
El grave atentado terrorista cometido por Hamás el pasado octubre ha provocado una fuerte agitación en todo Oriente Medio. Israel lleva meses intentando arrasar toda la infraestructura que el grupo terrorista palestino tiene en la Franja de Gaza, así como liberar a los israelíes que fueron secuestrados al sur del país hebreo, para lo que está llevando a cabo una incursión terrestre en Gaza.
Esta situación está provocando también fuertes tensiones con el grupo terrorista Hezbolá, que tiene una fuerte implantación en el sur de Líbano y que, al igual que Hamás, está financiado y teledirigido por el régimen de Irán. En los últimos días, las Fuerzas de Defensa de Israel está atacando posiciones de Hezbolá y el grupo terrorista está lanzando cohetes y misiles contra las localidades del norte de Israel, buscando causar muertes entre la población civil israelí.
En medio de esta refriega se encuentran 650 militares y guardias civiles españoles que forman parte de la misión de Naciones Unidos para mantener segura la zona. Su misión es custodiar la tensa Blue Line, la franja que separa el sur de Líbano del norte de Israel y que no es una frontera, sino una línea de alto el fuego que marca el repliegue de las tropas israelíes tras su avance en la guerra de 2006.
En algunas zonas la Blue Line está marcada con bidones pintados de azul situados sobre estructuras cilíndricas de cemento. En otras pasa por en medio del cauce de un río. También hay áreas en las que Israel ha construido un doble vallado lleno de sensores y cámaras de todo tipo para impedir que los terroristas de Hezbolá penetren en su territorio para atentar. Y a esto se unen campos de minas a ambos lados.
La extensión de la Blue Line es de 121 kilómetros de longitud y está dividida en dos sectores. Los españoles están al mando del sector Este (63km de longitud) y los italianos del sector Oeste (58km de longitud). En total hay efectivos de una cuarenta de países que forman parte de la ONU. En el área bajo control español también hay militares de Argentina, Brasil, El Salvador, Indonesia, Kazajistán, Nepal y Serbia.
El grueso de las tropas españolas, que en estos momentos lo aporta la Brigada Aragón I del Ejército de Tierra, se encuentra desplegada en la base Miguel de Cervantes, en la localidad de Marjayoun. Realizan patrullar a pie y en vehículo durante las 24 horas al día para controlar que ninguna parte se adentre en la Blue Line, además de mantener la vigilancia estática que se realiza desde los puestos de vigilancia 4-28 y 9-64.
Cuando el Ejército de Israel y los terroristas de Hezbolá abren fuego los unos contra los otros, los militares españoles –al igual que el resto de países desplegados en la zona– se protegen en las instalaciones de seguridad que hay en sus bases. En el caso de la Miguel de Cervantes, hay un total de 21 búnkeres de seguridad distribuidos por toda la instalación militar.

