La aprobación en el parlamento de la reforma del paro con los votos del PP y la abstención de CiU y CC es el titular más destacado en todas las portadas de prensa, salvo en las de ABC y La Razón. El primero da prioridad a la decisión de controladores, pilotos y maquinistas de RENFE de no sumarse a la huelga, mientras que el segundo destaca que el Gobierno recurrirá al Ejército del Aire para proteger la Cumbre de Sevilla. Otro asunto muy destacado es el inicio del juicio contra los asesinos confesos de Fernando Buesa y de Jorge Díaz, quienes ayer justificaron, desafiantes y risueños, el crimen del dirigente socialista y de su escolta.
Todos los diarios dedican un editorial a la aprobación de la reforma del subsidio y todos tienen como eje de reflexión el hecho de que el Gobierno la haya sacado adelante, por primera vez en seis años, gracias exclusivamente a la mayoria absoluta que le otorgaon los votantes en las elecciones. Los diarios que respaldan al Ejecutivo van en la línea de no restar legitimidad a la reforma por el hecho de que sólo cuente con el apoyo del PP, mientras que los diarios que más se han opuesto a los cambios propuestos por el Gobierno pasan también a criticar sus “formas.” Lo que el lector no podrá encontrar en editorial alguno son las razones por las que es conveniente la reforma...
El Mundo asegura que “la soledad del PP es incómoda pero no le resta legitimidad”. Menos mal. El Mundo aun podía exigir al Gobierno que pidiera perdón por hacer uso, por primera vez, de su mayoría absoluta y reclamarle que no presentara en el Congreso reforma alguna hasta que no estuviera consensuada...El Mundo, sin embargo, pone toda su confianza en la disposición del Ejecutivo a aceptar enmiendas durante su tramitación como proyecto de ley.
El sistemático recurso al “rodillo” efectuado por los Gobiernos socialistas ha llevado a la mayoría —por no decir totalidad— de la opinión pública a cuestionar, no ya el abuso, sino el simple uso de la mayoría absoluta. Y lo cierto es que esta patológica y políticamente correcta exigencia no se puede articular en un sistema que da la legitimidad a los electores: Un ciudadano puede dar respaldo a un programa votando al partido que lo propone, pero ¿puede saberse en qué sentido ha de votar si los programas de Gobierno han de ser necesariamente consensuados entre distintas formaciones políticas?. Más si cabe, cuando la oposición está en una política de desgaste y no ofrece alternativa alguna
El Mundo, aunque cuestiona con críticas acertadas la abstención de CiU y CC, en cierta forma legitima su injustificado reproche al Gobierno sobre las “arrogantes formas” en que ha sacado adelante su proyecto. El editorialista, dejando patente que le interesa más el “cómo” que el “qué” se aprueba, vuelve a dar alas al ministro de Trabajo y a su llamamiento al diálogo frente a las “pasiones futbolísticas de ganar el partido” de Aznar. Y eso a pesar de que el diario advierte que “el presidente no se refería a la huelga, sino a ganar la batalla de la creación del empleo”. Como si, a estas alturas, una cosa no supusiera la otra...
El País —que sabe bastante mejor que El Mundo lo que hace— va en esa misma línea de cuestionar las “formas del Gobierno” e insistir en la falsa imputación de que el Gobierno no ha querido consensuar la reforma. ¡Pero si el Ejecutivo no ha intentado otra cosa! Si estuvo y, por lo visto parece que sigue, dispuesto a negociar con los sindicatos todos y cada uno de sus puntos!. ¡Si dice que aceptará enmiendas!. ¡Si mantiene que negociará con los sindicatos, incluso después de la huelga que le han montado!. En lugar de defender y explicar sus propuestas, el Gobierno —con la excepción de Aznar— lo único que ha hecho es dejar patente su disposición de negociar. Si por ahora no lo ha hecho es por la simple razón de no encontrar con quien hacerlo.
Así las cosas, la única forma que tendría el Gobierno para “consensuar” una medida es no presentarla. La determinación de Aznar de seguir adelante ha sido tardía y no ha sido secundada por el resto del Gobierno. Salvo el presidente, los demás insisten en la oferta de negociación de las medidas, en lugar de explicar la necesidad y conveniencia de las mismas.
El País reprocha al Gobierno la falta de acuerdos con quien sabe que no los va a lograr. Mantener al Ejecutivo en esa actitud es, sin embargo, vital para silenciarle. El País compagina el hipócrita llamamiento al consenso con la crítica específica de las medidas del Gobierno, mientras que El Mundo aún cree ingenuamente en un acuerdo, no se sabe muy bien en qué, lo que le lleva a silenciar el apoyo específico de las propuestas del Ejecutivo.
No nos engañemos, la falta de explicación de la reforma por parte del Gobierno u de sus medios afines no nace de la “arrogancia” y la determinación de llevarlas a la práctica sino de la absurda creencia de que iba a ser posible algún tipo de acuerdo.

La “soledad” de una mayoría absoluta
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