La rebaja del Banco de España de la previsión de crecimiento del Gobierno para 2003, la noticia de que los sueldos de los funcionarios subirán más que el IPC los dos años electorales y el respaldo de la Audiencia Nacional al auto del juez Garzón que obliga a Batasuna a cesar sus actividades son las tres noticias más destacadas en las primeras páginas de los diarios.
Un claro denominador común de las portadas también lo constituye el accidente de tráfico que ayer causó la muerte de siete personas en Almansa. El llamado “giro argelino” de España y las repercusiones que pueda tener en Marruecos también son destacados en varias portadas y comentado en distintos editoriales.
Finalmente, otras noticias que encontramos en las diferentes portadas son la advertencia de Trimble de que dimitirá como primer ministro del Ulster si Blair no expulsa al Sinn Fein del Gobierno, la propuesta del PP para que la obesidad sea tratada como enfermedad, la muerte de nueve inmigrantes al naufragar su patera en la costa de Cádiz o el premio Nacional de Narrativa que ha logrado la opera prima escrita en euskera del vizcaíno Unai Elorriaga.
El Mundo enlaza acertadamente su editorial dedicado a comentar la advertencia del Banco de España, que rebaja el optimismo de las previsiones de crecimiento del Gobierno, con el que analiza la disposición del Ejecutivo a aumentar un punto por encima de la inflación el sueldo de los funcionarios. Sorprendentemente, esta última noticia sólo es destacada en su portada, mientras que el resto de medios la obviaron (excepto Libertad Digital).
El diario El Mundo considera que las rebajas de las previsiones de crecimiento del 3% del Gobierno al 2,5% en 2003 efectuadas por Caruana “no son muy sorprendentes: en esta página ya se ha resaltado el carácter voluntarista y no demasiado creíble de la previsión para el año que viene”. También subraya acertadamente la doble advertencia lanzada por el gobernador del Banco de España: “por una parte, debe controlarse el diferencial de inflación entre la de España y la media de la Unión Europea, para no dañar seriamente la competitividad; por otra, existe el riesgo cierto de que el incremento del endeudamiento de las familias y de las empresas erosione nuestro actual crecimiento, todavía superior al del resto de Europa”.
El Mundo, claramente advierte de que “tenemos una economía que pierde fuerza y que puede estar incubando unos problemas que más tarde le impedirán recuperarse con fuerza”.
Ante este diagnostico de situación, El Mundo pasa a analizar la “electoralista” propuesta del Gobierno de aumentar un punto por encima de la inflación prevista en 2003 los salarios de los funcionarios. Aunque recuerda que los funcionarios “han sufrido duras congelaciones”, su editorial advierte contra esta medida, que elevará el 3% la retribución de los empleados públicos. A partir de este porcentaje, y siendo consciente de que “los incrementos en la función pública sirven siempre de pauta para las subsiguientes negociaciones colectivas en el sector privado”, El Mundo advierte de que “podemos calcular sin riesgo de error que en las empresas se andará en torno al 4%”. “Cuando el diferencial de inflación –continua con acierto el editorial– es el gran lastre competitivo de la economía española, la aparición de un factor de aumento de precios tan poderoso como el de los salarios en todos los sectores hace temer que las advertencias no sólo hayan caído en saco roto, sino que la realidad acabe siendo peor que la que describía el Gobernador”. El Mundo admite que “los gestos dadivosos en año electoral y tras una etapa de protesta social tienen su explicación política, pero en el terreno económico acaban siendo pan para hoy y hambre para mañana”.
Hay que ver el sentido de la responsabilidad y el acierto del que hace gala hoy este editorial de El Mundo, que suscribimos plenamente. Ya nos hubiera gustado, sin embargo, verle algo parecido respecto a la reforma del desempleo... De todas formas, es falso hablar de una “protesta social” que hiciera políticamente imposible mantener la reforma del subsidio de desempleo. No sólo no hay ese ambiente, no sólo la huelga resultó un fracaso, sino que los mismos sondeos que hizo públicos El Mundo confirman que incluso la mayoría que se oponía a los cambios introducidos por el Gobierno no consideraba, pese a ello, la convocatoria de una huelga general.
La retirada de la reforma no sólo desincentiva la búsqueda del empleo y vuelve a encarecer los costes del despido –que son la claves disuasorias de la contratación–, sino que, además, supone un golpe para los deseos del Gobierno de controlar la inflación. ¿O acaso cree el editorialista de El Mundo que esto –como sucede con los salarios– no repercute también en los precios?
Con la entrada en escena del Banco Europeo, poco margen le quedaba a las autoridades españolas para combatir la inflación. Pero las pocas que tiene, las desperdicia.
La Razón, a diferencia de El Mundo, no es que quite, pero sí resta irresponsablemente parte de la importancia a las advertencias de Caruana y considera que “lo acertado es confiar en que, como ha ocurrido en los anteriores ejercicios de Gobierno del PP, se cumplan finalmente sus cálculos por más que pudieran parecer arriesgadamente optimistas”. La Razón, sin embargo, no comenta en su editorial la noticia de la subida salarial de los funcionarios que tanta transcendecia tiene respecto a las advertencias de Caruana. Y eso que este diario sí repara, a diferencia de El Mundo, en otra de las consecuencias que puede tener el excesivo optimismo gubernamental denunciado por Caruana como es el de poder incurrir en el déficit público.
Ciertamente esa subida salarial de los funcionarios requiere mayor gasto publico, y al disponerse acertadamente el Gobierno a rebajar los impuestos, se corre el riego de que no cuadren las cuentas. La curva de Laffer, o el principio de que es posible recaudar más gravando menos, tiene un límite y hay que empezar a desconfiar de la voluntad de bajar los impuestos de quien no osa atajar —todo lo contrario— el gasto público.
ABC, por su parte, silencia en su editorial la rebaja de las previsiones económicas de Caruana y tampoco hacer referencia los salarios de los funcianarios. En lugar de ello se centra en la advertencia del Gobernador del Banco de España —también muy importante— del aumento del endeudamiento familiar y del aumento del precio de la vivienda. Respecto a esto último, y a pesar de ser una noticia que los periodicos denuncian en sus portadas desde hace tiempo, ABC-como anteriormente el resto de los diarios— sigue sin poner el dedo en la llaga en los editoriales como es la necesidad de liberalizar el suelo. Es el elevadísimo precio del suelo urbanizable, dadas las restricciones administrativas del que es objeto, el que dispara el precio de la vivienda.
Finalmente El País, aunque lleva como principal titular la rebaja de las previsiones de Caruana, no dedica editorial alguno al asunto. Sin duda puede deberse a la característica impuntualidad de sus editoriales. Pero el clamoroso silencio de El País en esta ocasión puede obedecer también a su contradictoria posición ante los presupuestos y previsiones del Gobierno: Por un lado, estará, sin duda encantado del "jarro de agua fría" que Caruana lanza sobre el Gobierno. Pero esa advertencia la hace alguien que, como Caruana, es partidario de que el Gobierno cumpla su objetivo de déficit cero. El País, sin embargo, critica la “obsesión” del Ejecutivo por el equilibrio presupuestario y reivindica el déficit como la vía para “reanimar” la economía. Ante esa evidente contradicción, debe ser muy complicado lidiar un editorial con el deseo de dar credibilidad a unas advertencias que, como las de Caruana, nacen del temor a que suceda lo que El País quiere que ocurra.
Tras Ansón, Cebrián en defensa de Marruecos
Si, como recordarán los lectores, ayer fue Ansón quien en su “canela fina” criticaba abiertamente la decisión de estrechar las relaciones entre España y Argelia por el enfado que esto puede provocar en las autoridades marroquíes, hoy es el editorial de El País el que sale como portavoz de los intereses de Rabat en nuestro país.
Empieza el editorialista por criticar a Ana Palacio por “las poco afortunadas comparaciones hechas por la ministra de Exteriores entre las buenas relaciones con Argelia y las malas con Marruecos”. La verdad es que el diario de Polanco es implacable hasta con una ministra que desde el primer momento se ha plegado sumisamente a las tesis de este diario. Pero que no tema. Si a la pobre Palacio se le escapó eso fue más por un lapsus —del que inmediatamente se disculpó— que por una deseo de constatar simplemente la realidad.
Pero, en fin, así empieza El País, negando la evidencia para, a continuación, considerar un “despropósito” la política del “divide y vencerás”. En esa gran mentira en que El País quiere instalarnos respecto a Marruecos, en esa ocultación descarada de la realidad, dice que “Marruecos necesitará ayuda” para combatir la inmigración ilegal.
Es el colmo que El País culpe de esa manera a la falta de ayuda española cuando la situación se debe a la pasividad cuando no complicidad de Rabat. Por otra parte, es un hecho, simplemente suicida, que el país del mundo que más hostilidad muestra a España es —y seguirá siendo—el que más fondos de ayuda recibe de nuestro país. Pero para El País y para Marruecos no es suficiente. Quieren más dinero y además que nuestro Gobierno cambie su tradicional postura —mantenida desde 1978— respecto al Sáhara.
El País y Marruecos —que ellos sí aplican lo del divide y vencerás— critican incluso que el tratado firmado con Buteflika y Aznar “equipare sobre el papel las relaciones que tiene España con Argelia a las que nuestro país tiene con Marruecos y Túnez”. Para que esa alianza no se consolide y en el colmo de la desfachatez, El País recuerda que “Argelia sigue siendo un régimen excesivamente opaco”. ¿Acaso es mejor Marruecos, cuyo corrompido, absolutista y despótico régimen está llevando además a que se desarrolle el integrismo musulmán?.
ABC defiende claramente el acuerdo "mutuamente beneficioso" con Argelia, aunque no quiere incurrir en la "incorrección política" de considerarla una "arma arrojadiza" para Rabat.
Nosotros, por el contrario, consideramos que si los acertados acuerdos con Argelia supusieran, además, un cambio respecto a la pusilánime actitud que nuestro Gobierno viene manteniendo sistemáticamente ante Marruecos, el acierto sería doble. A ver si el Gobierno -—pese a tanta complicidad mediática con Rabat a derecha e izquierda— entra de una vez en la senda de la sensatez y hace pagar a Marruecos el coste de sus malas relaciones. Lo de Argelia, aunque bueno, nos sabe a poco.

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