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El "pollastre" de Puigdemont: cárcel o Artadi

El separatismo elucubra sobre una Generalidad paralela en Bélgica y desprecia que Arrimadas haya sido la candidata más votada.

El separatismo elucubra sobre una Generalidad paralela en Bélgica y desprecia que Arrimadas haya sido la candidata más votada.
Carles Puigdemont, en plasma durante el mitin de cierre de campaña. | EFE

El expresidente de la Generalidad fugado en Bélgica, Carles Puigdemont, y su jefa de campaña, Elsa Artadi, piden tiempo. Las consultas evacuadas sobre la posibilidad de ser investido presidente a distancia son negativas. El abogado de Puigdemont, Jaume Alonso Cuevillas, advierte de que en el momento en el que su cliente ponga el pie en España o en algún país de la UE que no sea Bélgica, puede ser detenido. Afrontar las asperezas judiciales del retorno para participar presentar su programa y afrontar presencialmente el debate de investidura es la única opción practicable, según el letrado.

Los principales dirigentes de ERC ya han dado su aval a Puigdemont y aceptan que el encarcelado Oriol Junqueras se quede como vicepresidente "legítimo". Mandan los resultados. El diputado Joan Tardà, el exconsejero huido Toni Comín y el portavoz Sergi Sebrià son algunos de los republicanos que con más entusiasmo aceptan la tesis que defendió la candidatura de Puigdemont. Cualquier otra cosa que no sea reponer al expresidente es aceptar el marco del artículo 155. Tras el 21-D, ERC acepta deportivamente el liderazgo de Puigdemont, pero sólo en apariencia.

Les separan once mil votos y dos escaños, de 32 a 34, que en ERC atribuyen al juego sucio desplegado por el equipo de Puigdemont, a la tesis de que las elecciones, fuera la que fuera la correlación de fuerzas entre los candidatos separatistas, debían servir para volver al 26 de octubre, un día antes de la proclamación de la república y el anuncio del 155, con Puigdemont al frente y Junqueras de segundo. También interpretan que los medios públicos y subvencionados se han volcado con el expresidente en contra de un candidato preso mal representado por Marta Rovira.

Reproches separatistas

El núcleo duro de Puigdemont también tiene reproches contra los republicanos. El primero, que no quisieran reeditar la coalición del pasado 2015 porque las encuestas predecían una clara victoria de ERC desde comienzos de este año. Ese cálculo cercenó cualquier posibilidad de lista conjunta. Los resultados dejan en el alero a la cuestionada Rovira, a la que Junqueras otorgó plenos poderes en una larga carta y que en dos semanas ha dilapidado la ventaja de más de diez escaños que los sondeos mostraban en la pugna dentro del frente separatista. Con ella al frente de la formación, el electorado independentista ha premiado la fuga de Puigdemont frente a la prisión de Junqueras.

El partido republicano ha vuelto a quedar en fuera de juego respecto a los posconvergentes. Les salvaron al montar Junts pel Sí cuando los escándalos de corrupción y la acumulación de descensos electorales amenazaban con diluir en la irrelevancia a la vieja Convergencia y ahora dependen de Puigdemont, convertido en líder indiscutible del separatismo.

Cobra fuerza la posibilidad lanzada por ERC de organizar dos gobiernos, el gabinete pre 155 en la cárcel y en el exilio y un ejecutivo en Barcelona. Una Generalidad paralela en Bélgica y un gobierno administrativo en Cataluña. Siete miembros de las candidaturas separatistas están presos o fugados, por lo que ERC y el equipo de Puigdemont valoran nombres para liderar y formar gobierno. Elsa Artadi emerge como gran aspirante a la presidencia. Sostiene que el proyecto de "Junts per Catalunya" se ciñe exclusivamente a la reposición del gobierno "legítimo", con Puigdemont, Junqueras y el resto de los consejeros huidos, presos y excarcelados. Afirma que el único objetivo es que todos ellos vuelvan a los mismos cargos que ocupaban antes del 155.

"Repatriación" policial

Los primeros pasos de Puigdemont son de tanteo. Exige una cita con Mariano Rajoy al tiempo que la inmediata retirada del 155, la "repatriación" de los policías y guardias civiles y la liberación de los presos, una rendición en toda regla para empezar a hablar. Mientras tanto, disfruta de la generosidad de un empresario flamenco que le ha cedido todo un palacete en la campiña para su alojamiento y solaz. Se queja de la distancia, pero está dispuesto a "resistir" todo lo que haga falta en Bélgica mientras se carcajea del "pollo para los españoles" que a su juicio ha supuesto el 21-D.

Puigdemont está eufórico. El "Parlament" se constituirá el 23 de enero, fecha que abre el plazo de diez días para presentar candidato a la investidura. Tiene un mes por delante para rentabilizar su ventaja respecto a ERC, desprecia el dato de que no es el candidato más votado por los catalanes y planea la liquidación del PDeCAT. Elsa Artadi ya ha advertido de que "Junts per Catalunya" no depende de los herederos de Convergencia, que es una marca autónoma en la que el PDeCAT está escasamente representado. Ella misma, número diez por Barcelona, abandonó el partido el pasado verano.

Mas se reorienta

Artur Mas, de nuevo imputado, ya ha comenzado a reorientarse. Reivindica que la lista de Puigdemont responde a su vieja idea de ensanchar la base del nacionalismo, que eso mismo es lo que quería que fuera el PDeCAT al tiempo que pondera las virtudes de su pupilo, el "president" que le impuso la CUP, que también han sufrido un severo varapalo al pasar de diez diputados a cuatro y ya maniobra para entrar en el gobierno separatista con la condición de que se practique la unilateralidad. Son imprescindibles para la mayoría absoluta, pero "Junts per Puigdemont" y ERC suman 66 diputados, uno más que la suma de Ciudadanos, PSC, Comunes y PP.

El separatismo presume de haber revalidado la mayoría absoluta e ignora que por primera vez un partido no catalanista, Ciudadanos, ha ganado en Cataluña. Los partidos independentistas han obtenido el 47,49% de los votos, casi el mismo porcentaje que en 2015 (47,85%). La suma de Ciudadanos, PSC y PP ha pasado del 39,08% en las penúltimas elecciones al 43,67%. Los "comunes" de Colau obtuvieron el 8,90% de los sufragios en 2015 y el 7,45% el pasado jueves.

Puigdemont se aferra a que el separatismo suma más votos que en los anteriores comicios. En 2015, Junts pel Sí y la CUP lograron 1.966.508 papeletas; el 21-D, 2.063.361. El denominado bloque constitucional pasa de 1.608.840 a 1.889.176. Los "comunes" han caído de 367.613 a 323.695. Tras el PP, son los grandes derrotados, más que el PSC en el flanco izquierdo.

Negociar con PP y PSOE

El electorado de Cataluña está partido por la mitad. La candidata de Ciudadanos, Inés Arrimadas, una "carcelera" según los nacionalistas, es la más votada. El "presidente legítimo" ha quedado segundo, si bien delante por delante de Junqueras, el mártir de Estremera. La debacle del PP es el combustible que maneja el equipo de Puigdemont para someter a ERC, integrar a la CUP y, sobre todo, negociar con PP y PSOE. Todo un "pollastre" con cuatro semanas (o más) por delante.

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