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Gadafi S.A: excéntrico y milmillonario

Muamar Al Gadafi es el amo de Libia. En 42 años ha acumulado una incalculable fortuna que hoy se reparte su clan familiar.

En la Nochevieja de 2008, Saif Al Islam, uno de los hijos de Muamar Al Gadafi, se encontraba en la paradisíaca isla caribeña de San Bartolomé pasando unos días de vacaciones. Para amenizar la fiesta que celebró aquella noche en compañía de unos amigos, Saif Al Islam se puso en contacto con el agente de Mariah Carey y le pidió que la cantante neoyorquina se desplazase hasta la isla para una actuación privada. El presupuesto era un millón de dólares y serían sólo cuatro canciones las que la diva tendría que interpretar.

Cuando la noticia saltó a los periódicos occidentales Saif Al Islam lo negó ofendido, asegurando que él era comedido en el gasto, al tiempo que acusaba a su hermano Mutassim de ser quien encargó el recital de Nochevieja. De Mutassim, nombrado por el padre de ambos asesor de seguridad nacional, se sabía ya entonces que había solicitado al Estado algo más de 1.000 millones de dólares para montar su propio ejército privado de 120.000 mercenarios. El dinero le fue concedido, y hoy Mutassim junto a su hermano Jamis controlan una milicia mercenaria que sólo le debe obediencia a ellos y, naturalmente, a su augusto padre.

Las historias de derroche, lujos y caprichos caros de los Gadafi son, gracias a internet y a las cadenas de televisión por satélite, muy conocidas dentro de Libia. Aunque la prensa calla y hablar en público de la fortuna de la familia es el camino más directo para ingresar en el calabozo, todos en el país, incluido el cuerpo diplomático, saben del acelerado tren de vida que llevan los hijos del dictador a cuenta de las arcas públicas.

Por lo general, compiten entre ellos por acaparar áreas de influencia y nuevas fuentes de ingreso. Así sucedió, sin ir más lejos, con la franquicia de Coca-Cola que se estableció en el país hace unos años, causante de una entrañable pelea fraterna. De la National Oil Company (NOC), primera empresa del país, viven todos. Unos, como la abogada de Saddam Hussein y ex embajadora de buena voluntad de la ONU, Aisha Gaddafi, de un modo más o menos discreto. Otros, como el temperamental Mutassim, gastan sin medida. Las fiestas de Año Nuevo en San Bartolomé, por ejemplo, se han seguido celebrando, aunque el anfitrión de las dos últimas ha sido Mutassim. Se cuenta que en una de ellas contrató los servicios de Usher y de Beyoncé, dos cantantes pop de primera fila y abultado caché.

Decir Libia es decir Gadafi

Los Gadafi pueden permitirse tanto despilfarro porque el país es, literalmente, de su propiedad. Libia no es más que el nombre oficial de un lugar que bien podría denominarse Gadafi S.A. En 42 años de poder absoluto, el coronel ha levantado un vasto imperio cuyo valor se estima en varios miles de millones de dólares (5.000 millones según los cables filtrados por Wikileaks). No aparece en la lista Forbes, ni lo hará, ya que esta lista se elabora sobre información, generalmente de tipo bursátil, disponible al público. El patrimonio de los Gadafi es tan secreto como las cuentas bancarias que lo custodian en refugios fiscales del golfo Pérsico y el sudeste asiático.

Gadafi controla directamente la maquinaria de un Estado enriquecido por los ingresos del petróleo. Libia cuenta con unas reservas comprobadas de unos 40.000 millones de barriles, las mayores de África. Al ritmo de explotación actual (1,8 millones de barriles al día) y sin necesidad de descubrir nuevos yacimientos, el oro negro no dejará de fluir en el Desierto Líbico hasta dentro de, aproximadamente, unos 60 años.

Eso es mucho tiempo y, sobre todo, mucho dinero. A pesar de la ubicua corrupción y de que padezca una de las economías menos libres y peor gestionadas del mundo, tal es la cantidad de divisas que entran gracias al petróleo que los libios pueden presumir de encabezar la lista de ingreso per cápita en África. Un "logro" que Gadafi utiliza como herramienta de propaganda continuamente.

Inversiones Gadafi

Los libios, (muy pocos, algo más de cinco millones) disponen de una renta mayor a la de sus vecinos egipcios. Eso significa que sus gobernantes, es decir, Gadafi y su camarilla, cuenta con fondos prácticamente inagotables. Desde 2006 parte de la riqueza petrolera se ha invertido, siguiendo el modelo de los emiratos del Golfo, en un fondo soberano denominado Libyan Investment Authority (LIA) que, actualmente, cuenta con activos valorados en 50.000 millones de dólares más otros 30.000 millones de recursos disponibles.

Las inversiones de este fondo se han dirigido preferentemente a Italia, antigua potencia colonial. Allí llevan varios años comprando participaciones de diferentes empresas italianas. Los libios están presentes en FIAT (2%), en Finmecanicca (2%), en Unicredito (7,5%), en la Juventus de Turín (7,5%) o en la petrolera Eni, casa matriz de Agip (1%). De Italia han dado el salto a otros países europeos. Desde Holanda, por ejemplo, controlan Oilinvest B.V Group, de la que depende la cadena de gasolineras Tamoil, con presencia en cinco países europeos.

Aquí es donde la alargadísima sombra de los Gadafi llega a España. Tamoil tiene 33 estaciones de servicio en nuestro país repartidas por cuatro comunidades autónomas (Cataluña, Valencia, Andalucía y Castilla-La Mancha). Aparte de la red minorista, el imperio Tamoil refina el crudo traído de Libia en tres refinerías localizadas en Hamburgo, en Cremona (Italia) y en Collombey (Suiza). Un modelo muy parecido al de la venezolana PDVSA en Estados Unidos con la red de gasolineras Citgo.

LIA ha diversificado inversiones en los últimos ejercicios. Ha entrado con fuerza en el Reino Unido comprando una inmobiliaria, el 3% de la editorial Pearson y el fondo de cobertura FM Capital Partners. En Rusia ha invertido en el sector del aluminio a través de Rusal, la mayor productora de aluminio del mundo. Hace año y medio el petrodólar libio saltó el Atlántico. En septiembre de 2009, en una sola operación, se hizo con el control de la canadiense Verenex Energy.

La fortuna de LIA es la de Gadafi, al menos mientras éste conserve un hilo de poder y el reconocimiento internacional. Cuando lo haya perdido, él y su familia tendrán que refugiarse en lo que hayan amasado secretamente en Dubai o Singapur. La primera escala donde disfrutar los primeros frutos de la rapiña podría ser Londres. En la capital del Reino Unido el dictador libio compró un pequeño palacete en el selecto barrio de Hampstead al que no le falta ni la piscina ni un cine privado con las paredes tapizadas de terciopelo.

Necesitará llevarse también su vastísimo y estrafalario fondo de armario, en el que ha invertido grandes cantidades de dinero durante un mandato que empezó en 1969 a los 27 años de edad y que él creía, y aún cree, vitalicio.

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