Los apagones eléctricos provocados por la ola de frío, el viaje de Zapatero a Marruecos, la dimisión del primer ministro portugués o el inminente envío de setecientos soldados españoles a Afganistán son algunas de las noticias más destacas en portadas y editoriales.
El Mundo y ABC dedican sendos editoriales a los apagones que ha producido el aumento de la demanda de energía eléctrica como consecuencia de la ola de frío. Ambos editoriales –más descriptivos que explicativos del fondo del problema- relatan los problemas de escasez y cortes selectivos que tuvieron que producirse en algunas comunidades, como la valenciana, Madrid o Murcia, y que han venido a sumarse a lo sucedido en torno a Endesa-Fecsa en Cataluña el pasado fin de semana. Ambos periódicos aciertan al decir genéricamente que el problema tiene un origen estructural pero cometen el error de emparejar la crisis con las medidas liberalizadoras del sector que, según El Mundo, “impiden al Gobierno intervenir”. Lo cierto, sin embargo, es que el origen de esta escasez es una responsabilidad política porque la liberalización no ha sido completa. Se ha limitado drásticamente la capacidad de inversión de Endesa e Iberdrola, las empresas han dejado de invertir en nuevas centrales porque no le es rentable si no pueden elevarse las tarifas y las Comunidades Autónomas y los Ayuntamientos se niegan a dar permisos para poner en marcha nuevas instalaciones. El problema de desabastecimiento -una cuestión básica de teoría económica- no lo provoca el que se haya liberalizado el sector; lo causa lo poco que se ha hecho.
El Mundo, ABC y El País coinciden en alabar al primer ministro socialista portugues por su decisión de dimitir tras el fracaso electoral de su partido en las elecciones municipales del domingo. Todos consideran que se trata de una muestra de responsabilidad política y de sentido común ya que la pérdida por parte de los socialistas de las principales ciudades del país no es vista tanto como un triunfo de la oposición liberal-conservadora como una derrota de un Ejecutivo con importantes fracasos de gestión, dividido y carente de iniciativa. El Mundo contrasta la actitud de Guterres con la de Felipe González, "quien se mantuvo obsesivamente aferrado al poder pese a perder clamorosamente los comicios municipales de 1995 y por motivos muchos más graves”. El País, por su parte, hace una lectura del fracaso socialista como un mero movimiento pendular hacia la derecha que se vive en Europa tras los reveses electorales de la izquierda en “Italia, Dinamarca, ahora Portugal y la gran incógnita francesa en el aire”.
Toda la prensa destaca como las autoridades marroquíes están agasajando a Zapatero y le dan en su visita honores de jefe de Estado. El único diario, sin embargo, en comentarlo editorialmente es El Mundo. Este diario acertadamente caricaturiza a Rodríguez Zapatero como un candidato al que le debieran votar los electores marroquíes vista la fastuosa recepción que el Gobierno de Rabat le ha dedicado. “Hay –asegura el editorial- en el agasajo postinero, con siete ministros y un asesor real, como en los ditirambos de una prensa adicta al poder alauí, demasiado desmedida como para que Rodríguez Zapatero no se percate –quizá con cierta incomodidad- de que está siendo instrumentalizado”. Este diario, que sigue compaginando en este asunto la crítica y la candidez ante los socialistas, afirma que, si como resultado de la visita de Zapatero, se produjera la vuelta a Madrid del embajador marroquí, habría que preguntarse hasta que punto era grave para Rabat una crisis con España que se puede superar por el mero hecho de que un político sin responsabilidades de gobierno se de una vuelta por Rabat”. Zapatero ni se ha opuesto ni ha criticado ninguna de las posiciones de Rabat, sino que se ha limitado condescendientemente a pedir que vuelva su embajador. Aunque Rabat ya podría contentarse con tener en Madrid a Zapatero, no es de extrañar que envíe de regreso a su embajador: La jugada estaría clara: Tras otorgar a la oposición de Zapatero la capacidad de “desenredo” en las relaciones, se amedrenta al Gobierno de Aznar con una nueva retirada o un nuevo enredo si no se pliega a las reivindicaciones que hayan de venir. Claro que nuestro Gobierno ha sido, en parte, el responsable de elevar a los altares de lo políticamente correcto el tener, a toda costa, buenas relaciones con Marruecos. Visto los complejos de nuestro Gobierno, el oportunismo y la falta de principios de la oposición habrían hecho el resto...

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