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Los Juegos Olímpicos Populares

En 1936 estaba prevista la celebración de unos Juegos Olímpicos paralelos a los de Berlín. Una respuesta "a su fascismo". No llegarían a iniciarse.

En 1936 estaba prevista la celebración de unos Juegos Olímpicos paralelos a los de Berlín. Una respuesta "a su fascismo". No llegarían a iniciarse.
Parte del cartel con el que se promocionaba la Olimpiada Popular de Barcelona 1936. | Wikimedia

Continuamos con el serial de los Juegos Olímpicos atípicos. Después de pasar por los Juegos Olvidados, aquellos que pese a no constar en ningún registro oficial resultaron clave para resucitar y relanzar el movimiento olímpico, avanzamos ahora justo 30 años.

Estamos en 1936. En un clima en el que los Juegos Olímpicos, a celebrarse en Berlín, están en entredicho. La elección de la sede se había efectuado en 1931. Desde entonces, la llegada de Adolf Hitler al poder, en 1933, y la expulsión poco después de todos los judíos de sus clubes y federaciones deportivas, habían propiciado muchas dudas en no pocos países sobre si era ético participar en una cita bajo dominio de los nazis.

La más importante, sin duda, Estados Unidos. Su movimiento era clave. Y en un principio se mostró partidario del boicot. Aunque después, guiados por Avery Brundage, presidente del comité olímpico estadounidense, se retractaría. Un Avery Brundage que viviría una vida plagada de escándalos, también como Presidente del Comité Olímpico Internacional.

Tras el paso atrás estadounidense, la gran mayoría de países que se habían planteado el boicot también se echarían atrás. Ya hemos contado aquí cómo fue también crucial la presencia de la esgrimista Helena Mayer en Berlín, a pesar de todo.

Pero en aquel entretiempo de dudas sobre el boicot o no a Berlín 36, surgió la idea de llevar a cabo unos Juegos que supusieran una alternativa. Idea que tuvo su confirmación en una conferencia internacional celebrada en abril en París, bajo el pretexto del respeto al ideal olímpico.

Se decidió que, efectivamente, debían celebrarse unos Juegos paralelos. Unos Juegos en los que debían participar todos los países y federaciones que quisieran mostrar su oposición al nazismo alemán. Unos Juegos que, en palabras de su organización, debían ser, sobre todo, "el mayor espectáculo antifascista hasta la fecha".

Barcelona como alternativa

La sede elegida para su celebración sería Barcelona. Porque había sido la segunda clasificada en la designación de la sede olímpico celebrada en 1931. Y porque quien financiaría aquella celebración era principalmente el Gobierno Republicano Español, ayudado por el Gobierno Francés.

La idea era abrir la participación a todo el mundo. De hecho, se llegaría a modificar el criterio de participación territorial, estableciéndose tres categorías: nacional, regional y local. Además, la tradición y la cultura también tendrían presencia, no competitiva pero sí formando parte de la estructura de los Juegos, especialmente a través de grupos de danza o agrupaciones musicales.

En total, se estima que serían unos 6.000 deportistas los presentes. Una cifra que superaba a la de participantes en los Juegos de Berlín, y que sorprendió incluso a los organizadores, que tuvieron que ampliar las fechas previstas para su celebración. Es por eso que muchos de los carteles promocionales de los Juegos se puede observar el 22 de julio como día inicial, si bien finalmente se determinaría que arrancarían el 19.

De estos, la mitad eran de las delegaciones española, gallega, vasca y catalana. Del resto, una gran parte procedía de Francia. Pero también había deportistas llegados de Estados Unidos, Bélgica, Canadá, Dinamarca, Checoslovaquia, Argelia o Marruecos. También estarían los equipos de Alemania e Italia, formados por exiliados.

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18 modalidades deportivas formarían parte del programa olímpico: natación, atletismo, gimnasia, fútbol, tenis, tenis de mesa, boxeo, baloncesto, ciclismo, rugby, waterpolo, balonmano, béisbol, lucha, tiro, remo, ajedrez y pelota vasca. Se mantendrían la mayoría de pruebas tradicionales, pero también se incorporaban grandes novedades. Como la primera de las previstas: una carrera de relevos de 100 metros compuesta por equipos de diez integrantes.

También las mujeres gozarían de mayores oportunidades de participación en comparación con lo que vivían aún en los Juegos Olímpicos.

El Estadio de Montjuic sería el eje central de la competición. Y a falta de una Villa Olímpica (establecida por primera vez en los Juegos de Los Angeles de 1932), se usarían alojamientos y hoteles construidos para la Exposición Internacional de 1929. Incluso se tuvo que recurrir a colaboración ciudadana para alojar a algunos deportistas, dado el incremento inesperado de participantes.

Con esfuerzo -y con dinero- estaba todo preparado para su celebración... pero los Juegos Populares de Barcelona 36 nunca llegarían a comenzar.

El día antes de su inicio estalló la Guerra Civil. Y la competición fue cancelada a toda prisa. Muchos de los deportistas ni siquiera llegarían a pisar España. Los que lo habían hecho, salieron en cuanto pudieron. Aunque algunos se quedaron en Barcelona uniéndose a las milicias obreras.

Sólo unos días más tarde arrancaban los Juegos Olímpicos en Berlín. Con la única renuncia de España. Unos Juegos que, a pesar de todo, resultaron un rotundo éxito. A nivel deportivo. Y, para la Alemania nazi, a nivel organizativo y de imagen. El gran escaparate que usaron para engañar al mundo.

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