El empate técnico entre democristianos y socialdemócratas que permitirá a Schröder seguir gobernando gracias al ascenso de los Verdes, es la noticia más destacada en todas las portadas. Con menor relieve, el otro denominador común es el nuevo plante de Rabat a nuestro Gobierno, al decidir el ministro de Exteriores, Mohamed Benaisa, suspender anoche, sin previo aviso, la reunión que hoy debía mantener con su homóloga española, Ana Palacio.
La decisión de Israel de frenar la demolición del cuartel general de Arafat es la noticia más destacada en el área internacional. El Mundo, por su parte, asegura que IU se opondrá a la querella del Parlamento Vasco contra Garzón y que la Comisión Antiblanqueo impondrá al HSBC —el banco que dio el crédito a la familia del ministro Rato— una multa de dos millones de euros por haber mantenido las cuentas opacas descubiertas a raíz del “caso Gescartera”. ABC, por su parte, publica una encuesta que asegura que “el 44 por ciento de los españoles votaría a un partido que limitara el exceso de inmigrantes”.
ABC y La Razón son los dos únicos en hacer un comentario editorial al nuevo plante del Gobierno marroquí. Ambos diarios se limitan a decir que Rabat ha perdido una “nueva ocasión” para intentar recomponer las relaciones bilaterales, y a denunciar la falta de voluntad sincera por parte de Rabat. Sin embargo, no hacen critica alguna a nuestro Gobierno y a nuestra ministra por ese nuevo fracaso cosechado a causa de esa estrategia pusilánime y carente de firmeza que permite al Gobierno marroquí humillar impunemente al Ejecutivo español.
Para La Razón, “España, claro vencedor en el desafío de Perejil, disfrutaba en principio de mayor capacidad de maniobra y de mejor posición para mostrarse comprensiva”. Ese precisamente ha sido, una vez más, el error de nuestro Ejecutivo: el pensar que debía comportarse “comprensivo” ante un Gobierno que no para de desafiar la soberanía española no ya de Perejil, sino también de Ceuta y Melilla. Tenía que haber sido Palacio —y no Benaisa— quien tenía que haber anulado la reunión ante la insistencia de Rabat de acabar con la soberanía española de ambas ciudades.
El Gobierno español no sólo tardó en intervenir en Perejil, sino que luego desbarató esa intervención aceptando una errada mediación de EE UU y renunciando de facto a la soberanía española del Islote. En lugar de penalizar la agresión, el Gobierno español ha vuelto a cometer el error de intentar contentar al que no se iba a contentar. Claro que, según La Razón, le tocaba a España ser “comprensiva”. Desde luego, no hay que extrañarse de que los medios de comunicación del Gobierno marroquí hayan alabado al diario de Anson y su papel ante Marruecos. En lugar de propiciar una actitud de firmeza, Anson ha insistido en esa actitud claudicante que sólo cosecha nuevas humillaciones y desplantes para nuestro Gobierno.
ABC reconoce que los “buenos deseos” respecto a las relaciones entre ambos países eran mostrados “en voz alta y clara por parte española y sólo en un susurro desde Rabat”y reconoce su editorial que Marruecos “no ha renunciado nunca a seguir provocando”. Lo que ABC no critica es el error que es tratar de negociar con alguien que mantiene tan pública como desafiantemente esa actitud. Hasta que España no haga sentir a Marruecos el coste de sus malas relaciones, Rabat no va a tener incentivo alguno por mejorarlas. Si antes, durante y después de la invasión marroquí de Perejil, Marruecos es el país del mundo más beneficiado por nuestra fondos de ayuda y si, encima, a cada desplante suyo se le responde aquí con actitud claudicante, no hay que extrañarse de que Marruecos insista en esa vía. Si fuera la primera humillación, se podría culpar exclusivamente a Rabat de la situación. Pero como es la enésima, a quien hay que pedir responsabilidades es a nuestro Gobierno y a su pusilánime y desastrosa política de asuntos exteriores.
¿Grietas en el tripartito, o simple maquillaje?
El Mundo titula “grietas en el tripartido”su editorial dedicado a la noticia de que IU no respaldará la querella de los nacionalistas contra el Juez Garzón. Tras dar relevancia a las criticas de Eguibar a la actuación de la Ertzaintza contra Batasuna, y las “divisiones en EA entre los que quieren seguir con una estrecha colaboración con el PNV y quienes creen que puede llegar su oportunidad de ocupar gran parte del espacio de Batasuna”, el editorial señala que en IU, “los fuertes desencuentros respecto a la dirección de la coalición en Madrid han desembocado en la decisión de no respaldar ni la querella contra el juez que pretende votar el parlamento vasco ni la ya avanzada por el Gobierno tripartito que forma parte”.
Aunque es evidente, no ya el “desencuentro”, sino el encontronazo que se está viviendo en el seno de IU por el apoyo que la coalición está brindando a los batasunos en el País Vasco, más que grietas habría que hablar de “maquillaje en el tripartito”.
La postura de Eguibar no es más que es doble juego de “poli bueno y poli malo” que se reparten destacados dirigentes del PNV para hacer más presentable su inequívoca y común voluntad secesionista. Nada que ver con esos “michelines” que Arzalluz no ha dudado en extirpar del partido que reclamaban la validez de la legalidad vigente y reivindicaban el estatuto. Lo que sucede es que la voluntad de defender a Batasuna hay que atemperarla pues ,al mismo tiempo, hay que conservar el poder que, según el artículo 155 —“ultra”, lo calificaría el director de El Mundo— de la Constitución, exigiría —se supone— la retirada de competencias autonómicas si ese apoyo al brazo político de ETA fuera más allá de la ley.
En cuanto a la oportunidad de EA de hacerse con el electorado de Batasuna, lo mismo le ocurre al PNV. Ambos ya están haciendo ese juego, sin que ello suponga romper con una coalición que, gracias a la ley D´Hondt, les permite disimular la paulatina pérdida de sus respectivos electorados en el País Vasco. El PNV se ha instalado, en este sentido, en tal radicalidad, que poco margen de competencia y diferenciación le permitiría a EA.
En cuanto a IU y su decisión de no respaldar las querellas nacionalistas, se trata sólo de una obra de maquillaje para no arrastrar al partido en el resto de España en esa senda suicida por la que insiste Madrazo en el País Vasco. Este cambio además solo tendría relevancia a la hora de impedir que las querellas nacionalistas prosperasen, pero Izquierda Unida no ha cambiado en un asunto mucho más crucial como es su ilegal negativa a cumplir con el auto del Juez Garzón y dejar a los proetarras sin grupo parlamentario propio en la Cámara vasca. Pero en fin, en este asunto de la política antiterrorista en que las cuestiones mínimas son celebradas como proezas, todo es posible. Hasta los elogios a IU...

Alemania, igual; Marruecos, también
En España
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