Casi todos los periódicos destacan en portada las últimas bofetadas que Marruecos ha propinado a España con su decisión de suspender la cumbre bilateral prevista para el 27 de diciembre y su veto a la presencia de periodistas españoles en la visita de Mohamed VI al Sáhara. Sin embargo, salvo El Mundo, ninguno denuncia editorialmente el agravio. La Vanguardia -uno de los periódicos a cuyos corresponsales se les trasmitió personalmente el veto– ni siquiera informa del asunto en portada.
La mimesis y el seguidismo de los periódicos españoles a las reacciones políticas –ya sean del Gobierno o de la oposición– ha batido récords en este asunto. El martes ya vimos que El País seguía al PSOE criticando al Gobierno por no hacer aún más apocada su actitud hacia Rabat, mientras ABC y El Mundo se limitaban a tildar de injustificable la decisión marroquí de retirar a su embajador. Ninguno criticó –y sigue sin criticar– no ya la pasividad de nuestro Gobierno al no responder con contundencia a esos intolerables desplantes, sino su esperpéntica actitud del “todo va bien” mientras llueven las afrentas. Piqué recuerda al vapuleado boxeador aquel de la película que se decía a sí mismo “no hay dolor, no hay dolor”, mientras lo forraban a golpes. Por lo menos Rocky, a diferencia de Piqué, lo decía sin una sonrisa en los labios. Una cosa es diplomacia, y otra pusilanimidad.
Cuando la última afrenta es el veto a los periodistas españoles, podíamos pensar que al menos estos reclamaran al Gobierno mayor contundencia en su defensa, pero la mayoría calla y otorga, y El Mundo abiertamente lo secunda: “El rey parece convencido de que le conviene tirar por tierra las relaciones con su principal vecino, ante lo cual es muy conveniente el comedimiento del Ejecutivo español, que ha pedido respeto para nuestros periodistas, pero sin caer en las provocaciones: el joven rey cambiará con el tiempo, la geografía no”. El jóven rey cambiará si se le obliga a ello, no si se le consiente. Como decia Lenin, si pinchas y está blando, sigue profundizando. En las relaciones hispano-marroquí, el régimen de Rabat es beneficiario neto. Entre otras cosas, el país alauí es el mayor receptor mundial de fondos de cooperación y ayuda españoles. Mohamed VI no quiere tirar por tierra esas rentables relaciones, sino hacerlas aún más asimétricas, pensando –certeramente, a la luz de las reacciones– que España, mirando a corto plazo, se va a achantar. Aunque esto no fuese así, no entendemos cómo El Mundo no critica, al menos, la surrealista actitud del Gobierno que dice que hay buenas relaciones cuando, lisa y llanamente, es evidente que no es así.
En cuanto a la crítica a Marruecos que contiene el titular de su editorial “La diplomacia arrogante” es la arrogancia que España le consiente, con el beneplácito de El Mundo y con el silencio editorial y la condescendencia del resto de los periódicos. Ahora está por ver si, encima de arrogante, la actitud de Rabat es rentable. Las dos cosas, a nuestra costa.

La prensa secunda el esperpento
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