El espíritu olímpico siempre debe prevalecer por encima de cualquier conflicto o interés entre naciones. Así se ha pregonado siempre, desde sus inicios. Pero en pocas ocasiones el lema –tantas veces inocuo- ha alcanzado el extremo al que llegó en 1940. Bajo el yugo de la Segunda Guerra Mundial, en el corazón de la Alemania Nazi, prisioneros de guerra de diversas naciones llevaron a cabo una celebración, unos Juegos, que han quedado para siempre en la historia del deporte. Y de la vida...
Porque en 1940 no habría Juegos Olímpicos. Su celebración, prevista inicialmente para Tokio, fue cancelada tras el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Se intentó trasladar el evento a Helsinki, más segura pensaban... pero tampoco. El conflicto afectaba todo el planeta, así que por segunda vez en la historia, los Juegos eran cancelados.
Sin embargo, a escondidas y jugándose la vida, unos valientes prisioneros de guerra celebraron una suerte de Olimpiadas en un campamento nazi. Concretamente, en el Stalag XIII-A de Langwasser, muy cerca de Nuremberg.
Ahí, prisioneros de Bélgica, Francia, Gran Bretaña, Noruega, Polonia, Rusia y Yugoslavia llevaron a cabo una gesta increíble. Con lo que poco que tenían, y por supuesto a escondidas pues las penas por contradecir los designios de los alemanes a cargo de ese campo (que no eran oficiales) podían llegar incluso a la muerte, llevaron a cabo unos días de actividades deportivas emulando lo que deberían haber sido unos Juegos Olímpicos. Emulando la libertad que les había sido arrebatada.
Y hubo de todo. Incluso una bandera olímpica, hecha a partir de la camiseta blanca de un prisionero polaco, y en la que se pintaron los anillos olímpicos con ceras. También se adhirieron a la misma los parches de cada uno de los países presentes en el campo. Una bandera olímpica que posteriormente fue custodiada, extraída del campo, y actualmente se halla expuesta en el Museo de Deportes de Varsovia, junto a los pocos objetos que sobrevivieron al campamento.
Incluso se llegaría a celebrar una simbólica –y silenciosa– Ceremonia de Apertura, con su juramento, realizado por tres prisioneros, uno polaco, uno francés y uno británico. "En nombre de todos los deportistas cuyos estadios están cercados con alambres de púas, hagamos que estos 'Juegos Olímpicos de prisioneros de guerra' sean un símbolo de la 12ª Olimpiada. Declaro que los Juegos Olímpicos de Prisioneros de Guerra del año 1940 en Stalag XIII-A en los suburbios de Nuremberg, Langwasser, quedan inaugurados", proclamaron.
Deportes al fin y al cabo
Aquellos Juegos ilegales, prohibidos, imposibles, fueron inaugurados el 31 de agosto de 1940. Y contaron con diversas pruebas, tantas como pudieron ingeniarse los prisioneros participantes. Hubo, por ejemplo, lanzamiento de peso, realizado con piedras que hallaban en el campamento. O también ciclismo, usando las sillas de ruedas en lugar de bicicletas.
Otros eventos deportivos que llegarían a celebrarse -adaptados, por supuesto, a la precaria situación- fueron atletismo, voleibol, balonmano, y fútbol (ya hemos contado aquí en repetidas ocasiones la frecuente y vital presencia del fútbol en los campos de concentración nazis). Y también boxeo, aunque durante el primer combate decidieron no continuar con la competición al ser demasiado agotadora y peligrosa para la situación en que se hallaban los prisioneros.
Se ha llegado a apuntar que fueron en torno a 30 modalidades deportivas las que se disputaron, y con más de 300 participantes entre todas ellas, aunque muchos de ellos repitieran en diferentes pruebas.
Todo, por supuesto, en un completo silencio por temor a las más que probables represalias, a diferencia de lo que sucedería cuatro años más tarde. Si bien es cierto que un campo de prisioneros de guerra no es lo mismo que un campo de concentración, en el sentido de que los ahí presentes podían gozar de cierto mejor trato e incluso la posibilidad de realizar algunas actividades de ocio, todo tuvo que llevarse a escondidas, porque las autoridades nunca lo hubieran permitido.
Pero aquella especie de Juegos Olímpicos Imposibles se llevaron a cabo en Stalag XIII-A. Con sus registros, sus vencedores, e incluso sus ceremonias de ganadores. Sin medallas, pero con himnos nacionales.
Una historia que alcanzó gran popularidad sobre todo en Polonia, donde en 1980 llegaría a rodarse una película relatando esta increíble aventura, basada en la historia real de Teodor Niewiadomski. Uno de los participantes en aquellos Juegos Olímpicos. Uno de los grandes héroes que mantuvieron vivo el espíritu olímpico cuando parecía imposible que así fuera.
Serial Juegos Olímpicos Diferentes:


