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Susana, Juan Manuel y doña Truhana

Juanma Moreno toma posesión este viernes como presidente de la Junta de Andalucía con el reto de dejar atrás 40 años de gobierno socialista.

Juanma Moreno toma posesión este viernes como presidente de la Junta de Andalucía con el reto de dejar atrás 40 años de gobierno socialista.
Susana Díaz | EFE

Que Susana Díaz, a pesar de su apariencia de roca compacta, era arenilla molida por el aparato partidista del PSOE andaluz se ha puesto de manifiesto en los últimos años. Por una parte, su manejo inadecuado de los tiempos la ha conducido a dos desastres históricos. El primero, marear tanto la perdiz frente a un Pedro Sánchez, herido, pero no muerto, la precipitó al vacío regional tras un infierno en las primarias. El segundo, tardar más de la cuenta en convocar las elecciones andaluzas la ha conducido a no disponer de puerta que abrir ni portón por donde escapar.

Además, ha sido incapaz de una reflexión, no ya moral, que es algo fuera del alcance de muchos, sino estratégica. El PSOE andaluz llevaba años perdiendo votos, al igual que el PSOE nacional. No haber sido capaz de comprender a tiempo la hecatombe Zapatero, aumentada y corregida por Sánchez, le impidió proponer un cambio esencial del PSOE hacia una socialdemocracia sin adjetivos y nacional sin vacilación, algo que hubiera aceptado la mayoría social y política de un PSOE harto de la deriva hacia la nada y el radicalismo comunista y bolivariana de Podemos y otros extremismos.

Por si fuera poco, su incapacidad para gestionar la economía y las oportunidades de una de las regiones más importantes de España, tal vez la que más a pesar de su ambigua y tradicional apatía, ha devenido en evidencia clara para los que han comparado sus cifras con las de Cataluña, País Vasco y otras regiones. No ha detectado el "andalucismo popular" que crecía en el Sur visto que, cuarenta y dos años después de las manifestaciones de 1977, Andalucía es mucho menos igual que otras comunidades.

Pero el error de percepción puede extenderse a quien ahora tiene la responsabilidad de gobernar el Sur: don Juan Manuel Moreno Bonilla, que ha tenido una primera gran suerte –y así lo ha reconocido noblemente–, pasando de la morgue política al edén de San Telmo en uno de los milagros más inesperados de la historia política reciente.

Una segunda gran suerte se concentra en el olvido de su trayectoria que conllevará el ejercicio del poder. Ha perdido siete escaños desde 2015 y ha contribuido a perder 24 desde 2013. No fue elegido inicialmente de forma democrática sino digitalmente por Mariano Rajoy y se prestó a ello dando paso a una guerra civil en el PP andaluz y a su desgaste electoral. Para resumir terminando digamos que, además, se alineó con la perdedora Soraya Sáenz de Santamaría en las primarias populares que ganó Pablo Casado presidiendo un PP con heridas muy abiertas.

Una tercera gran suerte ha sido no haber sufrido la venganza de todos aquellos a los que ha maltratado, que no han sido pocos, cuando creyó que Rajoy y su menina iban a ser eternos y disponer de una de las organizaciones más sufridas y leales de España, que es el PP andaluz, el de la base, el de la resistencia al régimen, el de los pueblos medianos y pequeños, no el de sus no muy edificantes dirigentes.

Pero ahora puede cometer el error de doña Truhana que rima con Susana pero no hay más. Otro don Juan Manuel, éste más que grande en el mundo de la literatura española, en su famosa obra en la que el conde Lucanor y Petronio trenzan una serie de relatos e historias, contó la fábula de doña Truhana. Ambos acordaron que era tener buen seso atender a las cosas ciertas y no a las falsas, así que se zambulleron en la aventura de la Truhana.

Esta mujer llevaba una olla de miel sobre la cabeza para venderla en un mercado local y empezó a imaginar todo lo que podría comprar si vendía su producto a buen precio. Por ejemplo, huevos que le darían gallinas y capones, con cuya venta compraría ovejas y luego y luego… Tanto imaginó que le entró una risa incontrolable que provocó la caída del pote de miel de su cabeza y que se estrellaran sus sueños de futuras riqueza y grandeza contra el suelo.

El escrache a la democracia protagonizado por la propia Susana Díaz, el PSOE andaluz que controla, Podemos, IU y algunas asociaciones desesperadas por el fin de las subvenciones, ya le ha puesto sobre aviso. Susana Díaz, ante el ataque inmisericorde de Pedro Sánchez y Ferraz para que dimita por las buenas o se avenga a unas primarias en todos los planos para echarla, va a atrincherarse con base en Andalucía y ya se sabe cómo se las gastan los arrinconados.

Un segundo aviso procede de la administración paralela de la Junta y su continuidad. Susana Díaz ha escrito una carta a los funcionarios con fecha 14 de enero que entre otras cosas dice que la labor de sus empleados públicos ha sido decisiva para garantizar los servicios públicos de calidad y ofrece su compromiso para "impedir cualquier retroceso de lo ya alcanzado". Simultáneamente, en entes "paralelos" se reafirmaba la batalla contra los cambios, se ponía en manos de afamados bufetes –Cuatrecasas– el litigio laboral de los afectados y se diseña lo que va a ser la primera gran batalla de la legislatura.

Un tercer aviso procede de la propia naturaleza del PP: esto es, su incapacidad de reaccionar ante leyes promulgadas unilateralmente y sin diálogo por la izquierda con un mínimo de diligencia, prontitud y eficacia. Recuérdese el Plan Hidrológico, la Ley de Educación y la aplicación del artículo 155, de nuevo en boca de un sector del PSOE. Derogar leyes aprobadas democráticamente es algo que el PSOE ha hecho sin inmutarse y sin que pase nada. Tome nota, don Juan Manuel.

El cuarto aviso procede de la ambigüedad de alguno de sus socios, Ciudadanos, partido al que sólo le falta un escaño para disponer de mayoría absoluta en suma con el PSOE de Susana Díaz. Imagínense que alguien de Podemos, o de Izquierda Unida, en un prodigio de metamorfosis, se pasase al grupo parlamentario de Ciudadanos en la forma que fuese. Pues ya habría mayoría suficiente para otro espectáculo sobre el que puede fantasearse lo que se quiera.

La olla de miel que lleva en la cabeza, la presidencia de la Junta de Andalucía, puede conducirle a ser el artífice de la regeneración del Sur y en buena medida de España, de la sustitución del paro por el empleo, de la corrupción por la moralidad pública, del adoctrinamiento por la educación de verdad, del enfrentamiento civil por la reconciliación, del atraso por la convergencia… Ojalá así sea, pero advierta que su cazuela puede romperse y regar de pesadillas el suelo andaluz.

Los poderes del presidente de la Junta de Andalucía son muchos. Su investidura es este viernes y el cambio es necesario para millones de andaluces. Por ello, haría bien en ejercitarse en el arte de la prudencia –hasta ahora parece alumno aventajado en la disciplina–, y en el arte, incomprendido por la mayoría de los políticos españoles, de escuchar a los críticos, a los que no ejercen de lolainas ni de palmeros o agradaores a su alrededor y a muchos de los que llevan decenios combatiendo el régimen instaurado en 1982. Aunque hay quien teme que será en vano, reconozca que no es mucho pedirle. Otros le exigirán mucho más, en cargos, Mercedes y euros contantes y sonantes.

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