El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, trata de dar la vuelta a la tortilla y convertir a los socialistas en víctimas pasivas de la crispación social que su manera de gobernar y de tratar a la oposición de derechas, pero sobre todo sus pactos con los herederos de la banda terrorista o con aquellos que intentaron dar un golpe de Estado en Cataluña, han provocado en España.
Un presidente que ni siquiera felicitó al líder de la oposición tras las municipales y autonómicas del pasado mes de mayo; un presidente que practica un trato despreciativo y condescendiente en el Congreso de los Diputados hacia el PP, Vox o UPN —mientras que a ERC, Bildu, Junts y demás partidos que claramente quieren cambiar por la puerta de atrás la Constitución les dedica siempre la mejor de sus sonrisas—; un presidente que rehusó dar la réplica a Alberto Núñez Feijóo en su sesión de investidura, enviando en su lugar a Óscar Puente, que desde la tribuna de oradores no hizo otra cosa que insultar al PP; un presidente que hasta en el Parlamento Europeo es capaz de dedicar varios minutos de insultos al líder del PPE, Manfred Weber, al que le recordó el Tercer Reich, dejando a todos estupefactos y yéndose de la cámara mientras Weber daba la réplica... se presenta ahora ante sus militantes como el adalid de la convivencia en España.
En la misiva, el también secretario general del PSOE ha ensalzado la respuesta "serena" de los militantes socialistas ante el "intolerable acoso vivido" en las sedes de la formación. "La convivencia depende más que nunca de nosotros, de un PSOE que no se deja arrastrar por la pendiente del improperio y la intransigencia", ha subrayado.
Sánchez señala en la misiva, enviada con motivo del fin de 2023, que durante este año el PSOE ha vivido "momentos duros" como la "respuesta intransigente y airada con la que la ultraderecha y la derecha encajaron el resultado electoral y la continuidad del proyecto progresista", utilizando uno de los comodines del argumentario socialista: que el problema es que la derecha no sabe perder.
Continúa quejándose de la "proliferación de insultos y el intolerable acoso vivido a las puertas" de las sedes socialistas, para utilizar otro mantra del argumentario puesto en marcha tras ser investido a cambio de concesiones como la dudosamente constitucional amnistía a los golpistas catalanes, incluido un prófugo de la justicia, más onerosas contrapartidas económicas que consagran la desigualdad de los españoles. Este segundo mantra es el de que "la polarización no es simétrica. De un lado, se profieren insultos, del otro se reciben; de una parte, se promueve el asedio, del otro nos vemos asediados", le dice a sus militantes, a los que agradece "especialmente la respuesta serena a los asedios y la respuesta educada frente a los insultos".
Asimismo, el jefe del Ejecutivo ha destacado que el PSOE se identifica "plenamente con la Constitución" —pese a que sigue en Moncloa gracias al voto de los que quieren destruirla— y ha incidido en que esta "no es un objeto para alzar frente al oponente sino un espacio de convivencia y de acogida, incluso a quienes recelan de la propia Carta Magna".
Por último, hace un llamamiento "a perseverar en esta actitud de respeto ante quien piensa de forma distinta", un respeto que, ha agregado, "es compatible con la defensa firme" de las ideas del PSOE. Un respeto hacia los que piensan distintos totalmente incompatible con el muro que en su investidura dijo que él representa frente a la derecha.
Sánchez sólo habla de respetar a quienes piensan distinto si depende de sus votos. Al resto los coloca directamente detrás del muro.