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Marsal, el mejor gol de la historia del Bernabéu

Artículo número 72 de Historias de Fútbol, de la mano de CIHEFE, recordando la figura del mítico delantero madridista.

Artículo número 72 de Historias de Fútbol, de la mano de CIHEFE, recordando la figura del mítico delantero madridista.
Marsal, batiendo a Carmelo Cedrún en un Real Madrid-Athletic en noviembre de 1957. | CIHEFE

Marsal pudo haber sido un futbolista de leyenda, pero una gravísima lesión de rodilla le borró de una élite de la que ya formaba parte con tan solo 23 años, pues jamás volvió a recuperar su gran nivel anterior a la funesta tarde de abril de 1958 en la que sufrió un percance fortuito que le condenaría a vagar por varios equipos de nivel inferior. Así, hasta el día en que finalmente se cansó de intentar un imposible y dijo ‘basta’, colgando las botas a los 30 años, para no acercarse ya más al fútbol salvo en calidad de espectador; él, a quien su enorme proyección podía haber llevado a lo más alto.

Una gran promesa

Curiosamente, este jugador de apellidos catalanes -Ramón Marsal Ribó- había nacido en Madrid, el 12 de diciembre de 1934, a guisa de regalo de Navidad un poco anticipado. De familia acomodada, asistió al elitista Colegio de El Pilar, semillero de tanto político y empresario, en cuyo patio dio sus primeras patadas a un balón. Y debió de darlas tan bien que Miguel Malbo, mítico cazatalentos del Real Madrid, le echó el lazo, enrolándole en su fútbol-base.

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El club blanco, para que fuera haciéndose a fuego lento aquel talentazo de excelente planta -1,82 de altura y 81 kilos de peso-, le va a ceder, primero al Hércules de Alicante (con el que asciende a Primera) y más tarde al Real Murcia (un nuevo salto a la máxima categoría), donde compartiría delantera con otras dos figuras en ciernes, Joaquín Peiró y Enrique Collar, en este caso prestados por el Atlético de Madrid.

Repescado y campeón de Europa

Incorporado ya al primer equipo en la temporada 55-56, va a jugar poco ese año, pues en su posición, por el carril del ‘8’, transitaban nombres ilustres como Olsen, Rial o Molowny. Aun así, va a lograr colarse en la alineación que conquistará en el Parque de los Príncipes de París la primera edición de la Copa de Europa, al batir al Stade de Reims francés por 4-3. A partir de ese momento se convierte en una presencia habitual en el once titular. Marsal era lo que en la actualidad llamaríamos un mediapunta, y hace algún tiempo un ‘interior en punta’, caracterizado sobre todo por su fabuloso uno contra uno. Era un virtuoso del dribbling, y precisamente ese gran regate suyo es lo que le valdría un huequecito en la historia del fútbol.

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Juega bastante en la 56-57, aunque en la final de la segunda Copa de Europa, disputada en el propio Santiago Bernabéu ante la Fiorentina de Sarti y Julinho, su puesto va a ser ocupado por otro madrileño de su misma edad, Enrique Mateos. Pero la edad y el paisanaje eran lo único que tenían en común Marsal y Mateos, puesto que mientras el primero procedía de un medio económicamente desahogado, había sido educado en un buen colegio privado y gastaba una elevada estatura, el segundo era hijo de un modesto panadero, poseía un desparpajo adquirido buscándose la vida en los descampados del Madrid de la Posguerra y su físico esmirriado le había valido el alias de Fifirichi.

Un gol que hizo flamear los pañuelos

La gran temporada de Marsal va a ser la 57-58, en la que el Real Madrid se proclamará, al igual que en la campaña anterior, campeón de Liga y de Europa. Ramón disputa 20 partidos del torneo de la regularidad, anotando 12 goles, uno de los cuales sería verdaderamente antológico, una de esas piezas de orfebrería que pasan a la historia. Es el 17 de noviembre de 1957, décima jornada liguera, y visita el feudo madridista el siempre difícil Athletic de Bilbao, aunque al final no iba a ser el León tan fiero como lo pintaban, pues los propietarios del terreno vencerían por un concluyente 6-0.

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Ya habían marcado los blancos cuatro tantos, cuando en el minuto 86 Marsal va a hacerse con el balón, y driblando a cuantos jugadores rojiblancos le salían al paso terminará introduciendo el cuero entre las mallas que defendía el legendario Carmelo Cedrún. Por los suelos quedarían, aparte del guardameta, futbolistas de la categoría de Orúe, Etura, Canito, Garay o Mauri; es decir, toda la zaga vasca más algún que otro centrocampista. El Bernabéu, puesto en pie, saludó la jugada con flamear de pañuelos, y en ese preciso momento El Nene, aquel muchacho alto y desgarbado, va a entrar en la leyenda, aunque se trate de una leyenda pequeñita y remota, hoy ya únicamente evocada por unos pocos. Duró mucho menos, pero por el gran suspense generado, cuasi hitchcockiano, se le dio en llamar "el gol del minuto largo", y en la Wikipedia se puede encontrar el relato pormenorizado de aquella orgía de regates.

Debut con la selección y al quirófano

Pasan los meses y llega abril de 1958. Dos acontecimientos trascendentales en la biografía de Ramón Marsal -y por desgracia el segundo mucho más que el primero- van a tener lugar en dicho mes. El día 13, y nuevamente en el Bernabéu, debuta con la selección española, formando parte de una delantera donde están también el barcelonista Tejada y sus compañeros de equipo Di Stéfano, Rial y Gento. España derrota a Portugal por 1-0. Y justamente una semana más tarde, el domingo 20 y en el mismo escenario, el Real Madrid se enfrenta al Celta de Vigo.

Ya había marcado un gol, pero al salir de uno de sus clásicos regates pisa el balón, con tan mala fortuna que se destroza la rodilla, la zona más sensible de la anatomía de un futbolista. Diagnóstico: rotura de los dos meniscos y del ligamento cruzado anterior. Varias operaciones no le dejan bien del todo y, cuando por fin reaparece, apenas juega ya unos pocos partidos vestido de blanco. El Madrid lo cede al Levante y más tarde al Plus Ultra, con la esperanza de que pueda recuperar el nivel previo a su gravísima lesión, pero a Marsal ya le había pasado el tren, desgraciadamente.

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Despedida murciana

Ya desvinculado por completo del club merengue, vuelve al Real Murcia de sus inicios en la temporada 62-63, y colabora en un nuevo ascenso pimentonero a la División de Honor, jugando bastante aunque con unas cifras anotadoras bajas, al igual que en la campaña siguiente. Va a colgar las botas en el modesto Abarán, un club murciano que a mediados de los años 60 se asomó efímeramente a la Segunda División. Sucede en 1965 y solo tiene 30 años.

Marsal era un hombre preparado -había estudiado Peritaje Industrial-, y ello le va a permitir encauzar un futuro profesional al margen del fútbol, aunque sin perder del todo la afición pues su presencia era habitual en entrenamientos y partidos. Trabajó como empresario de diversos sectores (fontanería, construcción, etc), y dejó este mundo sin hacer mucho ruido a una edad relativamente temprana, a los 72 años, el 22 de enero de 2007. Fue la suya una carrera truncada en seco cuando comenzaba a despegar, con tan solo 23 años. Hoy en día, con los grandes avances experimentados por la Medicina Deportiva, es muy posible que su percance únicamente hubiera supuesto un parón temporal, pero hace seis décadas largas ese tipo de lesiones eran cuestión de cara o cruz.

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