
La serie The Bondsman, estrenada en Prime Video sin un gran despliegue publicitario, se basa exclusivamente en el incuestionable carisma de Kevin Bacon como un cazarrecompensas a la caza de demonios en la America rural. Vivir de esa vena macarra y paleta que el actor de Temblores o Río salvaje lleva con orgullo hace maravillas, por mucho que la serie de Amazon pague en cierto modo, y al igual que el propio personaje de Bacon, el precio de tal pacto con el Diablo.
The Bondsman parece el típico film de serie B producido por el ya inevitable Jason Blum convenientemente alargado -cosas del consumo actual- para prolongarse durante ocho capítulos de menos de media hora. Eso supone cruzar la trama puramente sobrenatural de caza y captura con la vida familiar de Hub Halloran, casi en el mismo estado de extinción que los condenados escapados del infierno que debe atrapar, así como ciertas ramificaciones de puro thriller rural de los bajos fondos, al intervenir un delincuente de poca monta que complica las cosas.
Pero The Bondsman tiene lazos con series como Buffy o Supernatural a la hora de presentar un "monstruo de la semana" (o del capítulo) que despiertan la nostalgia del aficionado a las series fantásticas de pasadas décadas, lo que unido a los más que aceptables efectos visuales de la serie contribuye a que el aficionado al terror pague con gusto el precio.
Pese a la buena idea de recuperar la idea de America como una tierra maldita de leyendas folk en tiempos de cuotas y estafas piramidales (todos los personajes, pertenecientes a la clase rural USA, parecen afectados de algun pago o deuda), o el concepto del infierno como cárcel y el Diablo como alcaide, nada puede tapar que todo está al servicio de un Kevin Bacon que hace que todo parezca fácil.
Pero éste está en pantalla casi la totalidad de la serie, que por otro lado se lo pone fácil al actor y, también, productor. Hay otros aciertos que acaban de decantar la balanza de una serie menor y alegremente Camp hacia el lado positivo: Bacon ha tenido la inteligencia de rodearse de la siempre estupenda Beth Grant, una vieja conocida del género y del cine más puramente country (No es país para viejos, Corazón rebelde).
Y es precisamente esta ambientación en la América profunda lo que apuntala una serie que no parece haber tenido el mismo apoyo que otras apuestas Amazon como The Boys o Reacher: esos Estados Unidos de remolques, gasolineras cerradas, moteles y los Red Sox como gruta de escape del mismísimo infierno.

