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Los Juegos Olímpicos Olvidados

Cuando más tocado estaba el espíritu olímpico, rozando la desaparición, surgieron estos Juegos. Un regreso a los orígenes que les hizo resurgir.

Cuando más tocado estaba el espíritu olímpico, rozando la desaparición, surgieron estos Juegos. Un regreso a los orígenes que les hizo resurgir.
Imagen del Estadio Olímpico de Atenas, escenario principal de los primeros y únicos Juegos Olímpicos Intercalados. Archivo | Archivo

Su importancia, incluso su celebración, ha quedado sepultada por el paso del tiempo. Ni siquiera aparecen en los libros oficiales. Pero en 1906 se disputaron unos Juegos Olímpicos que resultaron cruciales para mantener viva la llama del olimpismo en su momento más bajo.

La idea era la de realizar unos Juegos Intercalados. Cada cuatro años, igual, pero entre los Juegos Olímpicos ‘oficiales’. Como suele suceder en tantas ocasiones, la idea quedó muy lejos de la realidad. Pero no hay duda de su importancia para salvar el futuro del evento deportivo más grande del planeta.

Iniciamos con éste un serial poco al uso sobre Juegos Olímpicos atípicos. Alejados de lo que se consideraría una recopilación de las ediciones de Juegos Olímpicos. Un serial que se irá desarrollando durante todo este mes de julio, y que comprende desde estos Juegos Olvidados pero tan importantes para la historia, como la única edición –y no celebrada- de unos Juegos Populares, pasando por una especie de Juegos Olímpicos celebrados durante la barbarie de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto.

Allá vamos…

La salvación de los Juegos

En el germen del proyecto de recuperar los Juegos Olímpicos en la Era Moderna, Grecia estaba en el corazón. Era inevitable: ahí era donde habían surgido, 28 siglos atrás. Quizá era una cuestión de romanticismo, pero si se recuperaba tal evento deportivo, debía ser en Grecia, cuna del olimpismo.

De hecho, así se haría en los Juegos de 1896, los primeros de la actualidad, celebrados en Atenas.

Sin embargo, en la mente de Pierre de Coubertin, el gran impulsor del proyecto, estaba el objetivo de expandir el movimiento por todo el planeta. Una competición mundial, celebrada en todo el mundo.

Por eso, en 1900 los Juegos se llevaron a París, la ciudad de nacimiento del Barón. En parte era comprensible: era él quien los había recuperado. En 1904 los Juegos se celebrarían en San Luis, Estados Unidos.

Sin embargo, y a pesar del éxito de la primera edición, aquellos dos Juegos Olímpicos en Francia y Estados Unidos resultarían un rotundo fracaso. Quedaron eclipsados por la celebración de la Exposición Universal. Sin pena ni gloria. Apenas seguidos. Apenas reconocidos.

Los Juegos corrían por tanto el riesgo de ser difuminados dentro de un evento que gozaba de mucho mayor prestigio y seguimiento.

Grecia aprovechó la situación para reclamar una vez más que los Juegos debían seguir celebrándose siempre en Atenas. Sin excepción. Tal y como había ocurrido en la Antigua Grecia. En el origen de todo.

Se dio la situación perfecta: la pérdida de prestigio del movimiento olímpico, y la presión de varios países –además, por supuesto, de Grecia-, terminó en una decisión salomónica: entre cada edición de los Juegos Olímpicos, se celebrarían otros en Atenas. Es decir, pasarían a celebrarse cada dos años, alternando sede en Grecia con otra en distintos países.

Así, entre la edición de San Luis de 1904 y la ya concedida de Londres de 1908, se disputarían otros Juegos Olímpicos en Atenas en 1906. Concretamente entre el 22 de abril y el 2 de mayo de ese año.

Y lo cierto es que resultaron todo un éxito. Más de 900 atletas procedentes de 20 países participaron en un total de 13 deportes: atletismo, ciclismo, esgrima, fútbol (en la que está considerada la primera ocasión en que el deporte rey gozó de cierta oficialidad), gimnasia, halterofilia, lucha, natación, piragüismo, tenis y vela.

En total 78 eventos, la mayor parte de ellos celebrados en el Estadio Panathinaiko, el gran referente de los Juegos de 1896, y que dejaron un medallero liderado por Francia (15 oros, 9 platas y 16 bronces, para un total de 40 medallas), seguido por Estados Unidos y la anfitriona Grecia en tercer lugar. España no participó (no lo haría hasta 1920, a excepción de algunos atletas -8- que pudieron hacerlo en París 1900).

Una y no más

Tal fue el éxito de aquella edición, que la idea de mantener unos Juegos Olímpicos cada cuatro años en Atenas, intercalados con una edición itinerante también cada cuatro años, se consolidó. Nadie tenía dudas de que así debía ser.

Nadie, excepto la propia Grecia. Por muy romántico que fuera, se dio cuenta de que iba a ser imposible perpetuarlo en el tiempo. La complejidad organizativa y sobre todo económica era demasiado elevada.

Así, decidió renunciar a la celebración para 1910. La mente estaba puesta en volver a hacerlo en 1914, pero los apoyos para entonces se habían reducido enormemente. Las pocas opciones que le quedaban se esfumaron de manera inmediata cuando estalló la Primera Guerra Mundial.

Y así los denominados Juegos Intercalados desaparecieron del mapa. Y las medallas y marcas obtenidas por los deportistas participantes en 1906 no serían reconocidas como oficiales por el Comité Olímpico Internacional.

El legado de aquellos Juegos

A pesar del fracaso de aquello idea, no son pocos los historiadores del deporte que consideran que la celebración de aquellos Juegos fue trascendental para salvar el movimiento olímpico.

Y no sólo por incorporar elementos que se convertirían en símbolos eternos de los Juegos. No en vano en Atenas 1906 se celebró por primera vez el desfile inaugural de los deportistas bajo la bandera de su país; fue la primera ocasión en la que se dispuso de una villa olímpica; y fue la primera ocasión también en que el campeonato de fútbol contó con selecciones nacionales. Incluso, la idea de intercalar ediciones sirvió para, mucho más tarde, hacer lo mismo entre los Juegos Olímpicos de Verano y los Juegos Olímpicos de Invierno.

Pero si algo hay que agradecer a aquella edición de 1906 es que, en unos años en que el futuro de los Juegos Olímpicos estaba más en entredicho que nunca -amenazando incluso con su desaparición-, el regreso a sus orígenes, a la cuna del olimpismo, y el éxito organizativo y participativo de la cita, supuso una revitalización del olimpismo. Revitalización que se certificó con la celebración de los Juegos de Londres en 1908.

Para la historia oficial del Olimpismo, aquellos Juegos Intercalados de Grecia 1906 nunca existieron. Son Los Juegos Olvidados. Pero no hay ninguna duda de que su celebración fue crucial para que el movimiento olímpico no sólo continuara cuando parecía predestinado a volver a desaparecer, sino que sentaron las bases para progresar hasta llegar a lo que es hoy: el evento deportivo más grande del planeta. Por eso es de justicia recordarlos, y dignificarlos.

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