
Las labores de búsqueda del empresario Jesús María González Borrajo, desaparecido el 19 de junio de 2019, están siendo más complicadas de lo que se esperaba. La Guardia Civil intenta extraer desde el pasado miércoles un ‘bulto’ (que podría contener restos biológicos de la víctima, presuntamente asesinada y descuartizada) que se encuentra en el interior de un pozo ubicado en una finca del término municipal de Manzanares.
El lugar fue señalado por Gaspar R., el presunto cómplice del intermediario Antonio Caba, en prisión provisional por el crimen del empresario Juan Miguel Isla en julio de 2022. El colaborador habría ayudado al presunto asesino a deshacerse del cuerpo de las dos víctimas, según habría reconocido en sede judicial. El hombre -un okupa jubilado y ludópata- decidió ayudar a los investigadores a encontrar a Jesús María para intentar rebajar su pena.
El jueves se sumaron efectivos del Grupo Especial de Actividades Subacuáticas (GEAS) al operativo desplegado en el pozo, "estrecho y de gran profundidad". El viernes los especialistas probaron a inspeccionar el espacio con una herramienta -una especie de mano de metal- fabricada ex profeso para intentar alcanzar lo que los investigadores han podido ver con las cámaras. Algo que -señalan- "ayudaría a esclarecer el caso".
Los investigadores reanudan este lunes las labores iniciadas el miércoles para probar suerte "con otros métodos", señalan fuentes cercanas al caso a Libertad Digital. "No se va a parar", nos indican, "hasta que se logre". Entretanto la familia de González Borrajo espera -ya con cierta impaciencia- que pronto les lleguen noticias por parte de los agentes de la UCO que -saben- "están trabajando duro".
Ellos siempre sospecharon que el corredor tenía algo que ver su desaparición. El día que se esfumó sin dejar rastro había quedado con él con motivo de la venta de dos coches de alta gama de la marca Mercedes. Operaciones en las que Antonio Caba había actuado como intermediario. Jesús María no tenía motivos para querer marcharse y había comprado unos billetes para viajar a Paraguay (donde tenía negocios) que nunca usó.
Desapariciones conectadas
La desaparición del empresario vinícola Juan Miguel Isla, cuyo cadáver fue hallado a mediados de marzo en un pozo de Valdepeñas, se produjo el verano pasado en similares circunstancias. El hombre había quedado con su colaborador -Antonio Caba- que habría hecho las veces de intermediario para la venta de una finca, valorada en más de un millón de euros.
Según nos contó la mujer de la víctima, su marido "hacía negocios" con él porque era "como el agente inmobiliario de la zona" y tenía una relación de amistad con algunos miembros de su familia. Él no vivía en Manzanares (residía con ella en Alicante) y necesitaba la ayuda de alguien que estuviera en el pueblo.
En el caso de Jesús María González Borrajo, que se dedicaba a las máquinas tragaperras y tenía 55 años cuando se le perdió la pista, se esfumó justo cuando tenía que cobrar unos pagarés de este intermediario -por la venta de los mencionados vehículos de lujo-, que fueron encontrados en su vivienda tras su desaparición. Para ellos, Caba siempre fue el principal sospechoso.
En ambos casos, el comisionista debía dinero a los desaparecidos y fue la última persona que les vio. Motivo más que suficiente para que estuviese en el punto de mira de los investigadores desde el principio. Le siguieron, grabaron sus conversaciones y no fueron a por él hasta que lo tuvieron bien pillado. Es decir, cuando localizaron el cadáver de Juan Miguel.


