Como Darth Vader a Luke Skywalker en La guerra de las galaxias, hace tiempo que Hristo Soichkov le dijo a Leo Messi aquello tan famoso de "yo soy tu padre". O, para ser exacto y al fin de evitar posibles suspicacias o malentendidos, lo que afirmó es que consideraba al futbolista argentino como a un hijo, el pequeño Leo Stoichkov. No es que Hristo no tenga sus propios hijos, no, nada de eso. Yo tuve el privilegio de compartir plató con su hija Mika en el extinto programa Futboleros del desaparecido canal Marca TV; de aquel breve encuentro televisivo nuestro me viene a la memoria que, presa de nuevo de la proverbial parálisis muscular que suele atacarme cuando de la belleza femenina se trata, fui incapaz de discutir sobre nada con la bellísima hija del malvado Stoichkov porque, debido probablemente a lo anterior, me parecía que siempre tenía razón: ¡Decía tan bien las cosas!...

Con Hristo no habría tenido ningún problema para liarme la manta dialéctica a la cabeza pero reconozco que con su hija Mika me resultó imposible, lo siento. Sirva todo lo anterior para dejar claro que Stoichkov, que a diferencia de su hija no ha sido nunca un ejemplo de elegancia o fair play y del que, transcurridos los años, continúa recordándose el zapateado que bailó sobre el malísimo árbitro Urizar Azpitarte, no sería probablemente elegido ni en un millón de años como juez del "caso Messi-Cristiano", y que todas y cada una de las acciones del ex futbolista culé van precisamente dirigidas a ensalzar al primero con la pretensión de enterrar al segundo. Como cada 9 de noviembre, y como siempre con tarjeta, Stoichkov le ha dejado a Cristiano en la puerta un ramito de cactus del desierto de Sonora, que son los que más pinchan.

Stoichkov, que como sucedió con Figo, Laudrup o Ronaldo estoy convencido de que habría sido inmensamente feliz jugando con la camiseta blanca del Real Madrid, dice que a su "hijo" Messi le comparan con Pelé mientras que a Cristiano únicamente le comparan... con Messi. Yo creo que los dos, Messi y Cristiano, son unos fantásticos jugadores y que dentro de veinte o treinta años seguiremos hablando de la gesta que ambos protagonizaron en la Liga española y por Europa. También se hablará seguramente de cómo los padrinos de Messi debieron comerse sus palabras cada vez que incurrieron en el error de enterrar antes de tiempo o ningunear aviesamente a Cristiano para así ensalzar a su protegido, de cómo el portugués le dio la vuelta a la situación hasta convertirse en el mejor jugador del mundo siendo precisamente coetáneo del, según asegura por ahí algún orate, el mejor futbolista de todos los tiempo pasados, presentes y futuros, y de cómo cada vez que fue sepultado Cristiano resucitó. Entierran a Cristiano a dos metros bajo tierra. Se me antojan pocos metros para evitar que salga. Y hacen falta más paletadas de tierra.