelamiento. Pero no todos están preparados, ni son capaces de asimilar, lo que se oculta bajo las apariencias de la fiesta nacional y el matadero ritual. Serra, con dos cojones, corre el velo de Maya de la ilusión y la ficción para desvelar heideggerianamente en qué consiste el único arte que no ha muerto en una época de museos fosilizados, banales ferias de arte e impotentes críticos de arte.
Un Hamlet estupefacto
¿Cuál es la conexión que serán incapaces de apreciar los espectadores superficiales de la gran pantalla y del albero? En la película se escucha a su cuadrilla alabando su valentía tras la cogida, pero también hay momentos de reflexión, como cuando él mismo dice en la furgoneta: "¿Por qué no me ha pasado nada?". El rostro meditativo de Roca Rey en los trayectos de furgoneta desde la plaza al hotel nos muestra el ensimismamiento como dimensión existencial propia del torero, como un Hamlet estupefacto de que después de todo lo que ha pasado se encuentre todavía en el lado del ser en lugar del no ser al que ha pasado la bestia.
Tardes de soledad está generando reacciones polarizadas: algunos lo ven como una exaltación del toreo, otros como una crítica implícita por su crudeza. Pero también está suscitando el respeto y la admiración de aquellos que son capaces, más allá de los prejuicios y la ignorancia, de reconocer que la película es única en su categoría: la de una obra de arte, película, que proyecta la realización de otra obra de arte, toreo, aunados por la característica distintiva, y ahora perdida, del gran arte: la fuerza. Serra y Roca Rey, Roca Rey y Serra, están ya unidos para siempre tanto en la historia de la tauromaquia como en el de la cinematografía. Y, lo más difícil, han conseguido que contra el fanatismo, la censura y la hipocresía, se vuelvan a ver corridas de toros en Barcelona, hoy en el cine, mañana, quién sabe, en las plaza de toros. En estos tiempos en los que un ministro catalán ha censurado el Premio Nacional de Tauromaquia, un cineasta catalán ha mostrado que no hay arte más sublime que el de la torería. Dentro de pocos años, nadie se acordará de Urtasun, pero, sin embargo, se seguirá proyectando y admirando el mano a mano entre Serra y Roca Rey, ambos saliendo por la puerta grande del valor artístico.