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Aventuras de Yolanda Díaz en Madrid: su hija explica el horizonte y ella, felicitada por visitar a Puigdemont

Empieza a ser raro el día en el que alguna declaración de Yolanda Díaz no provoque vergüenza ajena de una forma o de otra.

Empieza a ser raro el día en el que alguna declaración de Yolanda Díaz no provoque vergüenza ajena de una forma o de otra.

Yolanda Díaz nos tiene acostumbrados a declaraciones que producen entre vergüenza ajena y asombro, hasta el punto de que muchos usuarios de redes sociales llegan a preguntarse si son un montaje realizado con Inteligencia Artificial para desacreditar a la líder de Sumar.

Es raro el día en el que no diga una sandez o provoque vergüenza ajena de una forma o de otra. La semana pasada se inventó una teoría sobre las élites superricas que, sabiendo que el planeta "se va al carajo", tienen un plan B, que consiste en huir con cohetes de la Tierra —no se sabe muy bien dónde— o al metaverso o a sus mansiones fortaleza en Nueva Zelanda. Y que a ella se lo han dicho así, literalmente.

Ayer, a falta de una, nos obsequió con dos momentos que causan estupor y vergüenza ajena. Por un lado, y en relación a su visita a Waterloo, habló de que hay que "empatizar" con las "personas que están fuera del país", sin hacer mención en ningún momento a que Puigdemont es un prófugo de la justicia.

Pero lo que resulta más llamativo es que, según cuenta, ella va todos los días a llevar a su hija a un colegio público en Madrid y que "los padres" le "dan las gracias por lo que está haciendo", es decir: los padres madrileños le dan las gracias por negociar con un golpista huido de la justicia española. Y lo dice una vicepresidenta del Gobierno en funciones del Reino de España.

Pero si con una barbaridad no era suficiente, Yolanda Díaz se marcó un speech pretendidamente poético sobre el horizonte. Otra vez utilizando a su hija, dijo que se había dado cuenta de que cuando vino a Madrid sus compañeras, las niñas madrileñas, no sabían lo que era el horizonte. "Cuando le hablaba a sus compañeras del horizonte —dice haciendo un gesto con la mano como de mirar el horizonte— sus compañeras no sabían bien de qué les hablaba. Ustedes tienen el Mediterráneo, levantan la mirada —y hace de nuevo un gesto de mirar a lo lejos— y ven el horizonte" termina solemne, pese a la tontería que acaba de evacuar.

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